Estrés: reconocerlo y luego poder reducirlo

Admitir que tenemos un ritmo de vida agitado, que deviene de lo que nos impone una agenda cotidiana complicada, no es fácil. En esta nota se dan algunos consejos para hacerlo, de manera de rescatar la importancia del tiempo para el ocio, parar y tener un momento para nosotros.

TEXTOS. LIC. PATRICIA GUBBAY DE HANONO Y MIRTA DALL’OCCHIO (HEMERA, CENTRO DE ESTUDIOS DEL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD). FOTO. EL LITORAL.

Estrés: reconocerlo y  luego poder reducirlo

El ritmo que cada persona imprime a su vida familiar, laboral y social está asociado a factores que dependen de sí mismo y están a su alcance modificar, y a otros que lo trascienden y con los que poco puede hacer.

Muchas veces escuchamos a personas enganchadas en vorágines en cualquiera de las tres áreas, adjudicando sus corridas y su imposibilidad de parar a las demandas de los otros. La pregunta que surge es por qué alguien cede tanto a las necesidades de su familia, amigos o trabajo

¿Qué causa que se sobrecargue al punto de no poder parar para cumplir con todo? ¿Por qué se plantea como posibles objetivos que, con su capacidad física, mental o ambiental no puede llevar adelante respetando su integridad?

Parece que estas preguntas urticantes no son muy bien recibidas. Resulta más sencillo “echarle la culpa” al afuera y adjudicar la sobrecarga, que estresa y finalmente enferma, a los otros de afuera, que ejercen presión. Parece que crecer y aceptar nuestros límites está entre las cuestiones más difíciles de asumir. Salir del lugar de victimización autoprovocado es todo un desafío, ya que nos pone de cara al espejo en el que no queremos mirarnos.

Preferimos correr, hacer, seguir corriendo sin parar, sin pensar, cumpliendo y cumpliendo, haciendo lo que hace falta hacer sin preguntarnos por el sentido. Allí encontramos una de las raíces de este comportamiento. Comportamiento que no registra los límites propios y con dificultad y enojo se topa con los ajenos. Luego sobrevienen los síntomas, el cansancio que se impone, el malhumor, la irritabilidad, el desgano y finalmente el ‘sinsentido’ y la famosa frase “tengo ganas de patear el tablero”.

Pero ¿cómo se llegó hasta allí? ¿Qué sucedió con los límites anteriores?. La salida no es explotar el cuerpo, la mente, los lazos sociales y los recursos hasta que se produzca un quiebre. Obviamente unas vacaciones sólo ayudarían a descansar un poco, pero si luego se vuelve a lo mismo es una trampa activada. Por eso la sugerencia sería detenerse y pensar ordenadamente: ¿Qué estoy haciendo?, ¿hacia dónde me dirijo con este comportamiento?, ¿cuál es el significado o intención de estas acciones?, ¿estoy haciendo un esfuerzo con sentido, que me conduce a una meta? Debemos analizar los propios comportamientos a la luz del sentido que le damos a nuestra vida y la de quienes nos rodean, valorar nuestros esfuerzos sin disfrazarlos de sacrificios que victimizan, registrar nuestros límites.

Aprender a decir esto no es para mí, y no por vagancia o cobardía, sino porque me demandaría un esfuerzo por encima de mis recursos y no sería sustentable. Aprender a ver diferencias y a respetarnos. Superarnos y crecer nuestros límites es un desafío, pero requiere que conservemos nuestra vida y la de quienes nos rodean con la sensación de que merece ser vivida.

ALGUNOS CONSEJOS

A continuación, las profesionales dejaron algunos consejos para la reducción del estrés, entre los que se cuentan:

- Saber cuáles son las fuentes del estrés: ambientales (clima, ruido, polución), sociales (fechas límites, problemas económicos, discusiones perdidas, duelos), o psicológicos (crisis vitales, adolescencia, menopausia, enfermedades, problemas con la alimentación, con el sueño o la respuesta emocional).

- Recordar que así como pensamos, sentimos y actuamos. Si nuestro pensamiento es catastrófico se activará una respuesta emocional de alerta.

- Reconocer cómo el cuerpo reacciona a los estresores provocando tensión.

- Aprender ejercicios de respiración y relajación por grupos musculares para aliviar la tensión corporal.

- La visualización es una técnica muy efectiva para manejar el estrés como también para aliviar dolores crónicos y la ansiedad.

- Reconocer cómo los pensamientos condicionan los sentimientos y la conducta.

- Ocuparse en lugar de preocuparse.

- Anticipar posibles estresores y enfrentarlos con calma.

- Aprender a darse cuenta del enojo que generan las distintas situaciones para poder actuar racionalmente.

- Aprender a organizar correctamente el tiempo. Establecer objetivos y prioridades.

- “No dejes para mañana lo que podés hacer hoy”; todo lo que se deja pendiente estresa.

- Comunicarse de manera efectiva. Expresar opiniones y sentimientos. Aprendé a escuchar.

- Hacer una dieta balanceada.

- “Ejercicio es salud”; es importante comprometerse a hacer actividad física.

- Usar el fin de semana para cambiar el ritmo. Dejarse siempre un momento para hacer contacto con la naturaleza, planificar un fin de semana con pocas actividades pero placenteras.

- No contestar que sí inmediatamente sin estar seguro de que vas a tener las energías y el tiempo para responder a lo que te están pidiendo. Un simple ‘dejame ver’ también es válido.

- Dejar todo lo que se pueda preparado la noche anterior (desayuno, ropa, mochilas escolares, papeles para el trabajo). Esto ayudará a empezar el día sin apurones de último momento que generan estrés innecesario.

- Despertarse 20 minutos antes de lo habitual; es más fácil reponerse de un rato menos de sueño que lidiar contra las complicaciones cotidianas (atascamientos de tránsito, olvidos o corridas porque los chicos tiraron la leche, etc.).

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