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Alemanes contra el ahorro

Pablo Sanguinetti - DPA

Son chispas aisladas, brasas aún tibias. Pero noticias como los históricos recortes anunciados en España calientan algo más las voces que desde la propia Alemania critican la receta de ahorro dictada a Europa por la canciller Angela Merkel. ¿Llegarán a convertirse en hoguera?

El duro plan anunciado el miércoles pasado por el gobierno de Mariano Rajoy fue bien recibido en Berlín, donde el Parlamento vota este jueves el aporte alemán a las ayudas europeas a España. Pero también hizo que muchos alemanes volvieran preguntarse hasta qué punto la austeridad está sirviendo para poner fin a la crisis.

“El gobierno alemán defiende hasta ahora la tesis de que lo único que hace falta es ahorrar lo suficiente. Los mercados lo reconocerían y los intereses de la deuda volverían a bajar. Esto es una ilusión”, lanzó este fin de semana Peter Bofinger, uno de los llamados “sabios” económicos que asesoran al gobierno de Merkel.

“Por más que los países de la eurozona apliquen un ahorro férreo, lleven adelante reformas estructurales y hagan prácticamente todo bien, seguirán amenazados por la bancarrota”, explicó en una entrevista con la revista “Der Spiegel”.

El caso de Italia demuestra que la austeridad puede llevar a un “círculo vicioso”, añadió. ‘”Como el gobierno ahorra, el país se desliza hacia la recesión. Esto dificulta cumplir los objetivos de déficit. Lo que pone nerviosos a los inversores. Y hace subir los intereses de la deuda pública”.

La receta anticrisis de Bofinger: “Un pacto que combine una mutualización limitada de deuda con condiciones estrictas y un plan de amortización vinculante”.

Este diagnóstico, tan repetido fuera de Alemania, hace pensar que algo está cambiando cuando sale de la boca de uno de los economistas más respetados del país y asesor del gobierno conservador en Berlín. Pero el caso de Bofinger no es único.

Por motivos algo diferentes, también los exportadores alemanes piden un cambio de rumbo. La política de Merkel deteriora la imagen de Alemania en el exterior y “enfría claramente” el clima de negocios, denunció recientemente el presidente de la unión de exportadores BGA, Anton Barner. “Uno no entra en un negocio si el vendedor le parece antipático”.

Barner se quejó de que los exportadores deben justificar ante sus clientes la dura política de austeridad y ahorro de Berlín y aseguró que las empresas perciben más reparos en sus socios comerciales. No es un dato menor: las exportaciones son el pilar del “boom” que atraviesa la primera economía europea.

A la misma hora que Rajoy anunciaba al Congreso los recortes más duros en la democracia española, el instituto económico DIW de Berlín imaginaba el miércoles una receta diferente: crear un impuesto a la riqueza o un “préstamo forzoso” de los más ricos al Estado, que sería devuelto cuando haya pasado la crisis, con sus intereses incluidos.

Los expertos recomendaban esa vía también para España, “para que el Estado pueda refinanciarse gracias al patrimonio privado que se encuentra en parte fuertemente concentrado”.

Las críticas son más tibias desde la oposición de centro-izquierda. Los socialdemócratas del SPD consideraron que su reciente victoria en las elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia, un termómetro de las generales de 2013, se debieron a la política fiscal más laxa que siguieron en ese “Land”.

También Los Verdes, la segunda fuerza de la oposición, apuestan por más crecimiento y su líder parlamentario, Jürgen Trittin, celebró “el fin de la era de la austeridad en Europa” cuando Merkel aceptó impulsar un pacto de estímulo a la coyuntura en la cumbre europea de fines de junio.

Pero lo cierto es que ambos partidos ven esas políticas sólo como un complemento a la disciplina y dan su apoyo a Merkel en el Parlamento cada vez que la canciller lo precisa para impulsar su política europea. El motivo de esa calculada ambigüedad: los propios alemanes.

Las encuestas revelan una y otra vez el apoyo de la población a la política de austeridad de Merkel y la imparable popularidad de la canciller por su gestión de la crisis. Las críticas existen, pero siguen siendo aisladas. Y lo serán mientras no entusiasmen a grupos más amplios de la sociedad.

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