EN ROSARIO

Una obra santafesina ganó un premio nacional de arquitectura

La ampliación de la Universidad Católica de Santa Fe ganó el primer premio en la categoría Escala Media, en un certamen organizado por el diario Clarín y la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos.

Una obra santafesina ganó un premio nacional de arquitectura

“Los dispositivos espaciales deberían favorecer la interacción entre los distintos actores de la universidad, en un ámbito en el que cada una de ellos se relacione con los otros en clave dialógica”, fundamentaron los profesionales.

Foto: FEDERICO CAIROLI

 

De la redacción de El Litoral

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Los arquitectos Javier Mendiondo y Lucila Gómez ganaron recientemente un premio de escala nacional, gracias a su trabajo de ampliación de la sede de la Universidad Católica de Santa Fe, ubicada en el barrio Guadalupe. Se trata de un logro no muy frecuente para la arquitectura de nuestra ciudad. El premio fue organizado por el Diario Clarín y la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos.

Con este trabajo, los profesionales pudieron plasmar en los hechos los valores y las funciones de la arquitectura en relación al sistema educativo. Según consignan en el proyecto, las características del barrio en el que se emplaza la UCSF son “la densa forestación, la baja densidad edilicia y el uso que sus vecinos hacen de la calle como espacio de encuentro de sus vecinos. En ese contexto, el edificio con sus 12 mil metros cuadrados preexistentes, se distinguía por su arquitectura de una escala discordante con respecto el entorno”.

“Se presentaba el desafío de proyectar un edificio con destino educacional y la reflexión sobre el rol que tiene la educación en la sociedad y el entendimiento de la capacidad que tiene la arquitectura de transmitir aquellos valores fundantes del acontecimiento arquitectónico específico. Francesco Tonucci afirma que sólo educadores autoritarios niegan la solidaridad entre el acto de educar y el acto de ser educado por los educandos. Este pedagogo señala además que todos nosotros sabemos algo, que todos nosotros ignoramos algo y por eso, aprendemos siempre. Este enfoque sobre la educación y los actores que participan del proceso educativo guió el desarrollo del proyecto. Los dispositivos espaciales deberían favorecer la interacción entre los distintos actores de la universidad, en un ámbito en el que cada uno de ellos se relacione con los otros en clave dialógica”, fundamentaron.

“El doble desafío estaba presentado. Por un lado enfocado en la relación de lo nuevo con lo existente en términos urbanísticos y arquitectónicos, y por otro, en la manera de expresar en clave espacial que la educación es un acontecimiento colectivo donde el diálogo entre las partes manifiesta el hecho mismo del aprendizaje y de la enseñanza”.

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Los arquitectos Lucila Gómez y Javier Mendiondo, ganadores del certamen organizado por el diario Clarín y la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos. Foto: AMANCIO ALEM

TEORÍA Y PRÁCTICA

“La obra propone recrear en su expresión y en su espacialidad algunos de los atributos identitarios de Guadalupe: la vegetación y el modo de apropiación del espacio público”, explicaron.

“El nuevo edificio traslada el carácter ambiental de las calles del barrio al interior de sus espacios mediante el uso de vegetación, tanto en la fachada a modo de filtro ambiental como en el corazón de la ampliación con la presencia de un lapacho rosado. Asimismo, una planta baja abierta y transparente propone un nuevo diálogo entre el edificio y la ciudad, a modo de interacción entre el patio central y la calle. A su vez, esta planta de acceso recompone las circulaciones interiores de la universidad permitiendo una fluida comunicación con todos los componentes, antes fragmentados, del conjunto edilicio”.

“La planta baja actúa como acceso institucional a todo el complejo educativo, comunicando el ala norte con el ala sur y configurando un claustro alrededor del patio central. Esta planta de acceso tiene un carácter multidestino ya que permite además la realización de conciertos, conferencias, exposiciones y eventos culturales, los cuales resultan un aporte al uso barrial dada la continuidad visual y la virtual desmaterialización de sus límites. Desde este enfoque dialógico el edificio se hace urbano y la ciudad define su arquitectura, conceptos que desmaterializan las demarcaciones instituidas y proponen una nueva forma de cohesionar la sociedad. En los niveles superiores, se localizan aulas de diferentes dimensiones junto con núcleos sanitarios por piso y un núcleo vertical que organiza tanto la parte nueva como los sectores existentes”.

“En cuanto a materiales utilizados y a percepciones representadas, la obra recrea tres episodios secuenciados que corresponden a tres instancias materiales: metal/vegetal, hormigón/vegetal y madera/hormigón.

Una primera instancia se materializa hacia la calle, mediante un entramado vegetal contenido por una malla galvanizada, que se dispone como dispositivo tamizante de fachada, situación que beneficia la mejor interacción con el entorno de Guadalupe, y actúa como fuelle ambiental para las aulas de los pisos superiores. Como jardines verticales, esta malla metálica contiene el sistema de implantación, irrigación y drenaje de seis tipos de especies vegetales que en cada época del año conforman un acontecimiento natural-artificial versátil y cambiante”, indicaron los profesionales.

“La obra registra un segundo momento con una sucesión de espacios que pronuncian la articulación interior-exterior, ligando la apertura horizontal de la planta baja con las tensiones verticales que genera el patio interior con su lapacho rosado. Esta deriva fenomenológica representa una innovación en el modo de percibir la resultante espacial del edificio, proponiendo una arquitectura más amigable con las situaciones climáticas de la región litoral, de veranos calurosos y húmedos, e inviernos cortos y moderados. El patio interior actúa como un extractor de aire cálido y permite circulaciones de aire cruzadas. A modo de impluvium este patio interior resuelve el sistema de desagües pluviales del edificio, dispositivo resuelto mediante un desborde de agua de lluvia que escurre a través de un plano de hormigón desde la azotea hasta una acequia en la planta baja.

“El tercer momento de la obra ofrece hacia el patio interior una respuesta de contraste y ruptura. Se utilizó un sistema de celosías fijas de madera que moderan el impacto del oeste, orientación que en este tipo de región requiere un diseño arquitectónico preciso. Los parasoles de madera transcriben hacia el interior del edificio un juego de sombras proyectadas y sus reflejos en las barandas vidriadas, generando de esta manera un ambiente intenso en el que transcurren las principales actividades de vinculación interpersonal y encuentros entre los integrantes de la comunidad universitaria”, concluyeron.

///FICHA TÉCNICA

 

- Inicio de obra: 17 de julio de 2007.

- Final de obra: 25 de agosto de 2008.

- Coordinación de proyecto: Arqs. Alejandro Moreira y Marcelo Saus.

- Colaboradores: Melina Langhi, José Citroni, Sebastián Romero, Leonardo Huspenina y José Pizzi.

- Asesores estructurales: Ings. Alejandra Saux y José Gallo.

- Cálculo estructura: Ing. Marcelo Panza.

- Paisajismo: Liliana Bock, Mario López y Enzo Fratti.

- Empresa constructora: Cocyar SRL.

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Una obra santafesina ganó un premio nacional de arquitectura

 
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