Un verdadero milagro

El gozoso regreso de la muerte

Hace poco más de dos meses, Julio Aparicio recibió una cornada en el cuello, en la plaza madrileña de Las Ventas, que lo puso al borde de la muerte. Pocas horas antes de volver al ruedo, en Pontevedra, el torero asegura que de aquel terrible accidente sólo le queda la cicatriz y un “recuerdo bonito”.

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La dramática imagen recorrió el mundo. Fue el 21 de mayo último, durante la Feria de San Isidro en la plaza Las Ventas de Madrid. El toro de la ganadería de Juan Pedro Domecq cornea a Julio Aparicio en el cuello y la punta de la guampa asoma por la boca del torero. Dos meses después, Aparicio reaparece mañana en la plaza de Pontevedra, en el noroeste de España.

Foto: Agencia EFE

 

Laura Camacho

Agencia EFE

El torero español Julio Aparicio vuelve al ruedo mañana, apenas dos meses y medio después de la terrorífica cornada en el cuello sufrida en Las Ventas, una herida ya curada que se palpa sin desagrado: “Es una cornada de un torero en Madrid que es una satisfacción.

“Claro que es una cicatriz que te ves, pero la veo desde un punto de vista positivo (...) No es que estuviera robando un banco y me pegaran un navajazo. Estaba en el centro de la plaza, en Madrid, en Las Ventas, delante de un toro, haciendo lo que me gusta”, revela en una entrevista a EFE Julio Aparicio.

Y añade: “La vida me ha regalado la posibilidad de seguir toreando. La veo -la cicatriz- y digo: ahí está, no la veo como algo desagradable sino como un recuerdo bonito”.

La espectacular cornada sufrida por Aparicio cuando toreaba en la plaza madrileña de Las Ventas en la Feria de San Isidro dio la vuelta al mundo. La fotografía y el video distribuidos por la Agencia EFE mostraban el cuerno del toro entrando por el cuello del torero y saliendo por la boca. Tras permanecer una semana en el hospital y un período de descanso en el campo, el torero se ha recuperado y volverá a vestirse de luces mañana en Pontevedra (noroeste de España).

Sereno e inquieto al mismo tiempo por pasar la página y comenzar a escribir otras con el público y el toro, Aparicio vivió esta semana rodeado de su cuadrilla y su hermana Pilar en su finca de Torrejón El Rubio (Cáceres, oeste de España), donde ha vuelto a ponerse el traje de luces para torear en su tentadero.

Tras lidiar dos toros con EFE de testigo, Aparicio se muestra seguro: “Me encuentro físicamente bien y en lo anímico, muy bien. Es muy positivo encontrarse con el toro porque delante de él es cuando ves si puedes llegar adonde tú quieres y hacer lo que quieres con el toro”.

Treinta plazas esperan a Aparicio en una temporada que afronta “muy ilusionado” y que lo llevará a ciudades como Vitoria, Marbella o Gijón.

El regreso

Con los boletos agotados, el segundo festejo de la Feria de la Virgen de la Peregrina de Pontevedra supone su resurrección como torero y, por eso, asegura, “será una tarde muy especial”, aunque confiesa que “no ha cambiado nada”.

“Sólo tengo una motivación diferente, significa mucho para mí después de un accidente muy desagradable, ya olvidado”, insiste Aparicio, quien quiere difuminar definitivamente la sombra de la tragedia y sólo recordarla como un momento terrible, superado “gracias a Dios y las circunstancias”. De esos días en el hospital, el diestro rememora los cientos de llamadas y mensajes recibidos desde Nueva York o Alemania mostrando preocupación por su salud. “Fue algo espectacular, que al principio no podía asimilar”, dice todavía sorprendido.

Con la sensación de volver a nacer, el diestro sevillano subraya que es “un privilegio” estar en la vida y trabajar en lo que siempre ha sido su vocación, el toreo entendido “como un arte en el que se ponen el cuerpo, el alma y el corazón”.

El torero, de 41 años, despliega dentro y fuera del ruedo serenidad y sensibilidad, proyectadas en su mirada azul e impregnadas de duende gitano. “Hay una mezcla de sangre en mí que tiene mucha fuerza y que me hace tener una personalidad especial para el arte”.

Esa faena artística es la quiere ver el público, dice Aparicio, que reconoce fijarse en otros toreros, sobre todo, en su padrino y amigo Curro Romero, si bien defiende que delante del toro cada uno tiene una forma de expresar sus sentimientos.

Aparicio tiene la voz sosegada, que tampoco se altera al ser preguntado por el debate abierto en Cataluña sobre la abolición de las corridas de toros, una polémica que, asegura, tiene poco en cuenta la opinión de profesionales.

“No creo que la palabra prohibir sea la más adecuada en democracia”, asegura el diestro, que defiende los toros como parte de la idiosincrasia de España.

No se imagina el 90 por ciento de los pueblos de España sin vacas ni toros. “Sería -dice- tirar piedras sobre nuestras raíces”. Así que sentencia: “A nadie le fuerzan para ir a una corrida de toros”.


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Julio Aparicio asegura hoy que luce con orgullo su cicatriz en el cuello, convertida en un “recuerdo bonito”.

Foto: Agencia EFE

Su carrera

Julio Aparicio Díaz (Sevilla, 4 de enero de 1969), es hijo del conocido torero que lleva su mismo nombre, Julio Aparicio. Tomó la alternativa en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, a manos de Curro Romero y con Espartaco de testigo con toros de Torrestrella el 15 de abril de 1990. Tardó cuatro años en confirmar la alternativa en Las Ventas. Lo hizo la histórica tarde del 18 de mayo de 1994, en la que alternaba con Ortega Cano y Jesulín de Ubrique, con toros de Manolo González. Al quinto toro le cortó las 2 orejas. El torero es conocido comúnmente como “Julito Aparicio”.