Crónica política

Los destinos de Santa Fe

Rogelio Alaniz

Dentro de una semana, las dos grandes coaliciones políticas de Santa Fe decidirán con qué candidatos competirán en julio. Fue una buena campaña electoral y hubo una buena oferta de candidatos. Dejo abierta mis dudas sobre un reglamento electoral que en el mejor de los casos hubiera necesitado más tiempo para aplicarse con eficacia.

Alguna vez en la provincia habrá voto electrónico y nos dejaremos de fastidiar con enjuagues leguleyos hechos al filo de una elección y por lo tanto disponibles para manipulaciones políticas de baja estofa. Alguna vez los radicales aprenderán que a las leyes electorales no se las toca si no hay una muy buena causa que lo justifique. Poco importa que en un laboratorio el nuevo sistema parezca perfecto. La disputa por el poder político no se puede confundir con un ensayo académico. Un partido de masas, extendido a lo largo y ancho de toda la provincia, presenta un escenario con realidades complejas que no se resuelven en un laboratorio sino a través de la práctica política. Con la ley de lemas ya deberíamos haber aprendido.

De todos modos, hay muy buenos motivos para estar políticamente satisfechos en esta provincia. Los que tenemos un poco de memoria recordamos que a principios de los años noventa, Santa Fe era la provincia más corrupta de la Argentina. Hoy hay muy buenas razones para probar que es la provincia que ha sabido construir el sistema político más avanzado, una apreciación compartida por los más importantes cientistas políticos nacionales.

La responsabilidad de este logro es compartida no sólo por los dirigentes, sino por una sociedad que ha sabido indignarse y poner límites a corruptos y sinvergüenzas. Un buen sistema político no soluciona automáticamente los problemas de la provincia, pero crea excelentes condiciones para su resolución. Un buen sistema político no está exento de vicios parciales, de asignaturas pendientes. En definitiva, un buen sistema político no es un ente perfecto, un punto de llegada a una tierra prometida, sino un proyecto en marcha.

La excelente oferta electoral abierta para estos comicios internos, prueba que cuando las coaliciones políticas funcionan y las reglas de juego son respetadas, la ciudadanía se beneficia con buenos candidatos. Por el contrario, en una democracia delegativa, en un sistema que, más que político, merece llamarse de dominación porque el poder está concentrado en un caudillo fuerte y la oposición es corrompida, cooptada o fragmentada, se abre espacio para el continuismo del poder con sus secuelas de degradación institucional, despilfarro de recursos y creciente injusticia social.

Basta con mirar lo que sucede en algunas de nuestras provincias para reconocer al primer golpe de vista este escenario clásico de las democracias delegativas, escenario que incluye al poder político nacional, cuya tentación por perpetuarse en el poder es indisimulable, más allá de las fintas que se ve obligado a hacer por la emergencia de situaciones no queridas.

Santa Fe suma al privilegio de la geografía, el de sus recursos humanos. Vivimos en una gran provincia con amplias regiones que por su cultura de trabajo, calidad de vida y productividad, muy bien podrían pertenecer al llamado primer mundo. La dimensión de estos logros sin duda nos satisface, pero al mismo tiempo deberían ser una exigencia para superar lacras sociales insostenibles en una provincia como la nuestra.

Es verdad que los cambios no se hacen de la noche a la mañana, pero ello no puede ser una excusa para postergarlos hacia el infinito. Toda elección debería ser un excelente pretexto para que todos los candidatos se decidan -por ejemplo- a terminar con la exclusión social. Sería interesante, muy interesante, que los candidatos visiten una villa miseria y se comprometan ante la gente a que si son elegidos, al término de su mandato los villeros serán dueños de las tierras, o tendrán trabajo, o ya estarán en marcha planes de viviendas dignas. Se trata de un compromiso evaluable al final de la gestión. No es imposible hacerlo. No es imposible garantizar que las madres indigentes tengan asistencia hospitalaria digna y que sus niños reciban la alimentación y la educación acorde a las exigencias de los tiempos. No es imposible hacerlo. Hay que tener ideas, ganas y sensibilidad.

En los tiempos que corren, la palabra utopía ha sido sometida a usos y abusos. Yo trataría de ser más cuidadoso con el lenguaje: dejaría las utopías a los fanáticos o a los charlatanes y me dedicaría con más ahínco a resolver las cuestiones prácticas. A la palabra utopía la reemplazaría con la palabra esperanza y cada vez que alguien recurra a esa retórica y hable de los sueños, le diría lo mismo que dijo Winston Churchill a uno de los utopistas de su tiempo que le hablaba de los “sueños”. “Sueñan las personas dormidas, yo hago política para personas despiertas, quienes, además, me exigen estar despierto”.

En una sociedad normal, un buen gobierno es aquel que a las clases propietarias les respeta sus derechos civiles y les asegura reglas de juego claras y a los indigentes les brinda políticas sociales justas, no ese asistencialismo canalla del populismo orientado a congelar a los pobres en su miseria en vez de promoverlos socialmente. Dicho con otras palabras, un buen gobierno debería ser aquel que es liberal con las clases propietarias e intervencionista con las clases indigentes. Franklin Delano Roosevelt lo dijo a su manera: “Nos ocupamos de los pobres, porque los ricos saben mejor que nadie ocuparse de ellos mismos”.

En una provincia normal, un buen gobernador es el que sabe defender los intereses de sus gobernados ante el poder nacional. Es lo que hizo Binner y lo hizo de manera sobria y digna. Es lo que a su manera está haciendo Barletta cuando levanta la voz para ponerle límites a la máquina de impedir de una burocracia nacional que justo en el momento en que se empiezan a hacer cosas importantes en la ciudad, decide acordarse de lo que no se acordó durante décadas. ¡Así se gobierna!

Santa Fe en todos estos años ha ido mejorando sus gobiernos, pero aún queda mucho por hacer. Hacen falta gobernantes atrevidos, con ideas claras y capacidad de ejecución efectiva. No hay que inventar nada, hay que desarrollar a fondo lo que ya está. La cultura del trabajo, la iniciativa individual, la educación y los valores solidarios, han hecho grande a esta provincia. Se trata de profundizar esa línea y hay que hacerlo con decisión, con coraje y con hombres capaces y decentes. No es imposible, pero esto aún no se ha hecho en proporción a nuestras posibilidades.

En Santa Fe hacen falta gobernantes que sepan defender el federalismo, en un país donde el populismo es el principal exponente del centralismo. Tampoco se gobierna convocando a cruzadas destinadas a exterminar a supuestos enemigos. El arte del gobernar en las sociedades modernas consiste en sumar, en construir. No se trata de negar el conflicto -inevitable en toda sociedad pluralista-, lo que no se puede hacer es vivir del conflicto.

El resultado de las elecciones del domingo 22 es una incógnita abierta. Está bien que así sea. En el Frente Progresista existe la sospecha de que el ganador de la interna será el futuro gobernador. Los peronistas, por supuesto, no piensan lo mismo.

En el Frente Progresista cada candidato dispone de una encuesta que le asegura el triunfo. Algo parecido ocurre en el peronismo. En el Frente Progresista los candidatos no exhiben diferencias ideológicas significativas, la disputa no versa sobre los objetivos sino sobre quién está en mejores condiciones para cumplirlos. En el peronismo el escenario es más complejo: dos candidatos -Rossi y Bielsa- se reportan con Cristina, otro -Mercier- reclama que lo voten porque precisamente no tiene nada que ver con Cristina y, en el caso de Perotti, lo que se registra es un esfuerzo sincero para defender los derechos de la provincia sin romper con quien nos viene confiscando recursos desde hace años.

En el Frente Progresista hay un candidato -Bonfatti- continuista y dos candidatos que plantean la alternancia. Por principio, por convicción política y cultural estoy a favor de la alternancia, es decir de Barletta o Giustiniani. Uno pertenece al riñón del Partido Socialista y para los santafesinos es un orgullo saber que fue reconocido como el mejor senador de la Cámara, el mejor por su asistencia y por la calidad de sus proyectos. Barletta, por su parte, ha demostrado capacidad de gestión y de mando, dos atributos esenciales para ejercer el poder.

Tanto Giustiniani como Barletta disponen de una juventud movilizada que recorre la provincia predicando las virtudes de sus candidatos. Algo parecido puede decirse, en la otra vereda, de Agustín Rossi. Con esa movilización juvenil y militante no se gana necesariamente una elección, pero sin ella ganar es siempre mucho más difícil.

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