Cuando la pesadilla sustituye al sueño Somnolencia en el trabajo

Cuando la pesadilla sustituye al sueño Somnolencia en el trabajo
 

No hay nada tan irritante como querer dormir y no poder. Y si no, que se lo pregunten al 10% de la población adulta. ¿Diagnóstico? Insomnio crónico: uno de los trastornos del sueño más frecuentes, pero no el único. En esta nota, algunos de los problemas más sufridos en la actualidad.

TEXTOS. MARINA VALERO Y EFE SALUD.

Algunas personas hablan dormidas. Otras molestan al compañero de cama con sus ronquidos. Hay quien permanece en vela casi toda la noche. ¿Por qué? En esta nota, te invitamos a conocer los trastornos del sueño más comunes de la mano de dos expertos: Diego García-Borreguero, presidente de la Sociedad Española del Sueño, y Nicolás González Mangado, director de la Unidad Multidisciplinar del Sueño de la Fundación Jiménez Díaz, donde intervienen neurólogos, psiquiatras, otorrinos, neumólogos y pediatras, entre otros.

INSOMNIO: HARTOS DE CONTAR OVEJAS

Quedarse dormido es un reto para quienes sufren este trastorno. Más de un tercio de la población adulta, más mujeres que hombres, lo ha vivido en carne propia en algún momento de su vida.

El doctor González distingue entre dos tipos de insomnio:

- Insomnio para iniciar el sueño: el estrés, los problemas personales y laborales o las enfermedades crónicas repercuten de forma directa en este problema. Los afectados son incapaces de dormirse en menos de 30 minutos.

- Insomnio como incapacidad para mantener un sueño adecuado: aunque la persona inicie muy bien el sueño, no logra mantenerlo. Una de dos: o tiene despertares nocturnos de más de media hora de duración, o abre los ojos antes de tiempo, sin dormir las horas suficientes para su descanso.

La incidencia de insomnio en mujeres postmenopáusicas puede llegar al 40%. Algunas de ellas toman ansiolíticos o pastillas para dormir, “lo cual al final genera un problema de dependencia”, advierte el doctor.

APNEAS DE SUEÑO

Todos dejamos de respirar por la noche de vez en cuando durante “brevísimos” períodos de tiempo. Si pasan más de diez segundos hasta que volvemos a tomar aire y este episodio se repite en más de cinco ocasiones por hora, somos víctimas del síndrome de la apnea del sueño. No obstante, hay un margen entre tener apnea y que ésta sea peligrosa. “En general, tratamos al paciente si sufre más de treinta paradas por hora”, indica el doctor.

González afirma que la mayoría de las enfermedades que diagnostica en la Unidad de Sueño son trastornos respiratorios, como la apnea. “En parte es un problema anatómico, local, mecánico, pero también puede haber un componente de control de la respiración y alteraciones de los tonos musculares”, explica. La apnea del sueño afecta al 5-10% de la población. Hay dos grandes grupos:

- Apnea obstructiva del sueño: se produce por el cierre de la garganta. Es la más conocida.

- Apnea central: es más difícil de detectar porque el enfermo tiene pocos síntomas o estos pasan desapercibidos. Se asocia a otras enfermedades como insuficiencia cardíaca, diabetes o insuficiencia renal, y además las empeora.

PARASOMNIAS: ASUSTAR A LA PAREJA

Hablar, reir o llorar mientras dormimos es un tipo de parasomnia o trastorno de la conducta durante el sueño muy frecuente. Otras alteraciones de este tipo son:

- Sonambulismo: común en niños de entre 5 y 15 años que suelen tener antecedentes familiares. Tiende a desaparecer en la vida adulta. Este trastorno del alertamiento provoca despertares incompletos: “El cerebro se ve atrapado con parte de sus mecanismos cerebrales funcionando en la modalidad de vigilia y otra parte funcionando en modalidad de sueño”, explica el doctor García-Borreguero. Es decir, la persona sonámbula tiene una capacidad de vigilia para levantarse y andar, pero la percepción del entorno y la reacción a estímulos son propias del sueño. Cuidado: si la despertamos de forma brusca, puede sufrir un estado de agitación psicomotriz.

- Terrores nocturnos: otro trastorno del alertamiento que afecta sobre todo a los más pequeños de la casa. Provoca un estado de agitación máxima y suele tener lugar en el primer tercio de la noche. “El niño empieza a gritar desconsoladamente, aunque sigue dormido. No mantiene una relación con el entorno propia de la vigilia”, señala García-Borreguero.

- Trastorno de conducta durante el sueño REM: La fase REM tiene lugar durante la segunda mitad de la noche, cuando el cuerpo se queda paralizado. “Este mecanismo permite que la cabeza sueñe con una actividad sin someter el cuerpo a ese malgaste de energía”, apunta el doctor González. No obstante, algunas personas tienen capacidad para ejecutar lo que sueñan: mueven las piernas como si estuviesen corriendo, por ejemplo. Son víctimas de la falta de inhibición durante el sueño REM. “Con frecuencia tienen sueños violentos y se agitan, gimen, gritan, dan manotazos o incluso provocan lesiones a la pareja”, afirma García-Borreguero. Este trastorno indica el alto riesgo de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa en el futuro.

OTROS TRASTORNOS

- Bruxismo: González asegura que casi todos los habitantes de grandes ciudades tienen un mayor o menor grado de bruxismo, un hábito involuntario que se manifiesta en una pequeña contractura u opresión de la mandíbula. Durante la noche, frotamos unos dientes con otros hasta desgastarlos, o incluso romperlos. “A veces, el rechinar es tan fuerte que hasta el acompañante lo oye”, señala el doctor. La tensión y el estrés son los factores desencadenantes.

- Roncopatía: La enfermedad del ronquido repercute tanto en la calidad de vida del acompañante como en la del propio sujeto que la padece. El roncador severo sufre una alteración del sueño: los microdespertares son frecuentes. “Hay personas que se dan cuenta de sus propios ronquidos. Esto indica que no están dormidas en profundidad, están teniendo un sueño superficial”, explica González. La conducta del roncador ocasional o moderado está más asociada a lo estético. “No es un problema de salud, sino de relación social”.

- Enfermedad de Willis-Ekbom: El también llamado Síndrome de las Piernas Inquietas afecta al 3% de la población adulta. Esta enfermedad neurológica causa una sensación de intranquilidad y una necesidad imperiosa de movimiento que puede llegar a torturar al afectado. Sus efectos son más acusados en las horas previas al sueño. “Cuando la persona reduce el nivel de actividad, empieza a notar una molestia debajo de las rodillas que le obliga a mantenerse en movimiento”, explica el doctor García-Borreguero.

Este síndrome perjudica el sueño, empeora la calidad de vida del enfermo y produce un incremento de mortalidad cardiovascular a largo plazo.

- Narcolepsia: Quienes padecen este trastorno neurológico tienen tendencia a quedarse dormidos de forma brusca, incluso con pérdida de tono muscular y posible caída al suelo. Cualquier lugar es válido para una siesta repentina: el colegio, la parada del autobús, el parque o la oficina. “La narcolepsia puede causar problemas de adaptación en el trabajo o en la escuela y accidentes de tráfico -entre otros-. Hay que tratarla”. ¿Síntomas? Somnolencia, atontamiento o desplome súbito.

SOLUCIONES

No esperamos a tener una caries para cepillarnos los dientes. De la misma manera, no deberíamos esperar a tener insomnio para adoptar hábitos correctos de higiene del sueño. Dichos hábitos evitan que aparezca el problema, pero no van a ser suficientes para tratarlo. “Cuando una persona ya tiene la caries, no basta con cepillarse los dientes para que desaparezca. Cada enfermedad del sueño requiere su tratamiento específico. Hay que consultarlo con el médico”, señala García-Borreguero.

Regular la hora de acostarse y levantarse, evitar las siestas durante el día, reducir actividades que interfieran en el sueño (comer, ver la tele) e irse a la cama en un ambiente de relajación y somnolencia son algunos de los consejos para afrontar trastornos como el insomnio. Las unidades multidisciplinares de sueño abordan este tipo de problemas desde varias especialidades médicas para aplicar un tratamiento conjunto.

La neuróloga Montserrat Pujol es una activa investigadora del mecanismo del sueño. Vocal del Grupo de Estudios de Trastornos de Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN) ha analizado los motivos y las consecuencias de la somnolencia en el ser humano, en especial en el ámbito laboral.

“Somnolencia es aquella sensación subjetiva que, en general, precede al sueño: ganas de dormir y pérdida del interés por estar despierto”, define la doctora, quien indica que también se relaciona con cansancio o apatía. Afirma además que “si se ha descansado bien es difícil dormirse en cualquier momento del día. No te puedes dormir si tu cerebro no está preparado en ese momento. No depende de nosotros, hay marcadores internos, sustancias químicas que se liberan y hacen que llegue el sueño”.

Si sentimos la necesidad de hacer una siesta -sobre todo los adultos jóvenes que cada día van a clase o al trabajo- la razón está en que dormimos menos de lo que el cuerpo y, sobre todo, el cerebro necesita. “Pero no hacemos caso -apunta Pujol- estamos acostumbrados a trabajar mucho y a no prestar atención al sueño y es en esas horas de descanso cuando recargamos energía y nuestro cerebro recupera memoria, sigue trabajando”

Además de la privación de sueño, hay otras causas para la somnolencia como hábitos incorrectos, determinados fármacos, el consumo de alcohol, enfermedades médicas y psiquiátricas, y las enfermedades propias del sueño. La somnolencia produce cambios en la conducta, hipoactividad motora, respiración regular y lenta, bostezos, lentitud mental y disminución del parpadeo.

Las personas que van robando horas al sueño, cuando llegan al trabajo muestran falta de concentración y de atención, cometen errores y, en general, bajan la calidad de su tarea.

LOS TRABAJADORES POR TURNOS DUERMEN MENOS

Un estudio de 2005 refleja que la prevalencia de somnolencia diurna excesiva en la población adulta es del 2,5%, un porcentaje que considera “muy alto” teniendo en cuenta que enfermedades como el Parkinson o las embolias registran índices más bajos.

Destaca que estos problemas del sueño ya se investigan desde hace décadas. Así, un estudio de la American Sleep Disorders Association, de 1995, reflejaba ya que los trabajadores que tienen que cambiar de turno de trabajo (mañana, tarde y noche), en un 82% de los casos duermen menos de 5,5 horas. Aquellos que cumplen su jornada por la noche tienen una media de sueño de 5,8 a 6,4 horas.

Y muestra un dato que dispara las alarmas: cada hora y media de sueño que perdemos una noche supone un descenso del 32 % de nuestro nivel de alerta durante el día, lo que conlleva una disminución de la energía, del estado de ánimo, fatiga, disminución del rendimiento y accidentes laborales. “Muchas veces hay personas que dicen padecer problemas en su estado de ánimo y en realidad son problemas de sueño”, explica la doctora.

Otro estudio más actual, de 2011, realizado en Estados Unidos por Journal Sleep Resert con un seguimiento de mil personas con una edad media de 47 años y sin alteraciones del sueño, constata que los que trabajan más horas duermen menos y los que trabajan menos horas duermen más. Además, los que menos duermen desarrollan más enfermedades y precisan más bajas laborales.

¿POR QUÉ DUERMO MAL?

La mayoría de las causas son psicosomáticas: la tensión, el estrés o la angustia merman la calidad del sueño. Al final de unas largas vacaciones, este tipo de trastornos se manifiestan menos, afirman expertos.

Algunas enfermedades crónicas también pueden influir en la dificultad para descansar por la noche. Lo mismo ocurre con los malos hábitos. Por ejemplo, abusar de pastillas para dormir o cambiar los ciclos del sueño pueden hacer que la persona se perpetúe en un insomnio crónico. Así se ingresa en un circuito del cual es muy difícil salir.

¿SE RECUPERA?

El tiempo medio de un buen descanso puede estar en las 8 horas “pero depende de cada persona y de la edad”. En cualquier caso si una persona duerme cada noche menos de 8 horas y los fines de semana o días de descanso laboral añade dos o más horas de sueño, “para recuperar”, esto significa “que se están privando de sueño durante la semana”, explica la Dra. Montserrat Pujol.

Sin embargo, no está claro que las horas de sueño que perdemos durante la semana y, por tanto, ese déficit de recarga de energía, la recuperemos si dormimos más durante el fin de semana. Los investigadores están divididos en este punto.

La neuróloga argumenta que cuando no hay que ir a trabajar, todos podemos dormir un poquito más, pero si se llega a dos o más horas eso denota que padecemos falta crónica de sueño.

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