Preludio de tango

El “Negro” Raúl Lavié

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Manuel Adet

Raúl Lavié pertenece por linaje y méritos propios a los grandes “negros” de nuestro tango. Me refiero a Alfredo Belusi, Miguel Montero, Jorge Sobral y Rubén Juárez con quienes, dicho sea de paso, compartió un espectáculo que precisamente se tituló “Cosas de negros”, cuyo guión fue escrito por Chico Novarro. A la lista de “negros tangueros”, podríamos agregarle la de un célebre morocho del Abasto, cuyo nombre considero innecesario escribir.

Lavié por lo tanto fue siempre el Negro Lavié. Sonrisa ganadora, simpático, desenfadado, cálido y, por sobre todas las cosas, un excelente cantor, una de las grandes voces vivas del tango, por más que algunos le reprochen no haber militado siempre en esas filas o haberse inclinado a la música melódica, además de su paso por el rock en sus versiones más livianas. Las críticas en este caso dieron y dan lugar a opiniones controvertidas que pierden eficacia al momento en que Lavié se decide interpretar con su particular solvencia y su singular registro de barítono, un tango clásico, como por ejemplo, “Tinta roja”, o “La última curda” o “Los mareados” o “Garúa”.

Quien luego será popularmente conocido como Raúl Lavié, en realidad fue anotado en algún Registro Civil de Rosario el 22 de agosto de 1937 como Raúl Alberto Peralta. Se dice que con la música se relacionó desde pibe y a los catorce años ya sabía que lo suyo era el canto. En efecto, era apenas un adolescente cuando subió al escenario invitado por el cómico Pepe Marrone. Sube y debuta con un tango que se llama “Tres esperanzas”.

“La cultura popular de mi infancia fue el tango”, declarará años después, evocando sus correrías por Rosario, la mítica barra de amigos, el café de la esquina y los bailes en los barrios. En algún momento, decide probar suerte en Buenos Aires. Algunas relaciones debe haber tenido y algún respeto debe de haberse ganado para haber sido contratado por la orquesta de Víctor Buchino en Radio El Mundo.

En 1957, arañando los veinte años, se suma a la orquesta de Héctor Varela y allí graba tres temas para el sello Columba: “Señora princesa”, de Atilio Bruni y Roberto Lambertucci; “No me digas que no”, de Héctor Varela y Carlos Waiss, y “Te creía como todas” de Ángel Cabral. Su participación en una de las orquestas más populares de Buenos Aires le otorga popularidad, una virtud que a Lavié no le cuesta mucho conquistar. En 1959, se separa de Varela y funda su propio grupo con ese otro gran cantor de Varela que fue Rodolfo Lezica. Ese mismo año es convocado por el maestro Atilio Stamponi y graba para el sello Phillips.

O sea que al momento de iniciarse los años sesenta, Lavié es un típico cantor de tangos, una verdadera promesa para el género en un momento en que el tango está en crisis. Sin embargo, por motivos económicos o apuestas profesionales o lo que sea, se deja seducir por las promesas generosas del director de la compañía discográfica Víctor, el ecuatoriano Ricardo Mejía, y se suma a ese éxito taquillero, aunque breve, que fue el Club del Clan. Si antes sus pares habían sido Lezica, Laborde,Varela o Stampni, ahora lo serán Palito Ortega, Johny Tedesco, Violeta Rivas, Nicky Jones y Chico Novarro. Durante ese período, sus aportes para el tango fueron nulos, pero hay buenas razones para sospechar que económicamente no le fue mal. Grabó, filmó películas olvidables pero rentables y conquistó los estudios de la televisión de entonces. La imagen que se vendía de él en esos años seguía siendo la de un negro simpático y buenazo, un negro de barrio, educado y feliz, decidido a cantar el “Arroz con leche” si se lo pedían. Para esos años, iniciará su prolongada relación sentimental con Lidia Satragno, la popular Pinky, uno de los mitos de la televisión de entonces.

Su paso por la llamada “Nueva ola” no duró mucho, entre otras cosas porque “El Club del Clan” tampoco se mantuvo mucho tiempo en el candelero. En 1963, regresa al tango y lo hace de la mano de uno de los grandes, es decir, con el maestro Ángel D’Agostino. En los estudios de la RCA Víctor graba los tangos “Mi chiquita”, de Cadícamo y D’Agostino, “Yo te canto Buenos Aires”, de Héctor Varela y Carlos Waiss. Para esa misma época, acompaña en otros escenarios a Horacio Salgán y Osvaldo Fresedo.

¿Retorno al tango? Más o menos. En diferentes declaraciones, Lavié afirma que nunca le interesó ser un cantor de tango sino un cantor de música popular. Se puede o no estar de acuerdo con estas opiniones, pero son las suyas. Habría que preguntarse, en todo caso, acerca de las diferencias entre el tango y la llamada música popular, pero digamos que efectivamente el repertorio de Lavié es lo que se dice ecléctico porque a tangos clásicos de la guardia vieja le suma boleros, baladas, o grandes hits internacionales como, por ejemplo “A mi manera”. Pero, ¿acaso el repertorio de Gardel no era ecléctico? ¿Hoy se puede ser tanguero cantando solamente tangos? ¿“Música ciudadana”, no es tal vez una denominación más precisa para designar el tono de los nuevos tiempos?

De todos modos, los años van puliendo y dejando sus enseñanzas, y muy bien podría decirse que a la vuelta del camino y a la hora del balance, Raúl Lavié será recordado no sé si como un cantor de tango, pero sí como un cantor para quien el tango fue algo importante, por no decir decisivo en su trayectoria artística. la vejez es como que destila y separa lo paja del trigo.

La popularidad ganada con la voz se cimentó también con el cine, el teatro y las revistas musicales. En México, pasó una temporada con Libertad Lamarque y en otro momento participó en la obra de Gregorio Laferrere, “Los locos de verano”. Entre 1964 y 1989 sus biógrafos aseguran que filmó diecisiete películas, la mayoría de baja calidad artística, aunque no merecen el mismo calificativo films como “Boquitas pintadas”, “Un guapo del 900” o “El pibe Cabezas”.

Su participación en los musicales también fue interesante. Allí se destacó en “El hombre de la Mancha”, “Gotán” -de Juan Carlos Tahier- y “De Borges a Piazzolla”, junto al bailarín Juan Carlos Copes. En el orden internacional, fue una de las estrellas principales del espectáculo “Tango argentino”. En 1999, participó en una gira artística por Estados Unidos, donde presentaron la ópera “María de Buenos Aires”, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, dirigida por el violinista Gidón Kremer. Y en noviembre de ese año, integró el elenco de “Tango argentino”, en Broadway.

Lo demás es historia conocida y reciente. Grabó con Cacho Tirao, Walter Ríos, Osvaldo Piro, el pianista Juan Carlos Cirigliano y el Sexteto Mayor. En la actualidad, anda picando los setenta y cinco años, pero sus espectáculos siguen convocando a mucha gente. Los tangueros de paladar negro no comparten sus idas y venidas pero lo respetan y le reconocen filiación tanguera. No es para menos. Basta para ello escucharlo en temas como “Tabaco”, “Percal”, “Naranjo en flor”, “Barrio de tango”, “Romance de barrio”, “Adiós Nonino”, “Balada para un loco”, “Cristal”, “El día que me quieras” o “Dicen que dicen”, para saber que no tiene ningún sentido discutir si Lavié es o no tanguero, porque en estos casos a la hora de la evaluación, también vale el juicio bíblico: “Por sus frutos lo conoceréis”.