EL RATI HORROR SHOW

En el camino del falso culpable

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La cámara y el cuerpo. Piñeyro, rifle en mano, en busca del sonido que hace una bala al impactar en la carne de una res faenada. Una vez más, el director se involucra visceralmente en el marco de un minucioso trabajo de investigación para reconstruir un caso policial viciado de irregularidades.Foto: Télam.

Rosa Gronda

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Con el humor ácido de una comedia negra, el racionalismo de las tramas detectivescas y una impecable investigación periodística, Enrique Piñeyro expone en su última película una sorprendente historia de errores ocultados intencionalmente y mentiras tomadas como verdaderas.

El caso de Fernando Ariel Carrera es digno de un filme policial de ficción pero pertenece a la vida real: Carrera, un comerciante treintañero y padre de tres hijos, en enero de 2005 manejaba por una avenida, no lejos del centro de Pompeya, cuando fue interceptado por policías de civil -en un móvil no identificado- que confundieron su auto con el vehículo que momentos antes había participado de dos robos en la zona. Al tratar de eludirlos (creyendo que venían a asaltarlo), Carrera emprendió una huida desesperada, perseguido por estos policías sin uniforme, que además le disparaban. Finalmente, alcanzado por esas balas, perdió el control de su vehículo y atropelló a tres peatones, estrellándose contra un muro, donde aún le siguieron tirando. Sin embargo, sobrevivió y lo condenaron a 30 años de prisión. Los medios de comunicación en su momento presentaron este caso como “la masacre de Pompeya” y a Carrera como un psicópata social, siguiendo fielmente la versión, tal cual fue presentada por la policía y lo mismo hicieron los jueces, condenando sin chequear exhaustivamente la veracidad de las afirmaciones ni percibir la tergiversación de muchos datos tomados como evidencia. Los 90 minutos que dura la película están dedicados a demostrar la cadena de equívocos, desprolijidades, manipulaciones y mentiras gruesas que construyeron este caso.

Engañosas apariencias

“El Rati Horror Show” apela a imágenes de archivo televisivo, sobre todo de los noticieros que abordaron el caso, y las edita de tal modo que se evidencian las incongruencias de un proceso policial y judicial que apunta exclusivamente a demostrar culpabilidad, olvidando la presunción de inocencia.

La película se dedica a demoler los argumentos de la acusación, en una investigación rigurosa que reflexiona acerca de la relatividad de lo que se cree ver y oír (esto se evidencia en las dudas, cuando se repregunta a testigos sobre las balas que creyeron escuchar o las sirenas que no escucharon, datos decisivos para sostener las argumentaciones condenatorias).

La película tematiza sobre “las apariencias que engañan”, recordando al emblemático filme “12 hombres en pugna” de Sidney Ludmet, en que un solo hombre (Peter Fonda) está en desacuerdo con el resto de un tribunal popular, hasta que ese único hombre que discrepa, empieza a plantear dudas tan razonables que, poco a poco, van resquebrajando la inicial seguridad de los demás.

Lucidez y humor

Es evidente que Piñeyro utiliza al cine para hilar la trama profunda de un acontecimiento y aspira a transformar la realidad a partir de ello. Busca no extenderse, consciente de que el tiempo atenta contra la atención del espectador.

Eludiendo lugares comunes del documental, prefiere la puesta en escena de lo que se dice, antes que las palabras: reconstruye el recorrido y el sonido de un disparo con un arma determinada; registra el sonido de una sirena en medio de un intenso tráfico; utiliza muñecos para representar a los jueces o a otros testigos para interactuar con ellos. Se apoya en animaciones para representar argumentos de uno y otro lado.

Sin embargo, este cine de gran lucidez argumentativa y despliegue tecnológico no deja de lado al entretenimiento y el humor, a sabiendas de que su material tiene también mucho de espectáculo grotesco, del que forma parte incluso la mala utilización del lenguaje en boca de jueces o testigos clave: “Lo disparó” en vez de “Le disparó...”; “Estaba inconsciente o consciente o subconsciente” (ininteligible).

Lo horrible de lo cómico

Así como el director es un hombre de características renacentistas (ex piloto de avión, médico, director y actor de cine), sus películas también participan de múltiples facetas: cruce de géneros, entre documental y chispazos de comedia negra y novela policial, modelo argumentativo digno del buen periodismo de investigación.

Pero finalmente, teniendo en cuenta su mismo titulo, “El Rati Horror Show” pareciera inclinarse por una demoledora síntesis en clave cómica, porque, como decía la cineasta checa Vera Chytilová: “Hay cosas que moverían a la risa si no fueran horribles”. Lo burdo de la manipulación en todas las instancias y lo terrorífico de que la investigación fue mal hecha (igual que la condena y el seguimiento periodístico), todo termina de cerrar con la idea de comedia negra que, al mostrarse en toda su trágica ridiculez, tal vez pueda servir para erradicar procedimientos que nunca deberían haber sucedido.


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MUY BUENA

“El rati horror show”

(Argentina/2010). Guión y dirección: Enrique Piñeyro. Codirección: Pablo Tesoriere. Con Enrique Piñeyro, Germán Cantore, Cecilia Rossetto, Agustín Negrussi y Andrés Bagg. Fotografía: Sol Lopatín. Música: Eduardo Criscuolo. Edición: Germán Cantore. Dirección de arte: Lorena Maggi. Duración: 90 minutos. Se presentó en Santa Fe en la sala del Foro Cultural de la UNL, el pasado 30 de junio.