“El príncipe” de Maquiavelo: 500 años de lectura

Gabriel R. Otazo

Nicolás Maquiavelo o Niccol• di Bernardo dei Machiavelli ha sido una de los autores más importantes que ha sobrevivido desde el renacimiento. Hoy sus obras se mantienen vigentes tanto para el campo de las ciencias sociales como para los mismos políticos, ya que muchos a través de sus hechos o discursos revelan actos “maquiavélicos”.

Resulta curioso pensar por qué obras escritas 500 años atrás hoy tienen tanta vigencia, por qué su lectura es condición obligatoria para aquellos que quieren incursionar en el mundo de la política o de la filosofía. En este sentido cabe preguntarse qué secretos revelan, qué consejos pudo y puede otorgar un historiador y filósofo político italiano del año 1500 a la sociedad actual y a los conductores del pueblo.

Quizás resulte extenso y tedioso buscar las principales causas de por qué Maquiavelo tiene tanta actualidad, tarea que ya han realizado otros autores modernos y contemporáneos con largos ríos de tinta. Pero, lo que proponemos aquí es una breve revisión de algunos conceptos de su principal obra, “El Príncipe” escrita como doctrina política en 1513 y publicada 18 años después en Roma; obra que fue dedicada a Lorenzo II de Médici, duque de Urbino, en respuesta a su acusación por conspirar contra él.

En “El Príncipe”, Maquiavelo exhibe sus ideas sobre la habilidad política, es decir, del político que realiza acciones que carecen de moral pero que son verdaderamente influyentes en el entorno en que se desenvuelve y para conseguir de forma exitosa lo que se quiere. Hoy, en el año 2013, muchos políticos o personas que aspiran a la política piensan en convertir en realidad aquello que Maquiavelo había pensado para adquirir, conservar y sobre todo aumentar el poder.

El filósofo italiano nos presenta diversos modos de adquirir el poder a través de las dotes personales. En este sentido, sostiene que todo príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder: virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por él mismo) que lo ayuda o beneficia conquistar. Pero también se puede conquistar a causa de traiciones o gracias al favor de los ciudadanos.

Por otro lado, este autor arguye que para conservar el poder se debe tener en cuenta qué tipo de Estado que se quiere mantener, es decir, un tipo de Estado libre o antiguo, esclavo o democrático, etc. Aquí, en esta fase es imprescindible contar con un ejército propio y sólido y aparentar ser virtuoso y rodearse de colaboradores sabios. Por último, en la tercera fase, Maquiavelo sostiene que “La práctica política no es asunto para santos, sino para hombres con los pies firmemente asentados en el suelo”, es decir que para aumentar el poder es necesario procurarlo y hacerlo crecer.

Por otra parte, en relación a los políticos o conductores de un país, muchas veces observamos en sus discursos o prácticas políticas la expresión de que “ser temido es mejor que ser amado” -expresión “maquiavélica”- donde ya este autor durante el renacimiento aconsejaba a los príncipes que deben ser amados y temidos simultáneamente. Pero como estas relaciones ocasionalmente existen al mismo tiempo, aclara que “es preferible ser temido que amado”. En este sentido, Maquiavelo cimenta su pensamiento en que en el momento de una revolución, el pueblo puede que se olvide del amor, pero el temor siempre lo perseguirá. Consecuentemente, si un soberano es temido hay menos posibilidades de que sea destronado. Además Maquiavelo aconseja que sobre todas las cosas uno siempre debe evitar ser odiado, ya que en esa situación nada impedirá que termine destronado. Para evitar ser odiado el príncipe nunca debe interferir con los bienes de sus súbditos ni con sus esposas, ya que argumenta que un subordinado olvida más rápido la muerte de su padre que la pérdida de sus riquezas.

Por otra parte, y principalmente, durante muchos siglos hemos observado en la historia mundial el concepto maquiaveliano sobre la preferencia del “autoritarismo” sobre el liberalismo, es decir a grosso modo, el hecho de que muchos gobernantes han optado por el autoritarismo antes de otras ideologías políticas para la adquisición y conservación del poder; aunque haciendo una salvedad, dicho concepto es algo confuso, ya que explicar el autoritarismo que sostenía Maquiavelo con el surgido durante los años XX, es algo diferente.

De este modo, la preferencia de Maquiavelo por el autoritarismo antes que el liberalismo ha signado un capítulo entero en su obra. Maquiavelo sostenía que es mejor ser autoritario, ya que cuando se es clemente o liberal se le da libertad tanto a las personas como a los hechos, como por ejemplo a las masacres y matanzas que terminan afectando a toda la población. En cambio cuando uno es autoritario, evita los hechos que afectan a toda la población, ejecutando a unas personas, para mantener el orden y el autoritarismo.

Por otra parte, aunque Maquiavelo nunca lo haya dicho, escuchamos la frase “El fin justifica los medios”, un silogismo que quizás resuma aquello que este teórico político del renacimiento nos ha querido decir en su obra “El Príncipe” o en muchas de sus ideas, que los gobernantes o el pueblo actúen por encima de la moral o la ética para llevar a cabo sus objetivos o planes.

Este silogismo se ha convertido en proverbio para muchas personas y políticos del siglo XXI, no sólo como condición necesaria para entender las obras de Maquiavelo sino para poder llevarlo a la práctica justificándose ante la doctrina del bien superior. Y aquí una pregunta: actuar por el bien común “cueste lo que cueste”, ¿es válido? Para Maquiavelo sí.

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Escultura del autor de “El Príncipe” en la Galería degli Uffizi. Foto: Archivo El Litoral