Pensamiento y educación

La tecnología al servicio del aprendizaje en el aula

El proyecto Mate Marote, desarrollado por científicos del Conicet, es un programa que comenzó a aplicarse en algunas escuelas porteñas en julio pasado y que ayuda a entrenar el pensamiento de los chicos a través del uso de la tecnología.

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Las computadoras son un auxiliar cada vez más utilizado en el aula para mejorar distintos aspectos del aprendizaje.

Foto: Archivo El Litoral

 

(C) Diario de Cuyo- Conicet Bs. As.- Conicet Santa Fe- El Litoral

El proyecto Mate Marote combina juegos didácticos, tecnología educativa y conceptos de neurociencia para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

“Aprovechamos todo lo que sabemos sobre cómo funciona el pensamiento para aplicarlo ahí donde la educación tiene dificultades”, señala el Lic. Mariano Sigman, físico e investigador del Conicet en el Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Se evaluaron diferentes intervenciones dirigidas a entrenar procesos cerebrales elementales relacionados con la cognición -la manera en que se aprehende el mundo-. Y añade: “Nos focalizamos en cuatro de esos elementos básicos del pensamiento, y los ejercitamos por separado mediante juegos específicos de computadora. La ejercitación estimula el desarrollo del sistema cognitivo en su conjunto”. Según Sigman, los cuatro módulos son como “ladrillos” indispensables para construir el pensamiento. Por ejemplo, uno de ellos es el de “control ejecutivo”, que tiene que ver con la atención. Otro, el de “planeamiento”, para que los chicos aprendan a planificar su futuro. La “memoria” es el tercero: “Sin memoria no podés pensar”. El cuarto es el de la “Aritmética”. Mediante su ejercitación se busca hacer una transición suave entre la manera en que el cerebro “sabe” sumar espontáneamente y la matemática que se aprende en el aula.

Mate Marote

Este proyecto aprovecha la capacidad del cerebro de modificar sus conexiones neuronales, en particular durante la infancia. “Lo ideal es trabajar con chicos de entre 5 y 8 años”, consigna Sebastián Lipina, doctor en Psicología, investigador del Conicet en la Unidad de Neurobiología Aplicada del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (Cemic), de Buenos Aires. Según el científico, una prueba piloto efectuada con chicos de 1ero. y de 3er. grado, que consistió en siete sesiones de juego de 15 minutos de duración cada una, resultó en incrementos significativos en tareas de control atencional, planificación y memoria de trabajo. “Estos incrementos persistieron 21 días después de la última sesión de entrenamiento cognitivo, lo cual evidencia que estas tareas generaron una memoria duradera, algo imprescindible para un real aprendizaje”, afirma. Por su parte, el Lic. Sigman opina que los resultados obtenidos son “enormes en términos de impacto escolar”, refiriéndose al escaso tiempo que ocupan estos juegos en relación con el total de horas que los chicos están en la escuela.

Fuentes: Diario de Cuyo (S. Juan) y Área de Comunicación Institucional y Prensa del Conicet (Bs. As.).

Adaptó: Lic. Enrique A. Rabe (ÁCS/Conicet Santa Fe).


Mariano Sigman

se licenció en Física en la Universidad de Buenos Aires, e inició una prolífica carrera por distintos lugares y ramas de la ciencia. Se doctoró en Neurociencias en Nueva York, y trabajó como investigador en Ciencias Cognitivas en París; además, se ocupó de la divulgación científica, como lo demuestra en su libro El breve lapso entre el huevo y la gallina. Hoy es profesor del Departamento de Física de la UBA e investigador del Conicet.