Ramiro y Varinia Zelko en Luz y Fuerza

El día que la Tierra cantó

El día que la Tierra cantó

Los hermanos Zelko brindaron un espectáculo caracterizado por el buen gusto y el fino humor.

Foto: Mauricio Garín

 

Ignacio Andrés Amarillo

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A los hermanos Zelko los une, además del talento y una tradición musical, cierta pureza de los “pueblos chicos”, como dice una canción que escribió su padre, con la que abrieron el concierto. Ramiro (guitarra, voz y arreglos) hace gala de esto con un humor que se ríe de una autoproclamada rusticidad, y a Varinia (voz y percusión) se le nota en la risa cantarina con la que acompaña cada una de esas ocurrencias. Así, con el sabor de las bromas de los asados familiares en los que comenzaron a tocar, sumando el feedback con un público que los conoce, se desarrolló la presentación del dúo, el pasado sábado en el Teatro Luz y Fuerza, ocasión en la que mostraron las canciones de su primer disco, “Canta la Tierra”.

También los une un gusto particular a la hora de elegir el repertorio, evitando clichés y repasando autores a veces no tan transitados. Así, el espectáculo continuó con “La Sixto Violín” y “Mestiza”, músicas del desde hace algún tiempo justipreciado Raúl Carnota, con letras de Jorge Marziali y Teresa Parodi, respectivamente. Fue en esta última donde la dupla pudo lucir una interesante armonía a dos voces.

Con el recitado de un fragmento del texto “Defensa de Violeta Parra” (escrito por su hermano Nicanor), a cargo de Varinia, se allanó el camino para que llegara “La Jardinera”, una de esas historias de amor irresuelto de la recordada chilena. Tras esta canción, arribó la chamarra “La cañera”, de José Larralde, y luego, una logradísima versión (exigente para ambos intérpretes, incluidos unos finos matices vocales norteños en la voz de la damisela) del huayno “Madre del Maíz” (Eugenio Inchausti - Coco dos Santos). Esa continuidad seguiría con una versión para guitarra sola de la zamba “Pastor de nubes” (Manuel J. Castilla - Fernando Portal), precedida por el recitado de un fragmento de “Vidala del silencio”, de Atahualpa Yupanqui.

Ciudadanos

A los Zelko les gusta expandir sus fronteras artísticas, y así lo demuestran con una experimentación tanguera: de esta manera, pasaron “Fruta amarga” (Hugo Gutiérrez - Homero Manzi) y una recomendable interpretación de “Cristal” (Mariano Mores - José María Contursi) con una Varinia compenetrada con la letra y un Ramiro muy bien encaminado en la tradición de la guitarra tanguera.

Es que se trata de un intérprete que luce lo suyo sin necesidad de recargarse de virtuosismos, llevando el arreglo siempre para el lado del justo acompañamiento y el acople con las voces y la percusión. Fue justamente el hermano mayor quien tuvo a continuación su momento central, presentando un gato instrumental que compuso para el 150º aniversario de Esperanza, llamado “El 150”.

De almas y amores

Reencontrados los intérpretes sobre el escenario, se lucieron en el “Huayno del Diablo”, de Jorge Fandermole, con Ramiro interpretando a quien vende su alma y Varinia cantando las partes del Ángel Caído. Justamente ella, que lleva un ángel en la voz clara luminosa, acompañada por una sonrisa cuando siente fluir la canción o un sutil mohín cuando lo que canta es doliente.

Luego le tocó a Ramiro recitar (asombrando por su memoria y su interpretación, ya que “la actriz es la hermana”, diría alguno) el “Romance de sol y huella”, de Osiris Rodríguez Castillo, para luego interpretar juntos “Cantora de Yala” (Manuel J. Castilla - Cuchi Leguizamón).

Fin del viaje

En el tramo final del concierto, cada uno por separado volvió a tributar a la obra de su padre. Primero, con una versión para guitarra sola de “Las curanderas” (originalmente con letra del periodista Reynaldo Sietecase) y, luego, con una fuerte versión de “Canta la Tierra” (también con letra del conductor de “Mañana es tarde”), con la grácil cantante descendiendo hasta el público, con su garganta altiplanar y su caja sin amplificar, generando un momento mágico de unión con la audiencia. Ramiro rompió esa pompa de jabón al decir “es para ver quién vino y quién no”.

El cierre llegaría con “José Antonio” de Chabuca Granda, homenaje a un criador de caballos, que Ramiro siente de cerca por ser domador de estos animales. Como bis, eligieron el gato “Esencia de pueblo”, para luego entregarse al abrazo final y, relajados, acercarse a compartir los saludos y felicitaciones de amigos y espectadores.