La belleza de las cosas simples

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El 5 de abril se cumplieron cien años del nacimiento de Carlos Guastavino. En estas imágenes, postales de su juventud.

 

El compositor y pianista santafesino Carlos Guastavino es protagonista de la música argentina del siglo XX. Su obra es parte del imaginario social argentino. Su música ha logrado diluir los límites entre “culto”y “popular”. Su legado, su riqueza, su vida musical. Aquí la palabra de profesores y músicos que interpretan sus obras.

TEXTOS. MILI LÓPEZ. FOTOS. el litoral.

Con su andar tranquilo y cadencioso, Carlos Guastavino (1912-2000) ha transitado con la misma templanza las callecitas de arena de Rincón (de su “Pueblito, mi pueblo”), que las streets de Londres, lugar donde “Los tres romances argentinos”-su arreglo orquestal de una obra original para dos pianos- fue estrenada por la orquesta de la BBC.

Tras su aura de sencillez y parquedad, con fuertes convenciones, algunas contradicciones o negaciones a distintas tendencias, el compositor y pianista santafesino es -sin dudas- un protagonista genuino de la música argentina del siglo XX.

El piano ha sido su instrumento y eje compositivo, y la canción de cámara su máximo cauce de expresión. Desde el lied alemán, la mélodie francesa, hasta las canciones de impronta folklóricas o sus propios arreglos de canciones de origen folklórico, todos son recursos para su composición cancionística.

En estas dos líneas compositivas (música para piano y canción de cámara) que aparecen en el país con Alberto Williams y Julián Aguirre- está la idea de la música que da cuenta de un lugar, esta afinidad del romanticismo que se llamó nacionalismo musical. Desde Mozart, Beethoven, hasta casos más emblemáticos como los músicos rusos, Béla Bartok y músicos latinoamericanos han embebido sus composiciones con expresiones populares en códigos más estilizados. La música de Guastavino se adhiere a esta corriente de “regionalismo” aludiendo a lugares reconocibles a partir de ciertos giros melódicos, y aspectos rítmicos colmados de síncopas y acentos, aunque nunca llegan a ser reproducciones.

Decía Guastavino, “Lo que considero fundamental para el auténtico creador, es el expresar el medio en que vive. El artista tiene la obligación de exigirse cada vez más en ser fiel con su medio para dar auténtica fisonomía a la nacionalidad. No hablo de un nacionalismo agresivo o cerrado, que es negativo, sino de un sentido real de definición local y auténtica. ¿Quién expresará nuestro paisaje? ¿Quién expresará nuestro sentir colectivo? Nadie, sino nosotros mismos”.

Así, el compositor utiliza un lenguaje musical evocativo y nostálgico. Allí aparecen imágenes tan propias, plasmadas en los poetas que acompañan a su música como en los giros y ritmos que elige. La música de tradición escrita se impregna de expresiones populares: las melodías sencillas, los paisajes recurrentes, la idiosincrasia de cada lugar, los colores sonoros. Hasta el día de su muerte, Guastavino siguió admirando las cosas simples y bellas de su entorno y plasmándolo en su arte. Su obra es parte del imaginario social argentino.

FIEL A SU ESTILO

Sería un error reducir la obra de Guastavino a su vinculación a las músicas regionales. Su obra es mucho más vasta y heterogénea. Sus 266 composiciones dan cuenta de una cuantiosa producción multiplicada por los arreglos y versiones, propias y ajenas. En distintos momentos de su vida ha compuesto obras con estilos más abstractos, canciones de tendencia hispánica (“El prisionero”, “Siete canciones” de Rafael Alberti), canciones escolares (“La música”, “Canción del estudiante”) y obras de corte clásico romántico europeo.

Tampoco se limita a los géneros de música para piano y canción de cámara, sino que se pueden conocer sonatas y sonatinas, música coral, repertorio para guitarra, coro “a capella”, conjunto de cámara, música para orquesta, entre otros. De esta manera su identidad compositiva no es una sola, sino que se presenta como un conglomerado al que recurre en relación a sus necesidades expresivas.

Lejos de enrolarse en las vanguardias musicales que ingresaban al país, Guastavino se mantiene fiel a su estilo, sin adherirse al serialismo de los años 30 que militase Juan Carlos Paz, y más tarde, en los 50, hicieran propio Ginastera y Gianneo para estar acorde a las tendencias estéticas y compositivas de la música en occidente. Deliberadamente toma la posición de mantenerse ajeno a la dinámica histórica musical de las décadas del 50, 60 y 70, lo que lo sitúa en el blanco de críticas y exclusiones del círculo de sus colegas.

Guastavino “mantiene sus referentes que son Tchaikovsky, Ravel y ciertas técnicas del comienzo del siglo XX francés, junto al aroma de lo regional más o menos palpable”, explica Edgardo Blumberg, Profesor de Historia de la Música, y agrega: “Quizás también sea una de las razones por la cual su música entra en un proceso de popularización masiva. Se trata de una obra de recepción afectiva, que no necesita un proceso de intelectualización como el que demanda la música contemporánea. Su música no es muy compleja ni muy moderna, siempre está en un sistema tonal. Sus melodías son todas fraseables, memorizables para el público no especializado, lo que hace que la recepción sea muy buena. Además, él mismo diseñó un programa de concierto construido exclusivamente con obras propias con el cual salía de gira por el país y el extranjero, lo que potenció la circulación de su música”.

LA MÚSICA POR MÚSICOS

Dentro de su obra, la Sonata para Clarinete y Piano (1971) es considerada una de las composiciones más valoradas por el mundo musical especializado y más lograda dentro del género. “La impresión fue impactante al principio cuando la escuché en vivo, por una niña prodigio, pues era altamente demandante en las destrezas técnicas requeridas y sobre todo porque destilaba una chispa y un encanto muy atractivos y muy original”, cuenta el clarinetista santafesino Mariano Laurino, y agrega: “Era un estilo que en nada se parecía a lo escuchado y estudiado anteriormente de los grandes compositores de la música occidental frecuentados en los ámbitos académicos, sin embargo traslucía una familiaridad con sus melodías, un aire muy de aquí”.

Muchos años después de ese primer impacto, ya con partitura en mano y luego de resolver los desafíos técnicos y expresivos de la obra, Laurino emsambla su parte de clarinete con las pianistas locales Marta Chito, primero y luego con Perla del Curto. Con esta última, además, graban para circulación casera “Tonada y cueca” (también para piano y clarinete) donde los ritmos folklóricos son evidentes y la Sonata mencionada donde estos aires son insinuados.

“En el aspecto melódico se percibe una pertenencia local, lo que las hacen obras únicas en el repertorio de la música de cámara mundial” reflexiona Laurino y concluye: “En relación con el piano, Guastavino posee un altísimo conocimiento de las posibilidades pianísticas, hecho que se evidencia en la escritura de las partituras: maestría en el manejo formal, de las tonalidades-modalidades y armonías ricas, (herencia del romanticismo de finales del siglo XIX) y equilibrio en la conducción de las voces que se alternan entre los instrumentos por igual, como en un diálogo, generando una textura final muy interesante. A su vez, las melodías son muy inspiradas, desde lo emocional presentan una serenidad interior, cada sonido tiene como una poesía suave sin estridencias, que es menester transmitir y a través de los instrumentos, incluso en los pasajes ‘virtuosos’. En todo ello se intuye y siente un gran todo artístico: se puede tocar el alma”.

DECIR LO ESENCIAL

La obra de Guastavino es indiscutiblemente importante en relación al género de la canción para voz y piano. Su característica principal es su proceso de multiplicación, es decir, una canción es “arreglada” más de una vez. “Se equivocó la paloma” con letra de Rafael Alberti es su máxima expresión al ser interpretada por artistas de todo el mundo como Serrat o Mercedes Sosa. Su prolífica obra cancionística alcanzó su máxima popularización a partir de la relación del compositor con el boom folklórico de los 60 y su fuerte impacto social.

En este género, la soprano Mercedes Robledo y la pianista Liliana Larroquette, han realizado un valioso aporte a la difusión de la obra del autor y a la cosmovisión que acunó su música, con la grabación del cd ‘Sentir hondo, pensar alto, decir lo esencial’’ lema pregonado por el propio Guastavino- que reúne 14 de las canciones menos conocidas del compositor y representa una selección que atraviesa sus diferentes etapas creativas.

“Siempre me gustó la música de cámara alemana, y después lo conocí a Guastavino en quien yo encontraba esa unión de la cercanía de la música clásica (que venía estudiando desde hace muchísimos años) y lo popular que permitía expresarme de otro modo”, cuenta Mercedes, y agrega: “Este disco fue muy bien recibido por el público, fue una manera de acercar esta música a personas que quizás no son asiduos a conciertos de cámara o de coros, esa es la característica de este compositor: generar un vínculo entre la obra musical y el público masivo”.

El disco incluye canciones de los ciclos compositivos que oportunamente Guastavino nombró como ‘Doce canciones populares’’, con letras de Arturo Vázquez y León Benarós; ‘Flores argentinas’’, con poesía de Benarós; ‘En los ríos de las manos’’, con poesía de José Pedroni (situada en la década del 70); ‘Cuatro canciones argentinas’’, donde recopila melodías populares de Jujuy y La Rioja; y ‘Cuatro canciones coloniales’’, donde su música surge para acompañar versos de Benarós, Gabriela Mistral y Francisco Silva.

“Las canciones de Guastavino representan para nosotras ese sentir hondo al que él mismo hace alusión. Seleccionamos en este trabajo las canciones que sentimos en lo profundo del alma”, comentó la cantante y completó. “Sus canciones evocan diferentes paisajes santafesinos que todos, de una u otra manera, hemos presenciado y tal vez, admirado. Es una variada propuesta que quiere hacer hincapié en lo nativo, siempre con el soporte de la composición académica”.

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Hasta el día de su muerte, Guastavino siguió admirando las cosas simples y bellas de su entorno y plasmándolo en su arte.

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El músico y el piano, su instrumento y eje compositivo. Habrá homenajes a su figura durante todo el año.

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Liliana Larroquette y Mercedes Robledo en el concierto de presentación del CD de homenaje a Carlos Guastavino.

Su identidad compositiva no es una sola, sino que se presenta como un conglomerado al que recurre en relación a sus necesidades expresivas.

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“Se equivocó la paloma”, con letra de Rafael Alberti y música de Carlos Guastavino.

Para agendar

- A lo largo de este año el Instituto Superior de Música organizará el ‘Festival Centenario Carlos Guastavino‘, que contará de numerosos conciertos, presentaciones de libros, producciones audiovisuales y actividades académicas (www.ism.unl.edu.ar).

- Para conocer más en detalle la obra de Guastavino, en 2011 se publicó el libro ‘La obra musical de Carlos Guastavino (circulación, recepción, mediaciones)‘, de la historiadora y musicóloga Silvina Mansilla, editado por Gourmet Musical Ediciones. Se puede visitar el sitio http://documentacioncarlosguastavino.wordpress.com

- “Carlos Guastavino. Canciones”. CD de Audio. Víctor Torres (barítono), Dora Castro (piano). Buenos Aires: IRCO, 2008

- ‘Sentir hondo, pensar alto, decir lo esencial’’. CD de Audio. Mercedes Robledo (soprano), Liliana Larroquette (piano). Producción independiente.