Informe especial el cordón verde santafesino

En 10 años, el cinturón de hortalizas del Gran Santa Fe se redujo un 75%

En 2001 se sembraban 3.380 hectáreas, pero la superficie cayó a 870 hectáreas en la actualidad, según un relevamiento de la Sociedad de Quinteros de Santa Fe. Se intenta revertir esta tendencia incorporando tecnología en las quintas.

En 10 años, el cinturón de hortalizas del Gran Santa Fe se redujo un 75% En 2001 se sembraban 3.380 hectáreas, pero la superficie cayó a 870 hectáreas en la actualidad, según un relevamiento de la Sociedad de Quinteros de Santa Fe. Se intenta revertir esta tendencia incorporando tecnología en las quintas.

En picada. El Litoral recorre junto a los quinteros un lote de tomate en Ángel Gallardo. Hace 30 años, en Santa Fe se cosechaban 1.000 hectáreas de este cultivo. Ahora, apenas se siembran unas 50 hectáreas. Foto: MAURICIO GARÍN

 

Gastón Neffen

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Hace 30 años, el tomate era uno de los cultivos insignia del cinturón verde del Gran Santa Fe. En las quintas cercanas a Guadalupe, Ángel Gallardo, Monte Vera y Recreo se sembraban 1.000 hectáreas del rey del huerto —por su alto consumo y valor comercial— y los cajones con tomates santafesinos viajaban a Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Misiones, Formosa, Chaco y Corrientes, entre otras provincias.

Era un tomate diferente, de forma más irregular pero con mucho más jugo y sabor. Y se sembraba con las semillas que producían los propios quinteros.

En el cordón verde del Gran Santa Fe, este año se sembraron sólo 50 hectáreas de tomate. Es veinte veces menos que lo que se producía hace 30 años. Los tomates que antes se cosechaban en Santa Fe —y que se consumían en las verdulerías de la ciudad— ahora se producen en La Plata, Mar del Plata y Corrientes, tres cordones productivos que crecieron a partir de la incorporación de tecnología, con créditos blandos e inversiones.

Pero el tomate, en realidad, es el emergente de una tendencia más estructural. Hasta 2001, en el cinturón hortícola que rodea el norte de la ciudad se sembraban unas 3.300 hectáreas de tomate, lechuga, berenjenas, achicoria, repollo y acelga, entre muchas otras hortalizas. En 2012, el área se redujo a 870 hectáreas, según un relevamiento preliminar de la Sociedad de Quinteros de Santa Fe. Esto quiere decir que la ciudad perdió el 75% de su cinturón verde, que es una fuente de empleo y desarrollo económico para el norte del área metropolitana.

Hay varias causas que explican esta tendencia. Los quinteros reconocen que deberían haber aprovechado los años buenos (1970/80) para hacer más inversiones productivas, pero también influyó el crecimiento urbano de la ciudad —que se expandió hacia el norte y le ganó espacio a las quintas—, la falta de un esquema laboral que regularice la situación de los peones y la sucesión de desastres climáticos de los últimos años (inundaciones, temporales y granizo). Además, hay un problema generacional de fondo: falta una nueva generación de quinteros que pueda tomar la posta.

Crisis generacional

“El boom del campo todavía no llegó a las hortalizas, en nuestra zona sólo conozco al hijo de un quintero que estudia para ser ingeniero agrónomo. La mayoría de los productores tiene más de 50 años y hay una pérdida generacional que todavía no se revierte”, plantea Juan Carlos Favaro, ingeniero agrónomo y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL, que habló con El Litoral en la quinta de su familia en Ángel Gallardo.

Al analizar la crisis del sector hortícola, Favaro aclara que la producción hortícola cayó en toda la provincia. “Hace 25 años, en la provincia se sembraban 50.000 hectáreas de hortalizas, incluyendo papa que ahora no se cultiva más aquí. Ahora, la superficie en producción es de unas 7.000 hectáreas”, estima.

En Santa Fe, los otros cordones hortícolas importantes están localizados en Rosario, Coronda y el corredor costero de la Ruta 1 (Arroyo Leyes, Santa Rosa de Calchines y Helvecia, por ejemplo).

Otro problema relevante para las quintas cercanas a Santa Fe, es que se quedaron afuera de la crema del negocio. “Hay un desplazamiento hacia cultivos más baratos, porque el productor tiene menos margen para invertir”, cuenta Favaro.

En el Gran Santa Fe sobre todo se siembran verduras de hoja (como achicoria, lechuga, repollo y rúcula). Hay una razón de “peso”: sembrar una hectárea de tomate cuesta 30.000 pesos en insumos (semillas, fertilizantes y agroquímicos). En cambio, para hacer una hectárea de lechuga hay que invertir 2.000 pesos. “Pero luego el tomate tiene un valor mucho más alto en el mercado”, insiste Favaro.

La falta de mano de obra en las quintas es otro de los factores que complica el crecimiento del cinturón verde. “Mi gran obsesión es encontrar un esquema laboral viable para las quintas, que le dé certidumbre a la producción hortícola. Este año se dio un paso importante con la primera paritaria del sector, que estableció que la jornada de trabajo de un peón de quinta vale 122 pesos”, cuenta Guillermo Beckmann, presidente de la Sociedad de Quinteros de Santa Fe, que recorrió el cinturón verde junto a El Litoral.

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Guillermo Beckmann. Es el presidente de la Sociedad de Quinteros.

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Juan Carlos Favaro. Es ingeniero agrónomo, docente de la UNL y productor de hortalizas en Ángel Gallardo.

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Trabajo duro. Un peón rural desbrota plantas de tomate en el cordón verde de Santa Fe. Los quinteros dicen que hace falta más mano de obra para aprovechar el potencial de las quintas, pero aún resta acordar un sistema de trabajo viable para los trabajadores y sus empleadores. Foto: MAURICIO GARÍN

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hay en el cinturón verde del norte de la ciudad, según una estimación de la Sociedad de Quinteros de Santa Fe.

La presión inmobiliaria

El crecimiento de la ciudad hacia el norte también presiona sobre la superficie de quintas, que en muchos casos terminan “loteándose” para viviendas, un fenómeno inmobiliario que se consolida en las afueras de Monte Vera, Ángel Gallardo y en algunos barrios del norte de Santa Fe .

En diálogo con El Litoral, Ariel Belavi, jefe de la Agencia de Extensión Rural de Santa Fe del Inta (que está en las afueras de Monte Vera), explicó que el cordón hortícola está “encerrado” entre cuatro núcleos urbanos: Santa Fe, Ángel Gallardo, Monte Vera y Recreo. Esta situación supone varios desafíos y obliga a planificar con responsabilidad la explotación de hortalizas.

“Hay que realizar un ordenamiento territorial por el avance de los centros urbanos. En las quintas que están más cerca de las viviendas, por ejemplo, puede estimularse una agricultura agroecológica por las restricciones al uso de agroquímicos. En el resto de los lotes hay que profundizar la incorporación de tecnología (media sombra y riego por goteo, entre otras alternativas) para lograr mayor calidad”, propone Belavi.

A pesar de la vertiginosa caída, los quinteros y los técnicos siguen creyendo en el potencial del cinturón verde santafesino. “Tenemos la ventaja estratégica de que por las condiciones de clima y suelo podemos producir hortalizas durante todo el año, acá se puede hacer de todo”, asegura Favaro.

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Dañadas. En el cordón verde hay unas 120 hectáreas con una capa de media sombra. Las que fueron instaladas a dos metros del surco sufrieron roturas importantes con los temporales de octubre. Foto: MAURICIO GARÍN

A partir de sus fortalezas, el cordón del Gran Santa Fe puede consolidarse como el principal proveedor hortícola del noreste argentino (NEA) y también colocar excedentes en mercados competitivos como Rosario, Córdoba y la ciudad de Buenos Aires.

Para lograr este objetivo, y crear las condiciones para un crecimiento sustentable del cinturón verde, los quinteros necesitan contar con mayor información y asesoramiento técnico (sobre insumos, semillas y manejo de los cultivos), incorporar más tecnología y capacitarse, a partir de inversiones propias y créditos para el sector (un proceso que comenzó con las media sombras) y entusiasmar a los más jóvenes, para que sientan que en la producción de alimentos hay un horizonte viable para su propio desarrollo.

El desafío es mejorar la calidad

Para que el cinturón verde de Santa Fe deje de perder hectáreas y pueda crecer es clave mejorar la calidad de sus productos. La media sombra para proteger a los cultivos es un paso importante, pero hay otras tecnologías que los quinteros necesitan incorporar para ser competitivos. “El riego por goteo es fundamental, pero también los invernaderos para producir plantines, que permiten aprovechar con más eficiencia la superficie agrícola de la quinta”, explica Juan Carlos Favaro, ingeniero agrónomo y quintero. Al plantar un plantín, en vez de una semilla, el ciclo del cultivo es más rápido y se puede cosechar antes (además, se libera ese surco para hacer otra hortaliza).

El otro paso estratégico es conseguir que en Santa Fe se hagan más cultivos bajo invernaderos (La ciudad de la Plata cuenta con 3.000 hectáreas de invernaderos), lo que garantiza la calidad final del producto y permite controlar mejor todas las variables productivas. La inversión para construir una hectárea de invernadero asciende a 350.000 pesos, pero se justifica en el caso de los cultivos “caros”, como el tomate que requiere una inversión por hectárea de 30.000 pesos.

“También es necesario conformar un módulo demostrativo en el que se vayan evaluando las nuevas variedades de cultivos, para detectar las que funcionan bien en nuestra zona y las que no. Algo se está haciendo pero no es suficiente”, reconoce Ariel Belavi, jefe de la Agencia de Extensión Rural de Santa Fe del Inta.


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Infraestructura. Los productores que utilizan invernaderos para desarrollar los plantines (en este caso son plantas de lechuga, color verde claro, y de repollo), en vez de sembrar las semillas en el surco, reducen el ciclo productivo y aprovechan mejor la superficie de la quinta. Foto: MAURICIO GARÍN