Hacia un nuevo tipo de “inteligencia social” en la escuela

El aula como espacio ideal para educar las emociones

La alfabetización emocional -aplicada con éxito en instituciones de EE.UU. y Europa- trabaja sobre el reconocimiento y autocontrol de estados internos (ira, angustia, ansiedad, etc.). Especialistas aseguran que este modelo permite reducir la indisciplina escolar. Un caso en Santa Fe.

El aula como espacio ideal para educar las emociones

Desde el nivel inicial, la escuela es un ámbito propicio para el trabajo sobre la alfabetización de las emociones, sostienen los especialistas. Una herramienta para contrarrestar la conflictividad, la indisciplina y -también- el fracaso escolar.

Foto: Archivo / Néstor Gallegos

 

Luciano Andreychuk

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En el aula de un grado primario, un alumno estaba siendo hostigado con burlas y cargadas por un grupo de compañeros. Este niño comienza a sentir dentro de sí la ira creciente, el calor incómodo de la humillación en su rostro y la angustia concentrada como una presión en el pecho. Pero, antes de que ese vendaval de emociones contenidas se exteriorice con otra conducta violenta, el alumno reconoce sus estados internos, logra controlarlos y, entonces, pide en voz muy alta -pero respetuosamente- que dejen de molestarlo. La docente intercede a tiempo en la situación, y la inminente conflictividad escolar se disipa.

¿Qué muestra esta situación imaginada, pero tan frecuente en las aulas? Que ante el juego de tensiones entre emociones negativas (ira, angustia, ansiedad) que pueden desatarse por una situación cotidiana como detonante, existe una habilidad humana potencial, posible de ser desarrollada: la de reconocer a tiempo estos estados internos (autoconocimiento), y de controlarlos para superar una situación adversa (autocontrol).

Esto es lo que se conoce como la inteligencia emocional, un concepto relativamente nuevo -apropiado y desarrollado por la corriente psicológica cognitivo-conductual- y una herramienta que, según sostienen especialistas en todo el mundo, puede (y debiera) ser aplicada e instrumentada en los ámbitos escolares desde el nivel inicial. Ya hay experiencias exitosas en colegios de los Estados Unidos y algunos países de Europa.

Definiciones

Las emociones regulan el funcionamiento mental y condicionan tanto el pensamiento como la acción. Esto es, determinan la forma en que obramos ante determinadas circunstancias. Y pese a que el valor de la emoción estuvo subestimada frente al imperio de la razón, el autocontrol emocional es una habilidad vista hoy por muchos especialistas como un nuevo tipo de inteligencia, “tan o más importante que las bondades de un coeficiente intelectual alto ya que permite un mejor desenvolvimiento social”, afirmaba Daniel Goleman, uno de los pioneros de esta corriente, autor del best seller La inteligencia emocional (Kairós, 1995).

¿Es posible aplicar en la práctica la educación emocional en ámbitos escolares? “Desde ya que sí. Hoy debemos tratar de educar a los alumnos en las destrezas necesarias para el conocimiento y el manejo de las emociones: ayudarlos a alcanzar el control de impulsos, el manejo de la propia ira, la búsqueda de soluciones creativas en situaciones difíciles”, explican las Lic. Patricia Gubbay de Hanono y María Marta Capurro, del Centro de Estudios del Estrés y la Ansiedad Hémera, con sede en Buenos Aires.

Las especialistas estiman que emprender el camino hacia una nueva alfabetización emocional contribuirá a reducir la conflictividad en el aula y la indisciplina. Emociones habituales en el aula como la ansiedad, el miedo, la baja autoestima, la vergüenza, la apatía y la frustración son “domesticables” con esta habilidad social, coinciden. Y no sólo eso: la inteligencia emocional tiene también una repercusión en los procesos pedagógicos de aprendizaje, pues ayuda a mejorar la atención, la motivación en el estudio y las competencias de aprendizaje, a afrontar las fobias y el estrés ante instancias de exámenes, etc..

Un caso local

¿Cómo trasladar toda esta teoría a la práctica escolar? “Llevándola a lo concreto, con ejemplos simples, valiéndose de mucho material gráfico”, comentó a El Litoral la Lic. en Psicología Carolina Vergara. La profesional trabaja con alumnos en tres instituciones de la ciudad (un jardín de infantes, una primaria y una escuela especial) sobre la base de muchos de los conceptos que propone la inteligencia emocional.

Desde su experiencia de trabajo, Vergara ejemplificó: “A los chicos se les muestra un dibujo con una carita que muestra gestualmente una emoción (tristeza, por ejemplo); ellos deben decir qué expresa ese rostro, y mencionar algún momento que recuerden que se hayan sentido así”. Otro caso, muy interesante: “Hay un gráfico que muestra un termómetro, el cual va indicando distintas “temperaturas’ emocionales. Entonces los nenes deben ir identificando sus estados: “Estoy tranquilo, estoy enojado, o estoy furioso’. En base a eso trabajamos sobre cada caso. Hasta ahora los resultados han sido positivos”, relató.

Formación docente

“Sería bueno que se empezase a capacitar al docente acerca de esta disciplina, y sobre cuestiones de contenido y en lo práctico, que pueda desarrollar competencias en cuanto a qué transmitir y cómo hacerlo desde el ejemplo, desde lo simple. Es un práctica que requiere de mucha calidez social”, opinó Vergara. Para la especialista, “se requiere una articulación de contenidos. Lo ideal sería que se dé algún contenido específico sobre esta disciplina, pero, también, que atraviese transversalmente todas las áreas, desde el Nivel Inicial”, sugirió la especialista.