Preludio de tango

Aquellos tangos de Greco

Manuel Adet

Mi padre lo nombraba con afecto porque era el autor de “Racing Club”, un tango dedicado expresamente a los “distinguidos socios del Racing Club”. Hay una grabación excelente de Ángel D’Agostino en 1944 que era la que escuchaba mi padre cuando el equipo de sus amores ganaba o perdía. Después oí hablar de Greco en un poema de Jorge Luis Borges, titulado justamente “El tango”. Dice en una de sus estrofas: “Gira en el hueco la amarilla rueda/ de caballos y leones, y oigo el eco/ de esos tangos de Arolas y de Greco/ que yo he visto bailar en la vereda”. No sé si Borges vio a los compadritos bailar en la vereda, pero lo cierto es que para la época que Greco componía esa música, los hombres recién lo estaban ensayando y no tenían vergüenza de bailar entre ellos.

No vivió mucho tiempo. Greco murió en octubre de 1924 cuando recién tenía 36 años. Es considerado con justicia uno de los exponentes más típicos y representativo de la “guardia vieja”, un honor que comparte con Eduardo Arolas, Ángel Villoldo y, por qué no, Roberto Firpo. Algunas distinciones y singularidades realzan su memoria. Fue el músico que presentó al tango entre las clases altas, El barón Antonio Mario de Marchi, esa suerte de distinguido y generoso mecenas del tango, yerno de Julio Roca, le habilitó los salones del patriciado porteño.

A principios de la década del diez, Greco actuaba en el Plaza Hotel y en la residencia de Lucio V. López ubicada entones en Callao casi avenida Quintana. En 1913, en el lujoso y exclusivo Palace Theatre se organizó un concurso de tango y él fue convocado. La anécdota merece mencionarse porque se dice que en ese exacto momento el tango ingresó en barrio norte para quedarse para siempre.

No fue el único servicio que Greco le prestó al tango. El bandoneón y el piano en la orquesta fueron iniciativas suyas. Hasta entonces se usaba la flauta, la guitarra y el acordeón. Greco no sólo que incorpora estos instrumentos decisivos, sino que funda la orquesta típica, que se conocerá al principio como Orquesta Típica Criolla. Pronto, la última palabra será eliminada y de allí en más la orquesta típica será para siempre sinónimo de tango.

Se dice que Greco formó su primer conjunto en 1906. Lo acompañaban Juan Borghese con violín y la guitarra de Lorenzo Martínez. El concepto de que el bandoneón dirigía al conjunto también fue un aporte suyo. Al año siguiente introduce algunas modificaciones y el trío pasó a ser cuarteto. Había dos violinistas: Ricardo Gaudenzio y Juan Abatte. Marcos Ramírez en el piano y Vicente Greco con el fueye. Uno de los tangos emblemáticos de su repertorio, “La viruta”, pertenece a ese período, aunque ya para entonces era conocido como compositor y, según se dice, después de estrenar en el Armenonville, “El Morochito”, se vendieron dos mil placas, un verdadero suceso para la época. El tango “Infanta”, dedicado a la infanta Isabel Borbón que había llegado a estas tierras con motivo del Centenario, fue interpretado por él para asombro de la propia princesa. En 1911, la casa Tagini lo contrata para grabar sus primeros discos. Después grabará para Odeón, Columba y Atlanta. En esto también fue un pionero. Un año después, en el café El Estribo -de Entre Ríos e Independencia- presenta su primera orquesta. Entonces, con dos bandoneones: uno a su cargo y el otro a cargo de Juan Lorenzo Labissier. Los violinistas fueron Francisco Canaro y Juan Abatte; el “tano” Vicente Pecci tocaba la flauta y en el piano estaba -nada más y nada menos- que el gran Agustín Bardi.

Se dice que en aquellos años Greco ganaba unos 200 pesos por noche. Seguramente, pertenecía al pasado el tiempo de la pobreza y las exigencias de salir a la calle a vender diarios para comer. En esos días, vestía ropas de primera calidad, frecuentaba los salones distinguidos del centro y cenaba a la madrugada en los clásicos comedores nocturnos de la gran ciudad.

Vicente Greco conocido como “Garrote”- nació en Buenos Aires en febrero de 1888, Su padre era Genaro Greco y su madre Victoria Santo. Eran pobres. Vivían en un conventillo de calle Sarandí al 1356. En el conventillo de Sarandí 1358, vivía Francisco Canaro, con quien forjaron una sólida amistad y fueron socios en diferentes emprendimientos. Como diría Jorge Luis Borges; en aquellos años era posible que de un conventillo saliera un músico, un pintor o un poeta; mientras que ahora -concluía- sólo salen boxeadores y jugadores de fútbol.

La familia de Greco era modesta, pero la pobreza no le impedía cultivar la música. Todos los Greco sabían tocar algún instrumento. Su hermana Elena, por ejemplo, era pianista y Ángel, guitarrista. Su otro hermano, Domingo, además de músico fue un aceptable letrista, como lo demuestra su tango “Naipe marcado”, que Carlos Gardel grabó en 1933 acompañado por las guitarras de Barbieri, Pettorossi, Riverol y Vivas.

“Naipe marcado” fue uno de los temas comodines de Tita Merello, que lo interpretaba con su áspero encanto. La letra habla de la decadencia del tango o de su inevitable destierro. El “naipe marcado” es el tango, al que no le queda otra alternativa que irse, que “piantarse con su bandoneón”. El poema mencionaba algunos temas emblemáticos, como “El entrerriano” y “Derecho viejo” y, por supuesto, “Rodríguez Peña”.

La escuela de Vicente Greco fue la calle. Tenía catorce años cuando descubrió el fueye y nunca más lo dejó. Un conductor del tranvía, uno de esos personajes de la geografía porteña, le enseñó a tocar el bandoneón. El maestro se llamaba Sebastián Ramos Mejía. Sus primeros escarceos como músico los desarrolló en la Boca. Su primer tango ejecutado fue “La tirana”. Para esa época era posible disfrutar de la música de Greco en algunos lugares que no eran muy recomendables para la moral convencional, pero que convocaban al público tanguero de entonces.

Después comenzaron las giras, estuvo en San Nicolás, San Pedro, Baradero y Rosario. Se dice que allí conoció a Florencio Sánchez y en algún momento se pusieron de acuerdo para representar una obra en la que Sánchez pondría la letra y Greco la música. La muerte de Sánchez primero y Greco después impidió esa unión. De todos modos, Greco siempre frecuentó el ambiente del teatro y fue amigo de Evaristo Carriego y Carlos Mario Pacheco.

Los bares La Turca, El Estribo y La Argentina, entre otros, lo tuvieron en exclusividad. En 1911 debutó en el local de Rodríguez Peña 344, conocido con el nombre de “Salón San Martín” allí estrenó con gran suceso el tango “Rodríguez Peña” que luego sería ejecutado por las orquestas de Héctor Varela, Juan D’Ariezo y Carlos di Sarli.

Compuso numerosos temas, algunos muy buenos y otros francamente olvidables. Entre los que merecen destacarse, además de “Rodríguez Peña” y “Racing Club”, están “Ojos negros” con letra de Pedro Numa Córdoba y dedicado a “la señorita María Esther Ortiz”. “Tiene la palabra” es otra notable composición dedicada “al amigo y colega Francisco Lomuto”. También merece mencionarse “La paica”. Por su parte, Carlos Gardel, con quien habían compartido necesidades y esperanzas desde pibes, le grabó “Pobre corazoncito”, “La percanta está triste”, “Alma porteña” y “Argentina”, tema que Greco no pudo disfrutar porque murió antes.

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