Mesa de café

¿La hora de la calle?

Remo Erdosain

Abel está eufórico y a José se lo ve algo ofuscado. Marcial sonríe con su habitual displicencia, mientras yo le hago señas al mozo para que sirva otra vuelta de lisos.

-Fue el hecho político más extraordinario de mi vida dice Abel- agradezco al destino que me ha dado la oportunidad de vivirlo.

-Acaso en 1955, ¿no viviste algo parecido? -pregunta José.

-Estuve en la plaza, pero era chiquito y casi ni me acuerdo.

-Ahora te diste el gusto.

-¿Ustedes creen en serio que lo sucedido el jueves pasado en el país fue una reedición de la Revolución Libertadora? -pregunto.

-¿Y qué otra cosa podemos creer? La misma clase social, el mismo odio al peronismo, las mismas consignas... -Marcial sigue sonriendo, como si lo que dijera José lo divirtiera mucho.

-A ustedes todo esto los alegra y les causa mucha gracia -dice José- a mi me da pena.

-¿Qué es lo que te da pena? -pregunta Marcial- ¿Que un millón y medio de personas salgan a la calle a reclamar a favor de la libertad, de la vigencia de la Constitución, contra la corrupción y la inflación, contra la mentira y la prepotencia del poder? ¿Eso es lo que te da pena?

-No vi muchos pobres en la marcha -reprocha.

-No sé cuántos pobres había y cuántos ricos faltaban -dice Abel- lo que sé que todos los que salieron a la calle eran argentinos.

-Y nadie les ha negado el derecho de manifestarse -apunta José.

-Lo único que falta es que pretendan negar ese derecho -responde Abel.

-O que pretendan que les demos las gracias porque nos dejaron salir- completa Marcial, para después agregar- si no nos reprimieron, no es porque sean abiertos y democráticos sino porque no pueden hacerlo.

-Lo que yo no termino de entender -se pregunta José- es qué es lo que quieren.

-Mirá los carteles de las manifestaciones y allí encontrarás la respuesta. No es tan difícil.

-Pero esos reclamos deberían presentarlos los partidos políticos opositores.

-Ya lo van a presentar, no te aflijas -le dice Marcial- lo van a presentar y ustedes no le van a llevar el apunte.

-A mí me parece patético el discurso de los kirchneristas. Toda la vida se burlaron de la democracia representativa, siempre defendieron a las democracias plebiscitarias dirigidas por un caudillo y ahora que están contra las cuerdas le piden a los partidos que nunca respetaron que le saquen las papas del fuego, que apaguen los incendios que ellos mismos promovieron- digo.

-Yo creo -observa Abel- que la gente no salió a la calle a pedirle a los partidos opositores que hagan algo, sino a exigirle al gobierno que cambie. Aclaremos esto porque si no un distraído o algún turista curioso pueden llegar a creer que la manifestación del ocho de noviembre fue en contra de Binner, Macri y Alfonsín y a favor de la señora.

-Lo que pedimos es que se respete el estado de derecho.

-Así me gustaba oírte hablar -exclama Marcial.

-Nosotros no nos vamos a dejar presionar -responde José- no se hagan ilusiones de que vamos a cambiar de rumbo. Nosotros gobernamos para los pobres, para el pueblo, no para los ricos y gorilas.

-Si no van a cambiar lo siento mucho por ustedes -digo- y lo siento mucho por todos nosotros porque nos aguardan horas negras. Yo creo que no van a cambiar no sólo porque no quieren sino porque no saben cambiar, porque carecen de capacidad negociadora, porque creen que todo lo que están haciendo es muy bueno y porque suponen que quienes los critican son los enemigos del pueblo.

-Convengamos que fue una marcha de los ricos con reivindicaciones a favor de los ricos -contesta José.

-Si así fuera -responde Marcial- la marcha debería haber estado encabezada por la señora, su vicepresidente y todos los que se hicieron millonarios durante estos años de gobierno nacional y popular.

-Podemos seguir hablando hasta la noche -digo- pero yo creo que si queremos ser ecuánimes debemos admitir que así como los manifestantes tienen derecho a expresarse, el gobierno tiene derecho a seguir gobernando. Lo que también creo, es que un gobierno debe escuchar lo que pasa en la sociedad, que lo peor que le puede suceder es encerrarse en sí mismo y creer que todo es un invento de los medios o una conspiración de Magnetto.

-Nosotros podemos cambiar en algunos detalles, pero en lo fundamental no vamos a cambiar. Tampoco vamos a hacer lo que ustedes quieran. El pueblo nos votó a nosotros y los que vamos a gobernar somos nosotros, no ustedes.

-Ustedes parecen que perdieron de vista -digo- que tienen la obligación de gobernar paras todos los argentinos, no para el cincuenta y cuatro por ciento que los votó que, dicho sea de paso, ahora ya no es tampoco ese porcentaje.

-Aunque a ustedes no les guste, nosotros vamos a gobernar como creemos que debemos hacerlo. Cuando ustedes ganen las elecciones harán lo mismo.

-A ustedes cuando les conviene -dice Abel- se hacen cargo del discurso más liberal y republicano. Nunca creyeron en la democracia representativa, pero ahora los kirchneristas, incluido Kunkel, recitan el artículo de la Constitución que dice que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Siempre sostuvieron que la calle era la que mandaba, pero ahora como la calle se les puso en contra han descubierto que es bueno apegarse a las instituciones.

-¿Vos lo que querés decir es que son unos oportunistas consumados? -pregunta Marcial.

-Más o menos -responde Abel.

-Yo podría pensar lo mismo de ustedes -refuta José- siempre hablaron del Estado de derecho y ponderaron los beneficios de las instituciones, pero ahora que la gente está en la calle se hicieron populistas y descubrieron que de vez en cuando es bueno darse un baño de pueblo.

-Con las chicanas podemos divertirnos todo el día -digo- pero dudo que lleguemos a alguna verdad interesante. Yo creo que un gobierno, todo gobierno, se encuentra siempre ante el dilema de gobernar por un lado atendiendo el reclamo de quienes lo votaron, pero por el otro lado está obligado a ser el gobierno de todos, incluso de quienes no lo votaron. Por ese dilema atraviesan todos los gobiernos incluido el de la señora. Lo que pasa es que algunos lo resuelven bien y otros mal.

-Ya que te pusiste algo académico -dice Abel- yo diría que este gobierno se acerca más a Rousseau que a Locke o Montesquieu.

-¿Cómo es eso? -pregunta José algo confundido y receloso.

-Muy sencillo -explica Abel- Rousseau habló de la voluntad general, opinión muy controvertida ya que en muchos casos fue la coartada de los despotismos de turno.

-¿Y nosotros qué tenemos que ver con eso?

-Elemental Watson, creen que el cincuenta y cuatro por ciento que tuvieron alguna vez los autoriza a gobernar como si fueran el cien por ciento. Es decir, pasan del 54 al 100 sin estaciones intermedias, cuando en realidad no sólo que no tienen el cien por ciento, sino que a esta altura del partido tampoco tienen el cincuenta y cuatro por ciento, aunque si uno los deja hablar quieren convencernos de que siguen siendo el cien por ciento.

-No comparto -ice José.

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