Un principado de leyenda

Mónaco es hoy uno de los destinos europeos más elegidos por los turistas; pero su historia tiene raíces medievales, familias nobles y grandes celebridades como protagonistas. Un lugar privilegiado por su belleza, en el que conviven siglos de historia con todo el glamour de la Costa Azul.

TEXTOS. NIDIA CATENA DE CARLI. FOTOS. EL LITORAL.

Un principado de leyenda
 

Dos guardias que custodiaban el escarpado y rocoso contorno de la fortificación ni siquiera les prestaron atención. Los frailes se escurrieron del lugar envueltos en sus hábitos marrones mirando el suelo, como en una procesión rezando el rosario, llevando como cuentas las piedras del suelo.

No obstante, las simuladas plegarias durarían poco tiempo. Un soldado alcanzó a dar la voz de alarma, pero ya era demasiado tarde; bajo los sayos de los franciscanos aparecieron espadas prestas a reducir a la soldadesca.

El jefe del grupo camuflado de monje no era otro que Francisco Grimaldi, que con esta audaz toma cumplía con un sueño acariciado por generaciones: fundar un principado independiente.

Pero los Grimaldi no eran recién llegados a Mónaco, la familia pertenecía a la monarquía desde el siglo X, dependiente de la República de Génova.

Trescientos años más tarde; Luis XIV, rey de Francia, reconoció a los “Grimaldi de Mónaco” como “Príncipes soberanos por la gracia de Dios y la fuerza de su espada”. Para sellar sus palabras les regaló cañones de bronce -que aún hoy podemos ver- e hizo agregar en el escudo de los Grimaldi las figuras de dos monjes franciscanos.

EN HONOR A HERACLES

El nombre de Mónaco viene de la antigüedad, cuando los griegos fundaron colonias en la región y erigieron un altar a “Heracles monoikos” (Heracles, el que vive solo) y de allí, tomó Mónaco su nombre.

Mucha agua pasó debajo del puente hasta que, luego de grandes vicisitudes en 1911, se dicta la constitución que permitió a Rainiero III ocupar el trono del Principado de Mónaco hasta su muerte.

Por un tratado con el gobierno francés, es designado un ministro de Estado que lo representa. Este acuerdo, además, dice que si el príncipe muere sin dejar heredero, Mónaco se incorporará a Francia. Asimismo -y de acuerdo con el soberano- el gobierno francés nombra la fuerza policial compuesta por “carabiniers”.

UN MILLONARIO GRIEGO

En el verano de 1955, los aristócratas, millonarios y reyes sin corona doraban su humanidad en el balneario de “La Condomine”, cuando vieron una fabulosa embarcación blanca con chimenea amarilla y bandera griega: el yate “Cristina”, del multimillonario Aristóteles Sócrates Onassis, hacia su entrada triunfal en la ribera monegasca. El griego no llegaba con las manos vacías, bien lo sabía Rainiero que le dio una cordial bienvenida a su huésped.

La fastuosa vida de “Ari” y las macrofiestas organizadas por él mismo, despertaron el interés de artistas y celebridades que se daban cita en uno de sus más lujosos yates, el Cristina. Pero además de fiestas, el magnate hacía fabulosos negocios; hasta llegó a comprar el 52% de las acciones de la “Societé des Bains de Mer” convirtiéndose prácticamente en dueño del casino. Asimismo comenzó a circular el rumor que la empresa petrolera del acaudalado griego adoptaría la bandera de Mónaco, con lo cual no pagaría impuestos, ya que Carlos III los había abolido poco antes de la creación del casino.

El comentario llegó al propio general De Gaulle, desencadenando un conflicto internacional que le hiciera manifestar que la “Olympic Maritime” -compañía naviera de Onassis- dejaba una fortuna en impuestos, y no eludiría tan fácilmente las arcas francesas.

La estrecha relación entre el millonario griego y “sus altezas Serenísimas” se enfrió rápidamente. Rainiero amenazó incluso con nacionalizar el casino, pero “del dicho al hecho hay mucho trecho” y reinar en un principado como Mónaco tiene muchas limitaciones.

LA PRINCESA Y SU REINO

Fue una mujer hermosa, elegante y sutil. Estrella de Hollywood en los dorados años “50, musa inspiradora del director de cine Alfred Hitchcock. Estos atributos, y muchos más, distinguieron a Grace Kelly y enamoraron al codiciado príncipe Rainiero III.

Se conocieron durante un festival de cine en Cannes (Francia). Ese encuentro sellaría su destino como princesa del pequeño principado de Mónaco; convirtiéndose así en uno de los principales objetivos de la prensa del corazón de todo el mundo. Una de esas publicaciones de la época daba cuenta de los meses previos a las nupcias: “Sólo después de una serie de tratativas con los estudios de filmación, negociaciones financieras, extensos interrogatorios y exámenes médicos; se consumaron los planes para la boda”. Finalmente, al enlace de Grace y Rainiero se llevó a cabo el 19 de abril de 1956 en la Catedral de San Nicolás de Mónaco, en una ceremonia a la que asistieron las personalidades más destacadas del mundo artístico y político.

La boda convirtió a Grace en Su Alteza Serenísima, quien -en su flamante papel de princesa- brilló con luz propia, colaborando con su fama y talento al despegue económico del principado. Las inversiones inmobiliarias y turísticas crecieron exponencialmente, convirtiendo a Mónaco en un lugar codiciado por la belleza de su paisaje, donde se conjugan el azul mediterráneo y los Alpes marítimos con la benignidad de su clima. Tiene también espléndidos jardines con hermosas vistas, un puerto atestado de yates y la avenida de la costa que lo circunda con sus exclusivas playas de fama internacional. No hay que olvidar las optimas ganancias del Casino de Montecarlo, el más famoso del mundo; la venta de los populares sellos de correo y el monopolio del tabaco. Todo lo cual le permitía a la población “monegasca” gozar del poco común privilegio de no pagar impuestos, pues lo toma a su cargo la “Societé des Bais de Mer”, que administra también el casino.

En este singular mundo, que más se parece a una fábula, vivieron y reinaron Grace y Rainiero. Tuvieron tres hijos: la princesa Carolina, que nació el 23 de enero de 1957; el príncipe Alberto, al año siguiente; y por último Estefanía, en 1965.

Sus hijas fueron, en su juventud, motivo de mucha preocupación para los padres; debido a sus características de independencia y sus complicadas vidas. Fueron el plato fuerte de la prensa amarillista que registraba cada paso de las princesas. Por el contrario, el príncipe Alberto se mantuvo en un segundo plano con respecto a sus hermanas.

En la actualidad la presencia del príncipe Alberto II y su asunción al trono, luego del fallecimiento de su padre, impidió que la cláusula del tratado de 1917 se cumpla.

Mónaco el principado de leyenda, seguirá siendo un Estado independiente, de acuerdo con los deseos de Francisco Grimaldi. De lo contrario, quizás los falsos franciscanos vuelvan a sacar sus espadas debajo de los sayos.

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playas de fama internacional son uno de sus atractivos.

EL “BLANCO” GANA SIEMPRE

Hace más de un siglo que la Costa Azul comenzaba a ser un lugar de veraneo de reyes, princesas y familias de abolengo de Europa. Ésto fue advertido por el Príncipe Carlos III, que cede a Francia dos lugares estratégicos como Luenton y Rocquebrune para pagar sus deudas; es entonces cuando se le ocurre una idea para consolidar la economía del Principado cuyas arcas estaban exhaustas. Tras ingeniosas gestiones logró interesar a capitalistas franceses para fundar un casino.

En una meseta rocosa se construyó el Casino de Montecarlo perteneciente a la “Societé des Bains de Mer” (Sociedad de Baños de Mar) con la mayor suntuosidad y esplendor de la época. En poco tiempo el casino fue lo que se dice: “una mina de oro”. Por entonces figuraba una frase en los lugares de moda del Principado: “Rouge gagne quelquefois, noir souvent, mais blanc toujour” (El rojo gana algunas veces, el negro seguido, pero el blanco siempre). Esta es una especie de cábala con variadas e inciertas versiones que carecen de fundamento serio.

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típica postal nocturna.

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el príncipe rainiero y grace kelly.