Tribuna de opinión

Reforma universitaria y deserción

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La deserción no es un problema exclusivamente universitario, y sus causas son tan diversos como complejos.

Foto: Archivo El Litoral

Juan Carlos Hidalgo (*)

“Un pueblo educado sabrá elegir a dirigentes honestos y competentes, y diferenciar un discurso serio de una prédica demagógica”. Anónimo

La deserción que se observa en los estudios universitarios no es un fenómeno nuevo. A esta problemática se le añade la prolongación de los estudios superiores más allá de la duración teórica de las carreras. Deserción y prolongación que, por otra parte, no son exclusivas de la Universidad.

En nuestro país un tercio de los alumnos que ingresan al nivel primario abandonan sus estudios y una proporción similar de los que finalizan no ingresan al nivel secundario; a su vez, en la escuela media se observa un elevado nivel de deserción, accediendo a la Universidad menos de la mitad de los egresados. Por último, en la educación superior sólo alrededor del 18% de los estudiantes se gradúa extendiendo la duración real media de las carreras un 50% respecto a la media teórica. Un 2% de la población total del país se gradúa en la Universidad.

Estas “cifras de la infamia”, parafraseando a René Favaloro, explican: 1) que la deserción no es un problema exclusivo de la Universidad, 2) que la “masividad” que pregonan los ideólogos de la universidad restricta es una falacia, y 3) que las causas de la deserción y prolongación de los estudios obedecen a factores tan diversos como complejos, algunos de ellos ajenos a la Universidad.

Un análisis de la deserción universitaria debe comenzar por definir la misión de la Universidad. Para los reformistas el rol de la Universidad es educar, producir conocimientos a través de la investigación y transferir ciencia, tecnología y cultura al tejido social. Es decir, la universidad es un vehículo de formación de ciudadanos libres (en el sentido de que es libre el que sabe) y un instrumento que crea conocimientos cuya propiedad le pertenece no sólo al que lo recibe sino al conjunto de la sociedad que la sostiene. Un sistema democrático requiere de la participación del ciudadano educado.

Como lo expresa Vaisey “la educación es un derecho en sí mismo, sin ella la sociedad tiene sólo la libertad de ser ignorante” (John Vaisey, Economía y Política de la Educación, 1972). Es, además, la más “rentable” de las inversiones en términos socioeconómicos porque la educación promueve la igualdad de oportunidades, posibilita el ascenso social y construye ciudadanía libre y culta. Norberto Bobbio (El Futuro de la Democracia, 1986), a propósito de una reflexión acerca de las deudas de la democracia, dice: “La única manera de hacer de un súbdito un ciudadano es la de otorgarle el derecho a educarse”.

La libertad de cátedra, el pluralismo de ideas, la participación plena, la gratuidad de la enseñanza, el ingreso directo, la obligación indelegable del Estado en el sostenimiento de la educación pública, la búsqueda de la verdad y el rigor científico que sólo la autonomía académica e institucional pueden lograr, son los principios básicos de la reforma universitaria. ¿Cuántos talentos potenciales se desperdiciarían con un modelo de universidad de acceso restricto y arancelada?

Sin embargo, y a propósito de la deserción, los reformistas deben plantearse estos interrogantes: ¿Qué sentido tiene hablar de libre acceso a la educación universitaria si un número importante de estudiantes abandonan sus estudios? ¿Qué hacer para evitar o disminuir drásticamente los altos y crecientes niveles de deserción?

La deserción universitaria obedece a causas de diversa índole cuya génesis, efectos y remedios deben ser cuidadosamente estudiados teniendo en cuenta una serie de factores endógenos y exógenos al sistema universitario. El tema debe ser abordado desde un enfoque sistémico porque la Universidad es una parte indisoluble del sistema social, con sus respectivos vínculos e interrelaciones. Y uno de los principales actores es el Estado.

Las siguientes son propuestas de políticas de educación superior cuyo propósito es disminuir la deserción y acortar la duración real de las carreras, dos fenómenos que están íntimamente relacionados en cuanto a las causas que los explican y reproducen:

1) Articulación del nivel medio y universitario

A través de convenios con el gobierno provincial se debe implementar un programa educativo integral en virtud del cual se trabaje con los alumnos del último semestre de la escuela secundaria, haciendo hincapié en aspectos tales como: a) orientación vocacional del estudiante, b) desarrollo de la lecto-escritura y compresión de textos, c) información universitaria respecto a las carreras que se cursan y contenido programático de las mismas.

2) Ciclo inicial común universitario

Debe implementarse en la Universidad durante el primer cuatrimestre de estudios y tendría por finalidad: a) orientar al alumno respecto a las distintas ofertas de la Universidad para que luego el ingresante escoja la carrera a seguir de acuerdo a su aptitud e interés; b) cursar en este ciclo inicial asignaturas comunes a las distintas áreas disciplinarias, que otorguen créditos que luego se computarán como tales en la carrera elegida, evitando de esta forma alargar la duración teórica de las mismas.

3) Políticas de contención universitaria

Mediante la oferta de becas de iniciación a la docencia, investigación y extensión. Este tipo de actividades existe actualmente en la Universidad Nacional del Litoral aunque en número insuficiente. El objetivo es estimular a los estudiantes en actividades propias de su formación académica.

4) Programa especial de financiamiento de becas de estudios a nivel nacional

Estas asignaciones deben incluir los gastos de mantenimiento y el lucro cesante de aquellos estudiantes que provienen de familias de escasos recursos. Como contrapartida debe exigirse al becado un rendimiento acorde con el sacrificio que realiza la sociedad.

5) Creación de institutos superiores no universitarios provinciales y nacionales

La Argentina históricamente no ha alentado este tipo de capacitación. Los jóvenes que se gradúan en el nivel secundario no necesariamente tienen que ingresar a la Universidad. A veces por vocación, otras por necesidad, deben tener la posibilidad de acceder a carreras cortas e ingresar a este segmento de la educación superior con rápida inserción en el mercado laboral.

En educación superior universitaria la Argentina tiene la tasa de escolaridad más alta de América Latina y una de las más elevadas del mundo. Un importante porcentaje de la población etaria comprendida entre 20 y 24 años estudia en ella. Es un dato positivo pero insuficiente. Debe mejorarse la educación superior en términos de rendimiento académico y equidad social. Lo primero es competencia de la Universidad, lo segundo es responsabilidad del Estado.

Conciliar calidad y cantidad es el mayor desafío de la Universidad Reformista.

(*) Profesor e investigador de la Universidad Nacional del Litoral

En la educación superior sólo alrededor del 18% de los estudiantes se gradúa extendiendo la duración real media de las carreras un 50% respecto a la media teórica.

¿Qué sentido tiene hablar de libre acceso a la educación universitaria si un número importante de estudiantes abandonan sus estudios?, ¿cómo disminuir la deserción?