Un retrato de los criminales más famosos de la Argentina

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cayetano santos godino “el petico orejudo“, carlos robledo puch y ricardo Barreda son algunos protagonistas de la crónica elaborada por rodolfo Palacios.

Carlos Robledo Puch, “La Garza” Sosa, “El Gordo” Valor, Yiya Murano y Ricardo Barreda son algunos de los personajes que integran el libro de Rodolfo Palacios, que muestra la trastienda de la vida de los criminales más emblemáticos del país.

TEXTO. LETICIA POGORILES (TÉLAM).

Enmarcado en la tradición de las crónicas policiales de Roberto Arlt, Juan José de Soiza Reilly -que entrevistó al Petiso Orejudo- y el narrador de noticias criminales Emilio Petcoff -a quien homenajea- Rodolfo Palacios publicó “Adorables criaturas, crónicas grotescas de ladrones y asesinos”, un libro que se convierte en la llave para entrar a las vidas privadas de hombres y mujeres que conmocionaron al país.

Esta galería siniestra -dividida entre “los que matan” y “los que roban”- contada con economía de recursos, sin floreos literarios y con diálogos naturalistas, es también un confesionario de los criminales en el ocaso de sus vidas y carreras delictivas, algunos aún presos, otros libres y los menos, ya muertos.

“Soy como un vocero del hampa”, bromea Palacios (Mar del Plata, 1977), quien a los 17 años comenzó su raid periodístico por los casos policiales. “Es algo adictivo” dice, y justifica: “hice más de 50 entrevistas a criminales y pisé 30 cárceles”, todo en pos de conocer las buenas historias que hay detrás y que este género sabe dar.

Para este registro íntimo, Palacios eligió momentos precisos que los criminales le contaron, con la idea de que el lector haga su propio juicio de valor.

NADAR EN MILLONES

“Quería mostrarlos en escena, verlos en acción, su interacción con la gente y su comportamiento ante mi”. La primera parte, dedicada a los ladrones, arranca con la vida de “El último gángster del conurbano”, Luis “El gordo” Valor, ex líder de la superbanda que asaltó más de 50 camiones blindados y bancos en los 80 y 90. La escena inicial son los pequeños hijos del ladrón imitando al Tío Rico y al Pato Donald cuando nadan entre los miles de billetes desparramados en una cama.

El Gordo Valor, sinónimo del hampa local, protagonizó en 1994 la famosa fuga de Devoto cuando, junto a cinco amigos, bajó por las sábanas anudadas y huyó a los tiros en dos autos.

Luego de entradas y salidas del penal, Valor está detenido desde 2009, organiza festivales infantiles en el penal y sueña con que se filme la película de su vida, interpretada por Julio Chávez.

“Robábamos cinco blindados por mes. La superbanda respetaba los códigos de la calle y la vida de la gente. No mataba, no secuestraba, no le afanábamos a un pobre”, revela Valor sobre su estilo ‘ya en extinción‘.

Hoy, este Al Capone nacional que supo nadar en millones, dice ser tan pobre como en su infancia. Su ex compañero, Oscar Hugo “La Garza” Sosa, ya no sale de cacería de caudales con un fusil. Retirado, dirige la Casa Cultural La Garza y una escuelita de fútbol. “Quiero sacar a los pibes del delito, el paco los está matando, quiero más futbolistas que delincuentes”, asegura el ex superbanda, a quien un camión blindado ya “no le genera nada”.

LADRONES DE BANCOS

“Los entrevistaba, después tomaba algo, a la semana me volvía a juntar, ellos se confundían porque un periodista hace la nota y se va. Así sucedió con el falsificador de billetes Héctor Fernández, alias el artista, que pensaba que quería trabajar con él”, cuenta sobre este hombre que disfrutaba más haciendo la plata “que gastándola” y que hace pocos días fue detenido de nuevo.

En el ADN del ladrón nacional de bancos, para Palacios, hay una identificación con la gente: “Los bancos nos viven estafando y el corralito fue el verdadero robo del siglo” apunta.

En 2006 robaron 15 millones de dólares del Banco Río de Acasuso, saquearon 145 cajas de seguridad y huyeron en dos gomones por los desagües subterráneos.

“Un grupo de siete tipos entró a un banco y robó sin disparar un tiro; eso genera admiración”, opina sobre esta historia que desmenuza con lujo de detalles en el libro.

LA MÁS GROTESCA

El cronista trabó relaciones con asesinos, como Yiya Murano, que hoy tiene 82 años y está “medio ida” en un geriátrico de Caballito. “La envenenadora de Montserrat” se le aparecía a Palacios en su lugar de trabajo al grito de “Nieto querido, Rodolfito de mi alma, me ocultás como si fuera un perro desnutrido”.

En la crónica sobre Yiya, el autor describe sutilmente a una psicópata divertida con intenciones de seguir envenenando, a una especie de ninfómana que decía “coquer” porque “no le gustan las malas palabras” y una comedora voraz que llegó a atragantarse con una papa frita hasta quedar morada frente a un atónito periodista.

“Yiya justifica el título del libro. Es la más grotesca de todas. Lloré de risa con ella y me dio bronca porque me ridiculizaba. Es una manipuladora, se dictaminó que era psicópata y, por otro lado, podría haber estado en un stand up y hacer reír a la gente. La vi firmando autógrafos a pibes de 20 años, hay un club de ella en Internet, no lo podía creer”, cuenta.

LA VIOLENCIA LATENTE

El odontólogo Barreda -amante de sus cotorras Carlitos y Felipe, del fútbol y del cine- protagoniza un capítulo estremecedor que incluye diálogos de violencia tenue y contenida entre Berta, su actual novia, y el hombre que en 1992 mató a su esposa, sus hijas y a su suegra.

“La enclitofilia es la atracción que generan asesinos en mujeres que pretenden salvar a ese hombre del destino del infierno. En el caso de Barreda es notable, Berta es la que le hace vivir la segunda vida”, cuenta Palacios.

“Él es un tipo frío -sigue- pero se muestra como alguien tierno que cuida dos cotorras. Sin embargo, hay algo que está latente. Construyó un relato único que nadie pudo desmentir, hizo creer a la sociedad y a la justicia que era una víctima que un día estalló, que mató porque le decían ‘conchita‘ y era humillado. Eso es lo que dice él. Yo no lo juzgo, pero incorporo elementos”.

LA FAMA CUESTA

Robledo Puch fue el único que se enojó con Palacios. “Lo último que supe de él es que fantasea con volarme la cabeza de tres tiros”. Así comienza la crónica del mayor asesino serial y civil -aclara el autor- que está preso hace 40 años y que, lejos de ser “una bestia enjaulada, es un muerto en vida”.

“A todos les gusta la fama -analiza- hay una cuestión de vedetismo. Cada ladrón dice que fue el líder de la banda: Robledo Puch cree que es superior al Petiso Orejudo; Barreda cobra entrevistas y Yiya, en su momento, pedía mucha plata”, concluye.

En “Adorables criaturas”, editado por Fundación Ross, Palacios también narra las historias de Arquímedes Puccio, Aníbal González Higonet conocido como “el loco del martillo”; Margarita “Pepita la pistolera” Di Tullio; uno de los Doce Apóstoles, Juan José Murgia Canteros, Pedro Palomar, Klimov Volodymir y Mario César Fendrich.

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