Martín Palermo es una leyenda viviente

Para mandarlo a Hollywood

Redacción de El Litoral

Télam

Martín Palermo escribió un nuevo capítulo en su película como futbolista al marcar ante Grecia su ansiado primer gol en una Copa del Mundo.

“Hombre récord”, “Titán”, “San Palermo” o “El optimista del gol” son algunos de los apodos que se le han puesto al implacable goleador a lo largo de su carrera, producto de sus hazañas e inolvidables goles con la camiseta de Estudiantes, Boca y la Selección Argentina.

Palermo llegó al club de la Ribera en 1998, procedente de Estudiantes, de la mano de Carlos Bianchi. Cuestionado en un principio, se asoció y amigó con Guillermo Barros Schelotto, acérrimo rival cuando el mellizo jugaba en Gimnasia y la leyenda comenzó a forjarse.

El gol número 100 con los ligamentos de su rodilla derecha rotos frente a Colón, en Santa Fe, un gol de cabeza y otro con un zapatazo, ambos desde la mitad de la cancha, los dos tantos al Real Madrid en la final Intercontinental frente al Real Madrid y otros cientos para convertirse en el máximo anotador xeneize en la historia, pusieron a Palermo sin escalas en el corazón de los hinchas de Boca.

Algunas pálidas

Su historia en el conjunto nacional, en la Copa América de Paraguay 1999, no tuvo el comienzo más auspicioso, tras errar tres penales frente a Colombia y anotar un par de goles frente a Ecuador y Uruguay. Su paso por el fútbol europeo fue fugaz, con pocas conversiones y menos continuidad por culpa de una pequeña pared que dividía a la platea del campo de juego en España que le fracturó la tibia y el peroné. La grave lesión y la no tan feliz experiencia europea aceleraron su regreso a Boca para seguir ganando campeonatos con cualquier otro delantero y cualquier otro entrenador. Nunca importó, los goles no pararon de llegar.

Todo vuelve

Cuando su paso por la Selección Argentina parecía cerrado, tapado por “los fenómenos que vienen de Europa y vuelan”, según sus propias palabras, se fue ganando un lugar a partir de la chance que le dio Diego Maradona para que tuviera otra oportunidad vistiendo la celeste y blanca. El 10 de octubre de 2009, la Argentina recibió a Perú en la cancha de River por la penúltima fecha de las Eliminatorias Sudamericanas. El empate en uno que habían conseguido los visitantes sobre la hora dejaba a los criollos casi afuera de Sudáfrica 2010.

Sin embargo, como dijo el DT argentino, “apareció San Palermo” y el Mundial empezó a quedar más cerca para la Selección y para el delantero.

Tan cerca quedó, tanto se agrandó el mito que, cuando ayer ingresó frente a los griegos en un partido difícil y cerrado, la sensación generalizada era la de que “algo iba a pasar”, y ocurrió nomás: gol de Palermo, partido liquidado y a pensar en México.