“Un cuento chino”

Las antípodas no están tan lejos

Las antípodas no están tan lejos

Una fábula argentina para público universal: divertida, sencilla y con un mensaje más allá de las barreras culturales. Foto: Télam.

Un cuento chino (Argentina/2011). Guión y dirección: Sebastián Borensztein. Con Ricardo Darín, Ignacio Huang, Muriel Santa Ana, Pablo Seijo, Iván Romanelli y Vivian Jaber. Fotografía: Rodrigo Pulpeiro. Música: Lucio Godoy. Edición: Fernando Pardo. Dirección de arte: Valeria Ambrosio y Laura Musso. Sonido: Charly Schmukler y Eduardo Esquide.Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 100 minutos.

 

Rosa Gronda

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Contrariamente al previsible argumento delirante que mal podrían anticipar los prejuicios ante los anuncios que promocionan esta película, desde su mismo título y las imágenes de una vaca caída del cielo, pocos guiones cierran con tanta lógica, cuidado y prolijidad como en esta película atípica y divertida pero tan racional como un mecanismo de relojería. La trama se origina y se encadena a partir de hechos extraños pero posibles, abre y cierra con una perfecta estructura circular, donde el disparador es siempre la casualidad. La presencia del azar es la constante que acerca a los personajes aparentemente opuestos pero en el fondo solitarios sentimentales y de inclinación justiciera.

Lo imprevisible y fuera de cálculo es lo que une en Buenos Aires a un joven chino recién arribado y asaltado, con un solitario porteño cuarentón, que permite a Darín lucirse en la recreación de otro personaje entrañable y contradictorio, Roberto, un ferretero cascarrabias atrincherado en su mundo que no pasa el límite de su barrio y su pequeño negocio. Huraño, malhumorado y obsesivo, este antihéroe se la pasa chocando contra lo que altera su mundito ordenado y seguro.

Este hombre de costumbres rigurosas y solitarios hobbies como: desmigajar el pan, contemplar aviones y recortar noticias extravagantes de los periódicos, ve convulsionada su existencia con la presencia de un desconocido al que no le entiende una sola palabra pero que le genera una mezcla de compasión y culpa. Y aunque su solidaridad no es incondicional, juntos irán generando un vínculo muy especial, al tiempo que atravesarán una serie tragicómica de vericuetos burocráticos y equívocos idiomáticos.

Un cóctel circular

Hay rasgos costumbristas en la forma elegida para contar la historia, guiños a la argentinidad, a la historia reciente y a la corrupción presente. Pero a la vez hay un formato de fábula que es la marca del relato, que se replica en la música y en las escenas fantaseadas por Roberto cuando se imagina como protagonista de las mismas noticias absurdas y reales que recorta (y colecciona) de los diarios.

A “Un cuento chino” le cabe algo más que la simple etiqueta de comedia, porque se trata de una película emotiva con humor, algo negro por momentos, porque el espectador llega a divertirse con las dos tragedias que se encuentran y la risa surge de la brecha que une y separa a estos dos personajes que acaparan el interés y la simpatía del público.

Existen muchas historias de parejas desparejas pero la gracia reside en la forma de contarlas, para lo que ayuda el guión sin fisuras, las inolvidables actuaciones y la dirección de arte con una puesta cuidadísima que define al personaje a partir de su entorno y objetos que remiten décadas atrás.

La película transita por momentos de un costumbrismo muy bien hecho aunque se mueve sin ataduras y juega con otros registros de viñetas fantásticas con las fantasías del personaje. La fotografía, particularmente su iluminación, no es pareja. Hay secuencias en que los colores no están trabajados con la misma intensidad. Se suceden escenas con tonos muy lavados y opacos versus otras de colorido pleno, como la promocionada secuencia final. Pero esas imágenes opacas y planas por falta de luz, también son coherentes con la interioridad del personaje y la brillantez plena de colorido, con su evolución posterior. Porque ningún cabo queda suelto en este relato circular, donde conviene recordar cómo se inicia, en la secuencia anterior a los títulos iniciales y permanecer en la sala hasta los créditos finales que deparan un bonus track de remate. Empezando con el punto de vista en las antípodas, donde aunque no sepamos una palabra de chino es posible comprender la situación extremadamente romántica de los enamorados orientales que en un bote se juran adoración eterna hasta la irrupción de lo imprevisto. Luego del fundido, la cámara invertida se “desenrolla” como un ovillo para recomenzar el relato en la cercana Buenos Aires. Entre un extremo y otro, el aparente absurdo se va justificando a sí mismo, con su ajustado y preciso correlato visual y musical.

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MUY BUENA