Del absurdo al cristianismo

Arturo Lomello

Abrumados por los horrores de una sociedad mundial asesina y por el absurdo de una existencia absolutamente incomprensible, el dramaturgo rumano Eugene Ionesco experimentaba el naufragio de su razón. Como tantos otros contemporáneos se debatía en un mar de preguntas que únicamente le hubiera podido responder un Dios para él ausente. Por eso se dedicó a expresar su desconcierto irónico en obras de teatro del absurdo en piezas como “El Rinoceronte”, “La cantante Calva” y otras.

Pero paradójicamente tal rumbo lo llevó, según versiones, a convertirse al catolicismo al final de su vida.

En su libro “El hombre cuestionado”, Ionesco expresa su pensamiento de que Dios, si existe, ha abandonado la creación en manos de demiurgos demoníacos, única explicación a tantos horrores. Y relata en el libro las atrocidades cometidas por la Rusia Soviética y por la Alemania Nazi, además de las cotidianas y absurdas que vive el hombre.

No estaba solo Ionesco en sus pensamientos. Igual que nuestro Ernesto Sábato, que Camus, que Becket, que muchos filósofos y, finalmente, que el hombre común, naufragaba en una realidad tan compleja y tan violenta abrumado por un mar de preguntas que únicamente el cristianismo ha respondido. Pero no es fácil, indudablemente no es sin dificultad, que podemos vivirlo si no somos ayudados por la gracia de Dios y la mirada que penetra en los hechos vistos a la luz del sentido de la vida. Obviamente es intensamente dramático vivirlo en medio de privaciones, de desgracias, del terror como lo expresa el propio Job bíblico.

Una razón bien guiada nos dice que hay una respuesta a los deseos del corazón del hombre más allá de que momentáneamente todo parezca derrumbarse. Muchos hombres enfrentan el misterio reconociendo que Dios les ha hablado en el Evangelio. Es cuestión de no poner topes a las preguntas y entonces podemos verificar las respuestas. Tenemos que aceptar que solos no podemos acceder a la realidad suprema. Es la esperanza de la que habla en sus últimos libros Sábato y que parece que provocó la conversión de Ionesco.