“Tres deseos”

La deconstrucción de una pareja

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El cantante y actor Antonio Birabent, de buenas interpretaciones en algunas alternativas series televisivas de calidad, no alcanza esta vez para darle a su personaje protagónico el nivel que la historia requería.

Foto: Archivo El Litoral

Rosa Gronda

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“Tres deseos” pertenece al casi subgénero de películas intimistas que reflejan la crisis de una pareja, donde, al revés del género amoroso que se cuenta desde el nacimiento y posterior crescendo, la historia de amor se deconstruye, para luego -en todo caso- reimpulsarla en un nuevo contexto. Existe una larga tradición de ejemplos que tiene su modelo emblemático en el filme de Roberto Rossellini “Viaggio in Italia”, donde Ingrid Bergman y George Sander descubren lo alejados que están como pareja al recorrer Nápoles en un viaje revelador que rompe su rutina.

En este caso, no se trata del sur de Italia, sino de la uruguaya ciudad de Colonia de Sacramento. Y el matrimonio está compuesto por Pablo (Antonio Birabent) y Victoria (Florencia Raggi), casados desde hace 8 años. Ellos viajan desde Buenos Aires a la turística ciudad empedrada, para festejar el cumpleaños número 40 de ella. Sin embargo, lo que se planteaba como celebración y descanso se convertirá en una situación incómoda y claustrofóbica.

Desde el comienzo se evidencia el malestar de la pareja en los silencios o exabruptos, en la falta de raccord en las miradas (cada uno ensimismado en el celular o la cámara digital). Un hotel 5 estrellas y el lugar paradisíaco sirven de contraste a una situación sentimental desoladora, donde el bienestar económico no garantiza la felicidad buscada.

Instalados el malestar y las discusiones, interviene el azar con la introducción de un tercer personaje, Ana (Julieta Cardinali), ex novia de Pablo, que coincide en ese lugar de descanso adonde se ha refugiado para olvidar una reciente ruptura afectiva.

Ana y Pablo se descubren cuando éste se ha apartado de Victoria luego de una nueva y arbitraria pelea. Así, entablan un largo intercambio de ideas sobre la finitud del amor que remite lejanamente al díptico de Richard Linklater, “Antes del amanecer” y “Antes del atardecer”, pero sin la perspicacia ni la profundidad poética y filosófica del filme citado.

La delgada línea

“Tres deseos” queda como un film desparejo respecto de sus aspiraciones, aunque también sería injusto suponerlo totalmente fallido. Pero imposible no preguntarse sobre la delgada línea que separa una cosa de la otra.

Sólo tres actores (uno más, en una única escena), una sola cámara, para una historia mínima, estéticamente muy cuidada y técnicamente impecable, “Tres deseos” es una película de momentos de irregular intensidad, donde cuesta perforar la cotidianidad e indagar mucho más allá de la superficie.

A nivel actoral, son las actrices las que tienen más sutileza protagónica: Victoria (Raggi), convincente en la clara infelicidad de su matrimonio; la otra, Ana (Cardinali), caminando sobre el borde de un amor después del amor, pero iluminando con su belleza y su espontaneidad cada aparición en la pantalla. Párrafo aparte para el decepcionante rol masculino a cargo de Birabent, a quien le toca dar carnadura a un personaje obsesivo, malhumorado, celoso y posesivo, cobarde e infiel, al punto que no es creíble que mujeres tan interesantes como Victoria y Ana puedan prestarle atención. Es un personaje desperdiciado en sus posibilidades al no explotar su ambigüedad y construirlo al menos como un malo encantador. Tal vez por eso sus parlamentos suenan tan declamados y sus gestos tan impostados, que se reiteran como el récord de minutos en cámara en que se lo pasa fumando.

Más que sobre el deseo, la película es sobre la carencia y la frustración. No hay deseo, porque no hay pasión para generarlo, algo que tiene su correlato en la no trascendencia de la pura formalidad, de a ratos más cerca de un frívolo aviso publicitario glamoroso que de un discurrir realmente profundo sobre el drama que trata.


 

/// FICHA TÉCNICA

“Tres deseos”

“Tres deseos” (Argentina/2009). Guión y dirección: Marcelo Trotta y Vivián Imar. Con Antonio Birabent, Florencia Raggi, Julieta Cardinali y Javier van de Couter. Fotografía: Leandro Martínez. Música: Iván Wyszogrod. Edición: Liliana Nadal. Dirección de arte: Pablo Maestre. Sonido: Jorge Stavrópulos. Duración: 95 minutos. Se exhibe en la sala LOA, de jueves a domingo.