La germinación política del

gen de la semilla antisequía

Una pregunta; una respuesta. ¿Qué hizo posible que Santa Fe se instale en la vanguardia de la investigación internacional en materia de genética y cultivos?. La revolución de la transferencia tecnológica.

 

Luis Rodrigo

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Aunque ninguna placa lo diga, a mitad de la década del ‘80 y tras el regreso de las libertades al mundo universitario, en la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL hubo una segunda fundación.

Y fue ese proceso el que permitió logros científicos destacables y aplicaciones industriales a la investigación, que generan trabajo y riqueza. El Parque Tecnológico Litoral Centro es su fruto más visible.

El desarrollo genético de una semilla antisequía, mérito del equipo encabezado por la Dra. Raquel Chan, no se explica sin las decisiones políticas que cambiaron esa Facultad. Y como todo cambio de fondo, fue necesariamente político, no técnico.

Exigió un debate interno fuerte sobre el rol de la Universidad, que se clausuró con la década del ‘80. Hoy se lo recuerda muy poco, porque el éxito de los resultados convierte en arcaicas aquellas posiciones refractarias a la vinculación de las casas de estudio con las empresas.

Al Dr. Amadeo Cellino -entonces decano de la FBCB-UNL- varias agrupaciones estudiantiles (y seguramente más de un docente) lo acusaban de “vendepatria”. Pero otras lo sostuvieron. Hoy, el ganador del premio Balseiro (2005) se ríe de aquellas consignas. En cambio, no se olvida de otras, no menos prejuiciosas pero más perjudiciales, como el “vayan a lavar los platos” del ex ministro Domingo Cavallo, un símbolo de la extensa década del ‘90. Esa época en la que -contra la corriente que pregonaba comprar desarrollo tecnológico (ya listo) del exterior- la Facultad se transformó: para educar, pero también para investigar y “hacer cosas que le sirvan a la gente, a las empresas, a la sociedad”.

El cambio de paradigma no fue sencillo. Era un escándalo permitir que los negocios, la sed de ganancias, lo que mueve la producción, pudiera manchar la sacralidad de las aulas.

En Bioquímica comenzaron a usarse más seguido términos como transferencia de tecnología, investigación para el desarrollo, incubación de empresas, acuerdos público-privado, servicios a terceros, vinculación. Hoy son comunes al leguaje universitario, y no sólo en Santa Fe.

Cellino condujo la Facultad entre 1986 y 1989, luego de 1990 a 1993; también de 2001 a 2005 y de 2006 a 2010. Fue secretario de Ciencia y Técnica de la UNL desde 1996 a 2002. Hoy es el gerente del Parque Tecnológico Litoral, “estaba para jubilarme, pero no pude negarme a este proyecto, es algo por lo que luché toda mi vida”, expresa.

Incorporaciones

Cellino tenía 39 años cuando fue electo decano. “En 1986 ya teníamos una muy buena docencia, pero me faltaba la investigación, la transferencia. Y había observado que los docentes éramos viejos, que el promedio orillaba los 50 y pico... Con Química éramos las facultades con más años frente a las aulas. Entonces pensé, en 10 años esta gente se va. Vi que mi único proyecto era con gente joven, tratar de formar docentes e investigadores. Y resolvimos traer gente de afuera, ya formada”, recuerda Cellino, que describe cómo a las decisiones políticas hay que acompañarlas de habilidades -y de pasión- en la gestión. “Hoy para ser decano tenés también que ser gerente”, sintetiza sin temor a las palabras.

“Si no me falla la memoria el primero que llegó fue el Dr. Rafael Calvo, un gran físico, buscamos de orientarlo a la biofísica. Creo que es el segundo santafesino, sino el primero, que integra la Academia Nacional de Ciencias. Hablamos de una autoridad mundial. Ahí se generó todo un grupo de investigación sobre las enfermedades sanguíneas, la viscosidad de la sangre, la reología (el estudio de cómo se desplazan los fluidos). Él introducía metales en los aminoácidos (ácidos orgánicos, que conforman las proteínas), por lo que esa investigación tenía una ligazón directa con medicamentos y alimentos”.

Por entonces, “también llegó a la facultad el Dr. Enrique Luque, quien en 2005 envió a la Anmat (la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) la documentación sobre el peligro de las mamaderas con bisfenol (aquellas que indiquen en su composición la presencia de policarbonatos)... la prohibición llegó hace apenas unos días (después que lo hiciera Brasil). Al Dr. Luque también lo afinqué en la Facultad para que desarrollara un grupo que se llama Laboratorio de Endocrinología de Tumores Hormono Dependientes. Luego, con su gran formación abrió otras líneas, como la de los Yacaré y el estudio de la contaminación ambiental, con glifosato, etc, etc”.

Zeltec

Las incorporaciones siguieron. “Otro grupo muy importante que traje, porque habían hecho un post doc en la Comunidad Económica Europea fue el del Dr. Ricardo Crati y la Dra. Marina Etcheverry Garay, habían estado en un instituto de tecnología alemana muy prestigioso, el GBF. Habían desarrollado un reactor continuo para producir eritropoyetina recombinante humana. Es la hormona que tenemos todos en el riñón y le ordena a la médula ósea producir los glóbulos rojos. Los que sufren enfermedades renales y están en diálisis necesitan esa hormona. La novedad fue la tecnología. El proceso para producirla, en base a células animales con genes humanos, hasta entonces se hacía en botellas planas. Esto, en cambio, era una fábrica de eritropoyetina, un cambio tecnológico enorme”.

“La Comunidad Económica Europea ofrecía pagarles el sueldo durante dos años si tomabas el compromiso de afincarlos. El proyecto había andado por todos lados, nadie le prestó atención, y lo tomamos en la Facultad. Ahí nació Zeltec, creció dentro de la Facultad y luego por sus dimensiones fue al Parque Tecnológico. Se produce un kilo de eritropoyetina por año. Son unos 70 los graduados que ahora trabajan allí”, destaca.

“La última persona que trajimos -enumera- fue el Dr. Álvaro Iglesias, también lo afincamos en la Facultad. Lo apoyamos, un enzimólogo de prestigio”.

Del laboratorio a la fábrica

“Posteriormente, buscamos ampliarnos a la biología vegetal, entre el ‘98 y el 99’. En ese proyecto buscamos que la persona que viniera a dar clases también investigara. Trajimos a la Facultad a los doctores Raquel Chan y Daniel González, que por entonces eran esposos. Aprovechamos un programa nacional de mejoramiento de la calidad, se les pagaba un monto de dinero para darles la casa y las condiciones para que afinquen en una Facultad”, recuerda Cellino.

Ambos “aparecen en esta Universidad porque había un proyecto en la Facultad de Bioquímica.

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“Si vos no tenés una política desde la Universidad o desde el Estado, el investigador no puede hacer nada”, sintetiza Amadeo Cellino, ex decano de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas. Foto: Mauricio Garín

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No sólo nos interesaba que ella diera clases, sino también lo que tenía en las manos. Nosotros tenemos la carrera de Biotecnología y nosotros, lo que queremos, es desarrollar cosas para vender, para patentar. Hay alrededor de 40 patentes hechas por desarrollos en la Facultad”.

“Siempre buscamos que la FBCB-UNL fuera al finalizar el siglo XX una facultad moderna, de excelencia, con los parámetros para que además de enseñar sepa investigar, y que esas investigaciones sirvieran para el desarrollo estratégico del país, para generar empleos y generar trabajo para los propios egresados y preocuparse por las cuestiones sociales. Hacer trabajos que ayudan a la sociedad”, explica.

Bioceres

“¿Cómo se genera lo de Raquel Chan? En realidad el cuadro se completa al aparecer en este tema (Gustavo) Grobocopatel. Fue así. Uno de los pibes rindió una tesis de doctorado sobre el gen HAHB 4, y Grobocopatel vino a la Facultad y nos dijo: ‘a mí me interesa ese desarrollo’ ”.

“¿Qué es Bioceres? Bueno, hay que recordar antes a Aapresid, la Asociación de Productores de Siembra Directa, donde estaba Víctor Truco y ahora está su hijo, Federico. Bueno, ellos crearon Bioceres, el brazo económico. La idea de Grobocopatel, la que tuvo entonces cuando nos fue a ver y que sigue teniendo es: hay que sacar las cosas de la Universidad y trasladarlas a la producción. Y para eso ‘hay que poner plata y esperar diez años’, eso nos dijo. El primer convenio lo firmamos en 2003... se van a cumplir los diez años. Van a cosechar una tonelada, pero de dinero”, ríe Cellino.

“Nosotros, los argentinos, tenemos una ciencia que ha crecido sobre todo con fondos públicos, y que hay que aplicarla. Y para eso hay que tener políticas. El proyecto de la Dra. Chan, por poner un ejemplo que hasta se ha difundido en la BBC, no hubiera existido sin la Facultad de Bioquímica”, sintetiza para advertir que toda investigación, aún la que hagan los genios, necesita de un marco de decisiones políticas.

Rosario no pudo

“No sólo nos interesaba que ella diera clases, sino también lo que la Dra. Chan tenía en las manos”. El Dr. Amadeo Cellino relata cómo fue que la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas sumó a la Dra. Raquel Chan, hoy muy conocida porque encabeza el grupo de investigadores que desarrolló, mediante la genética, la llamada semilla antisequía.

Antes de entrar al proyecto de la Facultad, la investigadora, y su ex marido, el Dr. Daniél González, “estaban en un instituto que se llamaba en ese momento Cefobi, un centro de investigación en fotoquímica, que dirigía el Dr. Vallejos, en Rosario”, recuerda Cellino.

“Cuando uno empieza a ponerle nombre y apellido a los proyectos, tiene que hacer una suerte de investigación, o si se quiere una selección que tiene también algo de espionaje... Hay que saber buscar. Recurrí a una ex alumna, que ya había hecho su doctorado, le pedí que fijara su atención en alguna persona que me pueda dar una buena docencia y que tenga investigación orientada a la biotecnología vegetal. Buscó, hizo algunas averiguaciones, y nos entregó una lista de investigadores y sus currículums. A esa lista la analizamos con el rector, con el secretario de investigación, que son colegas, y nos pareció que los doctores Chan y González eran los indicados”. “A la Dra. Chan le construimos dos laboratorios. Tenía tres en total. La apoyamos con recursos y logramos una formación de recursos humanos al mundo, que es impresionante. En la Facultad yo manejé siendo decano doce millones de dólares, de los cuales seis eran para la formación de recursos humanos y seis para equipamiento. Y hoy la Facultad tiene lo mejor. Y está llena de jóvenes. Algunos de los que empezaron en esa época ya son profesores titulares”, dice con orgullo Cellino.

“Todo esto nace de un proyecto, la investigación de la Dra. Chan nace de un proyecto de una Facultad que cambió de paradigma: cuando yo era alumno, el decano se preocupaba porque tuviéramos buenos docentes, buenas aulas, lo necesario para estudiar. Hoy el decano debe ser decano y también ser gerente: responder a la demanda de la industria, a la demanda de la sociedad, a la demanda del gobierno y a las demandas internacionales de desarrollos que te permiten sobrevivir en el ambiente de la academia y del desarrollo”.

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Dra. Raquel Chan

Foto: Luis Cetraro