AL MARGEN DE LA CRÓNICA

El canon del boom

El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa cree que el ‘entusiasmo compartido‘ y la ‘fraternidad‘ que unió a los escritores latinoamericanos del ‘boom‘ no duró más de diez años, y que la política fue la que creó una ‘enorme división‘ entre los autores partícipes de aquella ‘empresa común‘.

Así lo confesó en la conferencia inaugural del congreso ‘El canon del boom‘ que arrancó en España con el propósito de analizar las repercusiones culturales que aquel fenómeno literario tuvo para Iberoamérica.

El Nobel peruano trazó un detallado recorrido por sus recuerdos de la época del ‘boom‘ a través de las ciudades que lo catalizaron y de los nombres que lo configuraron, como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes y Alejo Carpentier.

De todos evocó anécdotas, experiencias compartidas, percepciones de cómo los vio entonces y cómo los percibe ahora, cuando se cumplen cincuenta años de la publicación de su primera novela, ‘La ciudad y los perros‘.

Vargas Llosa está convencido de que el ‘boom‘ ayudó a que muchos latinoamericanos comenzaran a sentirse como tales y que fue la política, y en concreto el ‘caso Padilla‘, referido al encarcelamiento en 1971 del escritor cubano Heberto Padilla por motivos políticos, lo que deshizo sus vínculos.

Aunque después todos siguieron con su tarea, lo que comenzó siendo una ‘empresa común‘ pasó a ser una ‘empresa individual‘.

Una de las pruebas de aquel espíritu fue la idea promovida por Carlos Fuentes de que cada uno de los autores escribiera una novela corta sobre su dictador correspondiente, algo que nunca llegó a materializarse de manera conjunta aunque después acabaron haciéndolo cada uno por su cuenta.

El ‘boom‘ sirvió también para que el mundo supiera que América Latina ‘no sólo producía‘ dictadores y revolucionarios sino también buena literatura.

Esas buenas letras eran las que firmaban Julio Cortázar, al que conoció en 1958 en París y al que vio cómo se transmutaba de un hombre ‘sumamente cortés y distante‘ que no quería saber nada de política a un ‘revolucionario juvenil de sesenta años, de una enorme ingenuidad y pureza‘.

También conoció en París a Borges en 1963: ‘Parecía haber leído todos los libros y retenerlos todos en la memoria‘, recuerda.

En Barcelona trabó relación con Carlos Barral y su editorial, Seix Barral, clave para el impulso del ‘boom‘ y que publicó ‘La ciudad y los perros‘, y a esa ciudad se mudó desde Londres siguiendo órdenes de la agente del colombiano Gabriel García Márquez.

De ‘Gabo‘ ha contado cómo se vio desbordado por el éxito de ‘Cien años de soledad‘.

‘Uno tenía la sensación, escribiendo en esos años de que no sólo materializaba una vocación, sino que aquello que hacía, si salía bien, si llegaba al corazón de los lectores, de alguna manera iba a contribuir a hacer que la vida fuera mejor‘, reflexionó.

Los cubanos Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante y José Lezama Lima también estuvieron en el recuerdo del último Nobel latinoamericano, y también lo estarán, junto a los demás autores del ‘boom‘, en las ponencias que continuarán desarrollándose esta semana en España.