En Génova, Italia

Cementerio monumental de Staglieno

En una superficie de 18.000 m2 descansan los restos de las más acaudaladas familias genovesas, cuyas enormes fortunas les permitían contratar escultores famosos, que dieron como resultado una de las más grandes galerías escultóricas del mundo.

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Cementerio monumental de Staglieno
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Un gran conocimiento del cuerpo humano y dominio del oficio ha dado como resultado escenas de gran realismo: cuerpos agonizantes que representan el último aliento y rostros de los difuntos allí inhumados que vislumbran la lucha entre la vida y la muerte.

Fotos: ARCHIVO EL LITORAL

Nanzi Sobrero de Vallejo

El culto a los muertos ha existido desde los orígenes mismos de la humanidad. Todas las culturas han manifestado un gran sentido religioso expresado de diferentes maneras, los monumentos megalíticos en forma de mesa (dólmenes) y también los túmulos, especie de montecillos artificiales de tierras con los que algunos pueblos cubrían las sepulturas. Es de destacar las conocidas urnas de distintas formas y materiales usadas desde la antigüedad para guardar los restos del difunto, llamadas también vasos.

Otra alternativa fue la costumbre de pueblos como los egipcios y algunas culturas andinas que practicaron un doble rito: el embalsamamiento y el sepelio. La conservación del cuerpo obedecía a la creencia en el retorno del alma luego del juicio final.

Bajo la influencia del cristianismo empiezan a surgir los entierros en las iglesias y en los camposantos, costumbre que con el advenimiento de la colonización se traslada a América.

Los cementerios son especies de ciudades donde conviven épocas, tradiciones y estilos que coligen o armonizan en una escritura que ofrece distintas interpretaciones. Afamados arquitectos y escultores han dejado su impronta en construcciones e imágenes de gran impacto que aúnan la belleza artística y el mensaje de recogimiento y dolor. “Los monumentos se convierten en advertencias a nuestra memoria. Funerario o no, el monumento suele ser evocación a los muertos y se convierte en exaltación a la vida destacando la personalidad del representado”.

Desde los grandes mausoleos, los nichos y las tumbas que se complementan con mesas-altares, carpetas, floreros, portarretratos, candelabros y elementos varios que los deudos ofrecen a sus familiares muertos.

Existen en el mundo cementerios famosos ya sea por los personajes enterrados en los mismos ya se trate de músicos, poetas, pintores, escritores, políticos, hombres de ciencia o por las características de sus monumentos funerarios. Podemos citar el Cementerio de Milán (Italia) el Père Lachaise en París (Francia), el Old Jewish de Praga (Rep. Checa), el de Highgate en Londres (Inglaterra), nuestro conocido de la Recoleta en Buenos Aires y, entre todos, el famoso Cementerio Monumental de Staglieno ubicado en el Valle del Torrente Bisagno, Génova (Italia). Recordemos que en los primeros años del siglo XIX, por razones de salubridad, los cementerios se ubicaban fuera de las ciudades. Por el crecimiento de las mismas, con el tiempo terminaron incorporándose al trazado urbano.

Una gran necrópolis

El Municipio de Génova encargó en el año 1835 al arquitecto Carlos Barabino (1768-1835) la proyección del “cementerio más grande de Europa”. Barabino murió ese mismo año por una epidemia de cólera que se declaró en Génova, pasando el proyecto a su alumno y colaborador Giovanni Battista Resaco (1798-1871).

Los trabajos comenzaron en 1844 en los terrenos de la Villa Vacarezza de Staglieno. Se inauguró en 1851.

En una superficie de 18.000 metros cuadrados descansan los restos de las más acaudaladas familias genovesas cuya enormes fortunas les permitían contratar escultores famosos que auxiliados por la cercanía de las canteras de Carrara dieron como resultado una de las más grandes galerías escultóricas del mundo. Este camposanto llegó a tener tanta fama que sus espacios fueron reservados a personalidades y gentes de recursos y grandes fortunas que contrataban escultores de gran reputación. Muchos de ellos dejaron su impronta supervisados por la Escuela de Bellas Artes de Génova, se destacan Eduardo Alfieri, Santo Saccomano, Lorenzo Orengo, Giovanni Benetti, Leonardo Astolfi y Giulio Monteverde, entre otros.

Leonardo Astolfi (1859-1933) fue un claro exponente del simbolismo italiano, su obra influenció a los artistas de la época. Uno de sus alumnos, Giulio Monteverde (1837-1917) más apegado a los cánones tradicionalistas sobresalió por su maestría en el tratamiento del mármol que en sus manos adquirió gran ductilidad. Este artista fue uno de los principales maestros de nuestra escultora Lola Mora.

Al interior del cementerio se accede por una imponente escalinata que destaca en lo alto su construcción de estilo neoclásico, bordeado de una exuberante vegetación, símbolo de la botánica funeraria. Olmos, encinas, álamos, robles, son protagonistas en la vegetación de esta necrópolis. Árboles que representan la perdurabilidad, la duración y la eternidad.

La escultura funeraria

Una gran variedad de figuras de mármol está concentrada en las enormes galerías que datan de mediados del siglo XIX. Retratos de los difuntos y sus familiares rodeando su lecho. Rostros surcados por el dolor que alzan sus manos en plegarias y niños llorosos de cabezas gachas.

Un gran conocimiento del cuerpo humano y dominio del oficio ha dado como resultado escenas de gran realismo, cuerpos agonizantes que representan el último aliento y rostros de los difuntos allí inhumados que vislumbran la lucha entre la vida y la muerte. Otras figuras metafóricas hacen referencia a lo etéreo de la vida, trasmiten sensaciones que van de lo mágico a lo siniestro, de lo poético a lo lúgubre, en fin, una imagen del tránsito a la eternidad.

Gran protagonismo alcanzan toda suerte de figuras: ángeles -que se arrojan en éxtasis sobre las lápidas de los difuntos-, vírgenes, cristos y otras relacionadas con la religión católica, todo en medio de una atmósfera donde la luz crea sombras inquietantes en los rincones más umbríos.

En esta numerosa cantidad de esculturas funerarias no faltan algunos desnudos quizás para recordarnos cómo venimos y cómo nos vamos de este mundo.

La leyenda de Caterina

Staglieno, como todos los cementerios, alberga también sus leyendas.

Una de las tumbas más visitadas es la de Caterina Campodónico, mujer de familia humilde que se ganaba la vida comercializando frutos secos especialmente nueces, maníes y castañas. Ahorró durante toda su vida para ser enterrada en este cementerio y logró también ordenar una escultura en su sepulcro a Lorenzo Orengo en 1881, escultor de moda en la época. Caterina era famosa por escuchar desde la primera fila las óperas de Verdi, en reconocimiento del artista, dado que mientras él era estudiante pobre y sin recursos, Caterina le solía regalar las castañas.

Una placa reza lo siguiente: “Vendiendo baratijas en los Santuarios de Acquasanta, de Garbo, de San Cipriano, desafiando la intemperie, me he procurado los medios para transcurrir mi vejez y también aquellos para inmortalizarme mediante este monumento, que yo, Caterina Campodónico, me hice hacer mientras aún estaba viva”

Nuestro cementerio de la Recoleta alberga una historia parecida, en la figura de David Alleno el joven cuidador que cumplió con su sueño de descansar allí. Ahorró mientras vivió, adquirió el terreno y encargó la escultura al genovés Achille Canessa.

El cementerio Monumental de Staglieno fue recorrido una mañana de domingo de persistente llovizna gris que agregaba más misterio a esa multitud de seres que emergían del mármol, que trasmitían sensaciones que van de lo mágico a lo siniestro, lugar de paz para el descanso eterno, un sitio para la reflexión sobre lo efímero de nuestro tiempo en la tierra.

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Caterina Campodónico, la humilde vendedora de castañas que ahorró durante toda su vida para asegurar su lugar y su estampa de mármol. Fotos: Gentileza Nanzi Sobrero de Vallejo

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Fragmento: detalle del pie y tratamiento del paño se conjugan con las líneas de la ofrenda floral.

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Foto sepulcro Tomati: realismo, misticismo y maestría en esta representación del recuerdo y el dolor.

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Caterina Campodónico (detalle).