Cambio climático, riesgo y vulnerabilidad

La inundación de La Plata revivió una tragedia mucho más cercana, la que hace diez años sufrieron esta ciudad y la región con el desborde del Salado. Casi como un calco se repitieron imágenes y titulares, datos, cifras y presunciones, tal como ocurrió en nuestra ciudad hace una década, también en abril.

A partir de aquella catástrofe y su dramático saldo de pérdida de vidas humanas, además de bienes materiales, se comenzaron a incorporar a la agenda pública conceptos que, en una ciudad rodeada de ríos cuyo régimen está sujeto además a los efectos de variables climáticas, resultan de fundamental comprensión: amenaza, riesgo, desastre, catástrofe, vulnerabilidad, mitigación.

A la vez cobraron mayor relevancia informes que vienen alertando sobre los cambios en los regímenes de lluvias y sus efectos en las cuencas hídricas, como también -junto a factores tecnológicos y económicos- en la expansión de la frontera agropecuaria. En efecto, desde principios de la década del 70 se observa un aumento de caudales anuales de los principales ríos de la región y crecidas originadas en períodos de grandes lluvias, caracterizadas por un gran volumen de agua precipitado en poco tiempo sobre sitios puntuales. Pero también se concluyó que las inundaciones constituyen el desastre que mayor impacto económico y social produjo en la región en el último cuarto del siglo, al punto de que más del 70 % de los heridos por desastres fueron por esa causa, como también cerca del 100 % de evacuados, 90 % de viviendas afectadas, 60 % de viviendas destruidas, 90 % de ganado perdido y 60 % de hectáreas de cultivo perdidas, tal cual se desprende del informe que oportunamente se elaboró en Santa Fe para la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

A esta altura es evidente que los cambios en el clima ya se están haciendo notar, al menos en lo que respecta al régimen de lluvias y sus efectos sobre los principales cursos de agua de la región; rios, riachos y arroyos que atraviesan zonas densamente pobladas, lo cual constituye un riesgo que es necesario conocer, como así también las alternativas para morigerarlo.

Siguiendo con las opiniones de expertos, se tiene que por sí solas, las amenazas naturales no ocasionan un desastre. Lo que genera un desastre es la combinación de una población o comunidad expuesta, vulnerable y mal preparada con una amenaza natural. Entonces, si la amenaza está dada por la ocurrencia de lluvias más cuantiosas y frecuentes, será clave preparar a las comunidades y a los centros urbanos para adaptarse a esta situación y evitar resultados trágicos.

Conocer el riesgo, limitar la vulnerabilidad, planificar el uso del territorio, destinar fondos a las obras que son indispensables para evitar que la amenaza se materialice en catástrofe, informar a la comunidad, trabajar en prevención y en adaptación a los cambios que se están produciendo en materia climática -tanto en el régimen de lluvias como en el registro de temperaturas- e incorporar el conocimiento científico y tecnológico forman parte de estrategias esenciales que deben ser compartidas entre gobernantes y población.