Se pone en marcha en Santa Fe
“La mediación es un cambio cultural que lleva tiempo”
Sergio Abrevaya, presidente de la Unión de Mediadores Prejudiciales, sostuvo que en Buenos Aires llevó entre ocho y nueve años lograr que surgieran resultados concretos con la resolución de conflictos por métodos no litigiosos.
Acompañado por el ministro de Justicia Héctor Superti, el experto nacional disertó en nuestra ciudad y en Rosario.
Foto: Corresponsalía Rosario
De la redacción de El Litoral
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Corresponsalía Rosario
“Lo más complejo y lo que lleva más tiempo es que se entienda que la mediación es un cambio cultural”. Sergio Abrevaya, especialista en mediación, participó el viernes en Rosario y Santa Fe de varias disertaciones impulsadas por el Ministerio de Justicia, frente al desafío que existe ante la puesta en marcha del nuevo sistema, fruto de la reglamentación de la mediación prejudicial obligatoria en materia civil y comercial. En esta primera etapa, los casos que irán a mediación obligatoriamente son los que corresponden a juicios que se tramitan en los juzgados de distrito de Rosario y Santa Fe con competencia en lo civil y comercial.
Abrevaya es abogado y mediador, fue director Nacional de Métodos Participativos de Justicia, director del Registro Nacional de Mediación, y actualmente preside la Unión de Mediadores Prejudiciales.
— ¿Cuáles son los cambios culturales que plantea el nuevo modelo de mediación?
— La mediación es un cambio cultural que lleva tiempo. Estamos acostumbrados a que otro, en este caso el Estado, que se apropió de la palabra, resuelva por uno. Esto se arraigó culturalmente. Pero es posible que los conflictos se resuelvan de otra manera antes de llegar a la Justicia. Hace falta un cambio cultural y la única manera, según creo, es cómo se impulsó este sistema en la provincia de Santa Fe, con la aprobación de una ley, que es una ley de discriminación positiva, es decir, se fuerza a que el cambio cultural se produzca porque el arraigo del sistema anterior es tan grande que dificulta ver esta nueva manera de resolución de conflictos por medio de la conversación. Veo muy positiva la ley porque recoge muchas de las experiencias y de los errores que se cometieron en la aplicación de la ley nacional en la Ciudad de Buenos Aires, sobre todo en lo que respecta a la reglamentación posterior. Creo que se han previsto algunas cosas que en los primeros años se hicieron mal en Capital Federal.
—¿Como cuáles?
— Todo lo que tiene que ver con uno de los aspectos más importantes que es la formación en la mediación. Por supuesto que uno nunca sabe si esto va a ser como se soñó. Las leyes de cambio cultural hay que monitorearlas todo el tiempo. Y por otro lado, el esquema de honorarios ha sido, desde mi punto de vista, mucho mejor a la ley nacional en los primeros años. Como así también la creación de la agencia, que es una buena forma de seguir de cerca todo el sistema.
— En Buenos Aires la mayoría de los conflictos interpersonales de índole civil y comercial se solucionan por medio de la mediación. ¿Cuánto tiempo llevó este cambio de tendencia?
— Recién en el octavo o noveno año se empezaron a ver resultados concretos de todos estos cambios culturales. El abogado empieza a ver que le conviene fomentar el acuerdo. Entonces deja de ser un paso inicial prejudicial obligatorio a uno más interesante en el que se puede resolver el conflicto. Uno de los problemas que surgió en Buenos Aires fue la falta de seguimiento estadístico. Se perdieron los números, aunque tenemos estimaciones. Arrancamos con unos 60 mil casos a mediación por año y hoy estamos en 100 mil casos anuales. Es una cifra muy grande. En ese transitar creció el número de casos acordados, y en estos últimos años también se incrementó la derivación de los jueces a mediación, que es algo que está fuera de la ley de mediación, pero cuando se arma el cambio culturales es bueno que siga en la Justicia.
— ¿Hubo resistencias por parte de la comunidad judicial a los cambios que planteó la mediación?
— La resistencia fue fuerte. Los abogados estamos formados en la contienda. Aprendemos en la controversia. Y creemos que hay una sola verdad que tiene que ser dirimida en la Justicia. Esto culturalmente condiciona. Toma mucho tiempo que se vean los resultados. Hay que repensar cómo plantear las cosas.