Mesa de café

El alma popular

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Remo Erdosain

-Le arruinamos el domingo a los gorilas -se ufana José- Cristina los mandó a la lona a los contras y ahora hay peronismo para todo el siglo XXI.

-¿Estás seguro? -pregunta Marcial con tono sigiloso y con su inefable sonrisa.

-Yo no estoy seguro -responde José- el pueblo argentino está seguro.

-En realidad el que está seguro puede llegar a ser el 54 por ciento del pueblo argentino, porque hay otra mitad del pueblo que tiene otras seguridades -dice Abel.

-Es un 54 por ciento raro -insiste Marcial- porque gana las elecciones y al otro día salen a comprar dólares o mandan la plata al extranjero.

-Eso harán ustedes los gorilas -responde José- los compañeros están con el modelo.

-No me hagás reír que tengo los labios paspados -dice Marcial- acá los únicos que están haciendo plata a carradas son los empresarios kirchneristas, ¿o acaso te creés que Boudou es el Che Guevara y la señora es Rosa Luxemburgo?

-Digan lo que digan, el pueblo emitió su voto y como ustedes saben muy bien...

-El pueblo nunca se equivoca... -completo yo.

-El pueblo nunca se equivoca -dice Marcial- pero cambia de preferencias como esas chicas coquetas de barrio.

-Seguramente las chicas de la clase alta no cambian de preferencias... -refuta molesto José.

-No cambian de preferencias -corrige Marcial- cambian de novio o cambian de auto, que no es lo mismo.

-No sé cual es la diferencia -responde José.

-Esas son las cosas que nunca vas a llegar a saber -insiste Marcial.

-Digan lo que digan -digo- hace dos años la señora tenía un veinte por ciento de aceptación social y hoy es el personaje más popular de la Argentina.

-Y desde la más pura lógica no está descartado que mañana vuelva al veinte por ciento -acota Abel.

-Ustedes se mueren de ganas para que así sea -acusa José.

-Yo no tengo nada personal contra esa mujer -digo- lo que creo es que no es bueno que nadie se eternice en el poder, no es bueno para el pueblo, no es bueno para la oposición y creo que no es bueno para ella.

-Yo pienso exactamente al revés -dice José- yo creo que el país necesita veinte años de Cristina. En América latina y en la Argentina está probado que para que haya cambios el poder debe personalizarse...

-Ya se personalizó con Somoza, Stroessner, Trujillo, Batista, ¿te parece poco? -dice Marcial.

-También se personalizó con Kadafi, Ceausescu o Saddam Hussein y mirá como les fue -dice Abel.

-Además, no exageremos -digo- en Uruguay, en Chile, en Brasil, es decir, en los países vecinos el poder no está personalizado.

-Pero ocurre que en la Argentina el pueblo quiere que esté personalizado -insiste José.

-No sé si el pueblo quiere eso -digo- de lo que estoy seguro es que los peronistas lo quieren.

-A esta altura del partido -dice Marcial- a mi me gustaría saber de qué están hablando los peronistas cuando hablan de pueblo. Yo creo que ni ellos saben de qué se trata o, mejor dicho, para ellos el pueblo es el que los vota, y los que no los votan no son pueblo.

-El pueblo -explica José- son los trabajadores, los humildes, los postergados, los explotados por los gorilas.

-Si esto es así -responde Marcial- ni la señora Cristina, ni el señor Boudou, ni el señor Kirchner son pueblo, porque en esos caso estamos hablando de millonarios... o de multimillonarios.

-En el peronismo también hay lugar para los empresarios nacionales- dice José.

-¿Como Jorge Antonio? ¿Como Lázaro Báez? ¿Como Spolski? ¿Como Eskenazi? ¿Como Cristóbal López? -pregunta Abel.

-Como les duele que los peronistas seamos gobierno -exclama José.

-A mi, a decir verdad -dice Marcial- no me molesta para nada que ustedes gobiernen. Puede que me fastidien un poco sus groserías, su mal gusto, sus vulgaridades, pero desde el punto de vista de mis intereses a mi con ustedes mal no me va.

-Esas groserías que tanto te molestan -responde José- son tal vez el precio que tenés que pagar para que te vaya bien en tus negocios.

-Puede ser... puede ser -responde Marcial, casi como si estuviera hablando consigo mismo.

-¿Y qué me dicen de los monumentos y las estatuas y las avenidas que se van a inaugurar en homenaje a Néstor Kirchner? -pregunta Abel.

-Que conociendo al peronismo -digo- nada me extraña, porque no es diferente a lo que hacían en tiempos de Perón y Evita, cuando hasta a las piedras las bautizaban con el nombre del Hada Rubia o del Primer Trabajador.

-Yo creo que es una exageración -dice Abel.

-A mi me resulta gracioso -admite Marcial.

-¿Y se puede saber por qué -pregunta José- el pueblo no tiene derecho a honrar a sus líderes queridos?

-¿El pueblo o los alcahuetes? -pregunto.

-Una buena pregunta -admite Abel- porque si bien puede haber mucha gente que recuerde con afecto a Kirchner, está claro que la iniciativa proviene del poder y cuando esto ocurre lo que se pone en movimiento es un aluvión de obsecuentes y alcahuetes que para quedar bien con la señora empiezan a proponer monumentos y estatuas en todas partes.

-Yo quisiera saber en qué momento un alcahuete va a proponer un monumento para la señora -se interroga Marcial.

-No estaría mal -admite José- yo creo que la compañera Cristina también se lo merece.

-Si es por eso también se lo merecen el hijo y la hija, y también me lo merezco yo -digo- y también se lo merece Quito, el mozo.

Quito me mira y sonríe distraído porque no sabe muy bien de qué estamos hablando. Sirve una vuelta de café en la mesa y después nos acerca una hoja escrita y nos pide que la firmemos. El que lee la hoja es Marcial, que tose con discreción y la deja en el centro de la mesa. Yo la tomo y leo el texto. Se trata de una declaración pidiendo por la libertad de Astiz y Acosta. Vuelvo a leer el texto y se lo acerco a José.

-Firmalo porque es el pedido de un trabajador, de la encarnación misma del alma popular -le digo.

José la lee y la tira a un costado. Quito nos mira algo enojado, recoge la hoja y se retira, justo en el momento en que José dice: “No comparto”.