Historias con árboles

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Fragantes flores de aromo.

 

Pocos días atrás, el 29 de agosto, se celebró el día Nacional del Árbol, una buena ocasión para rescatar textos poéticos y leyendas sobre algunas de las especies más conocidas en la provincia y la región. Creencias, homenajes y hasta un árbol con nombre y apellido.

TEXTOS. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO

En nuestra vieja humanidad, los árboles han excitado desde siempre la curiosidad de los sabios, del hombre común, de los viajeros, de los artistas y de los poetas.

Narraciones mitológicas y legendarias sobre estos soberbios hijos de la naturaleza perviven aún y resucitan creencias, sentimientos e ideas de tiempos desvanecidos.

La vasta extensión de nuestro país determina la existencia de una flora abundante, variada y heterogénea, entre la que se destacan los árboles nativos que han inspirado e inspiran manifestaciones artísticas de diversa índole, entre ellas, las literarias.

EL ÁRBOL DE FRANCISCO ÁLVAREZ

Existe en la zona litoral y sobre todo en Formosa, un árbol de gran altura y madera blanda al que curiosamente llaman con nombre y apellido. El motivo de esta singularidad la explica una leyenda que vaga por los aires, merced a las palabras de los paisanos que mantienen su existencia.

Se relata que Francisco Álvarez, un paisano correntino, valiente y generoso, por avatares del destino tuvo que vivir huyendo de la policía.

En su nueva condición de matrero, y para poder subsistir, robaba a los ricos solamente y era tal su astucia e ingenio que no lo podían atrapar. Contribuía a ello el hecho de que parte de lo robado lo distribuía entre la paisanada pobre para aliviar sus penurias y, por lo tanto, encontraba asilo y ayuda por donde fuera y no corría el peligro de ser delatado ante las autoridades.

Obligado a llevar una vida rápida y desesperada, se habituó a tener por hogar a la selva umbría, el matorral oscuro y el monte cerrado, y a convivir en ese mundo vegetal con el tapir, el jaguar, el oso hormiguero, el venado y las alimañas.

Sus ojos se acostumbraron a percibir los claroscuros de la exhuberante floresta; sus oídos, a escuchar los sonidos más tenues e identificarlos; su nariz, a reconocer los más variados olores exhalados por plantas y animales; también se fortaleció para resistir el hambre y la sed.

En cierta oportunidad, una partida lo acosaba desde hacía días. Temiendo que le diera alcance, el gaucho dejó el caballo y se introdujo en el monte. Sus ojos, acostumbrados a ver entre las sombras, divisaron un árbol corpulento que tenía un hueco en el tronco. Silenciosamente, se introdujo en él y permaneció escondido.

Los milicos entraron al monte y lo buscaron infructuosamente al no estar habituados a ese medio hostil; sus carnes se le desgarraban merced a las platas espinosas, pusieron señales para no extraviarse y, pese a su gran número, sintieron temor de ser atacados sorpresivamente por el gaucho o por alguna fiera.

Cansados, sucios y desalentados, abandonaron la búsqueda para desandar el camino recorrido en persecución del matrero.

El gaucho esperó un tiempo prudencial y luego salió del monte para relatar la aventura y retomar su vida azarosa.

Desde ese día, la gente de la comarca comenzó a llamar a este árbol Francisco Álvarez, nombre que se generalizó para la especie.

Según cuentan los ancianos, aún después de muerto, Francisco Álvarez protege a los pobres, ya que si se lo invoca concede los milagros que le solicita la gente humilde.

EL PALO BORRACHO

En tiempos en que la selva estaba habitada por hombres de piel cobriza, que cuidaban de ella pues su sabio razonamiento les indicaba no amputar sus recursos para poder vivir y alimentarse, se desarrolló una historia de amor que dio como fruto una nueva especie vegetal, adorada y apreciada por los beneficios que brindaba prodigamente.

Según se narra, la delicada belleza de una jovencita la hacía ser la más deseada para esposa por los jóvenes guerreros de la tribu; decenas de ojos enamorados la observaban cuando, erguida y ondulando sus caderas, se dirigía a llenar cántaros al río.

En la soledad, no eran pocos los que entonaban encendidos cantos de amor al recordarla o vivían anhelantes por recibir tan sólo una mirada de sus vivísimos ojos negros. Mas ella ya había dado su corazón a un fornido guerrero, tan hábil en el manejo de las armas como en pronunciar palabras apasionadas que le regocijaban el alma y hacían latir frenéticamente su corazón.

Un día aciago, el enamorado partió con sus compañeros a guerrear contra una tribu enemiga, cuya ferocidad era temida por las tribus vecinas.

Ella lo despidió y su mano, moviéndose como un leve aleteo, le dijo adiós luego de prometerle amor eterno.

El tiempo transcurría y el amado no regresaba; la jovencita anhelaba poder treparse por el aire hasta alcanzar un viento que la lleve hasta el lugar en que éste se hallara, en tanto un hijo crecía en sus entrañas...

Muchos quisieron brindarle amor, pero ella los rechazó a todos sistemáticamente. Como comprendió que el guerrero no regresaría jamás, abandonó el poblado y se internó en la espesura selvática para dejarse morir.

Una mañana en que la brisa anunciaba el tiempo de primavera, esparciendo aromas florales, un grupo de cazadores encontraron su cadáver en un claro de la selva. Decidieron darle sepultura, pero al levantarla notaron que los brazos comenzaban a prolongarse con ramas y que el cuerpo grávido se redondeaba aún más.

Aterrorizados, huyeron hacia la tribu sin entender el hecho sobrenatural. Días más tarde, y sin poder vencer la curiosidad, se animaron a volver al lugar y, al llegar, encontraron un espléndido árbol de tronco globoso, con enormes espinas y copa cubierta por flores blancuzcas levemente teñidas de rosa.

Comprendieron que era el cuerpo de la joven convertido por los dioses en pródigo árbol, que el tronco imitaba la gravidez de la muchacha; las espinas, el punzante dolor que había sentido, y que las flores amalgamaban la blancura de sus lágrimas con la sangre emanada del cuerpo del guerrero caído en lucha.

El amor no había muerto; permanecería por siempre simbolizado en ese árbol, que no es otro que el que hoy conocemos con el nombre de palo borracho.

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una leyenda recrea el origen del palo borracho.

El algarrobo

aUTOR. PEDRO ARNALDO VAZQUEZ

Al norte de mi provincia

entre el Chaco y Santiago

abunda una planta en mi pago

y es el algarrobo frondoso,

de tronco grande y coposo

y raíces aferradas,

en esta tierra labrada

al norte de Santa Fe

y que el hachero una vez

hizo leña y carbonada

El que habita en estos pagos

para sombrear lo más pancho,

le gusta instalar su rancho

cerca de un algarrobito,

pá tomar los matecitos

pá la siesta dormitar,

cuando el sol suele quemar

en el verano de a ratos

el perro, el pavo, el pato

y gallinas suelen sombrear.

Y por el mes de setiembre

su flor nos suele brindar,

en Enero al madurar

está linda la algarroba,

acostumbran las señoras

a hacer aloja, patay, licor

y el dulce tiene un sabor

muy rico, le va a gustar,

vaya a ese pago norteño

que ahí los puede probar.

A la orilla del camino

si quiere desensillar,

casi siempre ha de encontrar

un algarrobo campero,

le da su sombra al tropero

pá que pueda descansar,

y si quiere preparar

un asado al asador,

le quiebra los gajos secos

Y hay brasas que dan calor.

En los gajos del algarrobo

donde anida el hornerito,

y cría sus pichoncitos

que son hermosos y tiernos

en esos bravos inviernos

aguantan lluvias y vientos,

cantando siempre contentos

ansí viven tranquilitos,

primera el algarrobo es la casa

de todos los pajaritos.

El criollo hace la aguada

cerca de un algarrobal,.

porque todo animal,

después de beber, sombrea

ansina no se asolea

y también en la ensenada

si la hacienda está encerrada

porque hay que trabajar,

el algarrobo va a sombrear

si es por el sol afectada.

Sus maderas han servido

pá que trabaje el hachero,

y después el carpintero

portones ha construido,

puertas y ventanas han sido

hechas por hábiles manos

de los duchos artesanos

que hacen muebles de

con esas nobles maderas

que hacha el hachero baquiano

Al algarrobo argentino

va mi homenaje de amigo,

porque da sombra y abrigo

también a los peregrinos,

al viajero en el camino

le sirve de protección,

con esta humilde versión

yo la quiero destacar.

su leña se suele usar

en cantidad en la región

Yo te quiero porque sos

el árbol de mi región,

de llegar a la extinción

el peligro te acorrala,

por descontrol de su tala

como en el otro rincón

del norte santafesino

lo hicieron con el quebracho,

y sos un árbol bien macho

hermano del campesino.

El aromo

aUTORA. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO

Amarillo universo

de diminutos soles...

La plenitud floral

de tus corolas.

La isla incendia

con dorados resplandores.

Palpitante lirismo

en mí despierta,

tu belleza total,

no fragmentada

y candelas de gozo

entibian sueños

que despliegan alas.

Y perfumas nostalgias

de otro tiempo

en que el alma era libre

y feliz la mirada.

Renazco niña

en la amarilla magia de tus ramas.

Sangre de drago

aUTOR. HUGO LORENA

Atalaya arquitecto de su mundo

decorando el paisaje en tu figura,

con perenne y de mixtura

verde claro, rosado y rubicundo.

Agraciado de tal forma en tu destino

por gozar de Natura sus favores,

aún rubricas tus gamas de colores

con ramajes de tinte borravino.

Y si el oro maquilla tu prestancia

cuando el sol litoraleño te revive,

tu silueta matizada se percibe

en relieve señero en la distancia.

Acunando un sin fin de melodías

en tu copa se incuban mil placeres,

maternal arrorró de atardeceres

y en los albores ¡buen día!

No son las palabras mías

exageradas contigo,

simplemente te las digo

porque impones alegrías.

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el algarrobo, representante de la vasta flora argentina.