La dinastía Brueghel

La dinastía Brueghel

“El sentido del oído” (detalle) de Jann Brueghel de Velours.

Sofía Diezma

(EFE)

Algunos de los cuadros más famosos de la pintura flamenca se exponen en una muestra romana que recoge obras de tres generaciones de pintores de la familia Brueghel, que vivió entre la independencia holandesa de 1648 y el Renacimiento italiano.

La exposición “Brueghel. Maravillas del arte flamenco”, que permanecerá abierta hasta junio de 2013 en el Claustro del Bramante de la capital italiana, da a conocer al público las diferentes técnicas y temáticas de los Brueghel, la dinastía más influyente de la Edad de Oro de la pintura flamenca.

Bajo la tutela del más famoso de sus representantes, Pieter Brueghel El Viejo, los visitantes recorren la historia de la familia a través de sus hijos, Pieter Brueghel El Joven y Jan Brueghel el Viejo, y de los hijos de este último, como Ambrosious o Philips Brueghel.

De los fríos colores y las naturalezas austeras del iniciador de la dinastía, Pieter Brueghel El Viejo, a los coloridos paisajes alegóricos de Jan Brueghel El Joven, el visitante se sumerge en los profundos cambios políticos y estéticos que acompañan a los Brueghel. Porque en los dos siglos de historia familiar (s. XVI, XVII) se producen acontecimientos tan relevantes como la independencia de los Países Bajos de la corona española y la reforma protestante, y la moda europea de viajar a Italia para conocer a los maestros del Renacimiento italiano transforma la estética pictórica familiar.

1.jpg

“Los segadores”, de Pieter Brueghel El Viejo.

La exposición abre su recorrido con obras de pintores que influyeron en Pieter Brueghel El Viejo, como Joachim Patinir, Marten Van Valkenborch o Pieter Coecke Van Aelst, en cuyo taller se formó, aunque el estilo de Van Aelst difiere ampliamente del suyo. El mayor número de lienzos y tablas de pequeño y medio formato corresponden a sus hijos, que recogen su espíritu austero y moralista, en obras como “Los aduladores” (1592) de Pieter Brueghel El Joven, inspirado en los “Doce refranes” (1558), una serie de estampas donde su padre satiriza sobre los vicios de los hombres.

También recrea los paisajes fríos e invernales representados por el padre en pinturas como “Paisaje invernal con la masacre de inocentes” (1600), en las que muestra la masacre provocada por las tropas españolas a su paso por un pueblo en plena guerra de los Ochenta Años (1568-1648).

Como sucede con muchos cuadros de los Brueghel, “Paisaje invernal con trampa para pájaros” o “Trampa para pájaros” (1605) deben ser contemplados con detenimiento, buscando detrás de los colores del invierno y de las formas bien definidas un mensaje alegórico, que en estos dos casos alude a la precariedad de la existencia.

También se expone algún que otro paisaje similar de su hermano Jan Brueghel el Viejo, un pintor que marca distancias con la sobriedad flamenca del padre y se empapa del Renacimiento italiano en sus viajes a Italia y sus encuentros con Peter Paul Rubens.

Con él, la siempre cotizada firma Brueghel inicia su transición hacia los colores vivos de sus naturalezas muertas y los retratos de la Virgen y el Niño rodeados de guirnaldas de flores, con tablas como “Virgen con niño con una guirnalda de flores” (1616), cuya calidez y frescura tienen claras raíces italianas.

Entre los hijos de Jan Brueghel El Viejo que cierran la dinastía familiar destaca Jan Brueghel El Joven, que en “Alegoría de la paz“ (1640), “Alegoría del olfato” (1650) o “Alegoría del oído” (1645) introduce el exotismo y el gusto elaborado de la pintura europea de mediados del siglo XVII.