La visión de Abel Leyva, experto en problemáticas de género

“En las universidades se replica la cultura machista y misógina”

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Un cambio cultural. Según el académico mexicano, un mayor respeto por la mujer en los entornos universitarios será posible siempre que haya un cambio en todos los niveles educativos.

Foto: Archivo El Litoral

El académico mexicano advirtió que es muy preocupante la desigualdad de género en Latinoamérica. Y que el “falocentrismo cultural” limita cada vez más el progreso académico-laboral de las mujeres. El cambio estará en la educación, afirma.

 

Luciano Andreychuk

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“Si miras la calle a través de la ventana, verás que la mayoría de las mujeres que caminan solas por las veredas lo hacen con la mirada gacha, hacia el piso. Y, si miras bien, notarás que los hombres tienen otro andar, altivo y dominante. Las mujeres caminan así porque se ‘encapsulan’: están alertas a una agresión masculina, que puede llegar en cualquier momento bajo la forma de una palabra sexual irrespetuosa. El espacio de la calle muestra la misoginia cultural en la que vivimos”.

Abel Leyva Castellanos lanza su pensamiento en voz alta sin quitar la vista del enorme ventanal que da a San Gerónimo y La Rioja. Es el mediodía, y desde ese panóptico de un hotel céntrico pueden verse esos rostros que muestran las enormes desigualdades de género que atraviesan la cultura latinoamericana. Un problema que, según el académico mexicano, está lejos de resolverse. Aún con los cambios que implicaron los movimientos feministas y las conquistas igualitarias a favor de la mujer, la cultura patriarcal sigue crudamente naturalizada en América latina.

Doctor en Educación, investigador y profesor de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), México, Leyva Castellanos llegó a Santa Fe para participar de un panel sobre la brecha de desigualdades existentes entre hombres y mujeres en ámbitos universitarios, que fue organizado por el Programa de Género, Sociedad y Universidad de la Secretaría de Extensión de la UNL. Su mirada es integral, abarcativa y, también, duramente realista.

“Mi interés radica en ver y estudiar la dinámica de todos los actores de las universidades, incluyendo tanto estudiantes como profesores y profesoras, administrativos/as, y funcionarios/as. El espacio universitario despliega una cantidad de personas y recursos humanos muy importante. Y quiero reflexionar sobre la igualdad y la desigualdad dentro de la organización universitaria vista en su totalidad”, explica en diálogo con El Litoral.

Control “falocéntrico”

—¿Cuál es la situación actual respecto de las desigualdades de género en el espectro de las universidades del continente?

—Veamos otras instituciones, como el Parlamento mexicano. Allí, por ejemplo, hay una especie de dominio completo del varón sobre la mujer en cuanto a cantidad. Hay una cuota de género, pero no se cumple. Los varones siguen teniendo preferencia en función de un dominio falocéntrico, amparado en el machismo.

Y en las universidades, esto se reproduce naturalmente. La universidad es un ámbito de formación profesional, pero con una cultura aún misógina y machista. ¿Por qué? Porque las academias son una síntesis de lo social. Eso significa que éstas están trasminadas por toda la cultura de la desigualdad, y aún más: son una ampliación de ese tejido de desigualdades.

—¿Cuáles son las consecuencias reales de esta cultura misógina? ¿Esta situación lleva a que, por caso, una mujer no pueda terminar su carrera, ni acceder a un buen empleo recién graduada, ni asumir un cargo de liderazgo en una empresa?

—Un ejemplo. En las selecciones laborales, muchas veces los departamentos de recursos humanos se guían por la imagen del postulante. En el caso de la mujer, esta visión del reclutador de personal está orientada hacia la belleza y la atracción sexual. Recién después se consideran las habilidades y competencias que una mujer puede tener para el cargo.

Según estudios con que contamos, hay casos relevados en los detectamos que en el proceso de ascenso laboral de las mujeres casi siempre hubo alguna provocación o acoso de tipo sexual. Esto también muestra claramente la desigualdad de género. Y se reproduce en otras formas también en las universidades latinoamericanas.

“En la familia, la pérdida de liderazgo de la madre respecto del padre se perpetúa en el tiempo. Equilibrar el liderazgo familiar es otra tarea importante”.

El entrevistado

Quién es

  • Abel Leyva Castellanos es doctor en Educación, investigador y docente de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), México. Es coordinador regional del proyecto Ágora y de la cátedra itinerante Edgar Morin de la Unesco. Influenciado por la perspectiva del pensamiento complejo, se desempeña como investigador en problemáticas y desafíos en torno al liderazgo de las mujeres y las prácticas docentes en los espacios educativos, incluido los universitarios.

“Hay que replantear la educación inicial, primaria y media. Esto es, formar a los chicos en procesos integrales con sentido de equivalencia de género”.

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Abel Leyva Castellanos, en diálogo con El Litoral, durante su visita a la ciudad.

Foto: Mauricio Garín

El cambio estará en la educación

—¿Cómo revertir esta situación? ¿Desde qué estrategias? Porque la desigualdad de género es un histórico problema cultural que atraviesa todas las sociedades...

—Hay varias posturas interesantes. Una de ellas, a la que yo adhiero, es la que plantea revisar la educación de 0 a 18 años. Desde el primer contacto con el bebé, empezar a situarlo en procesos integrales de formación en lo humano, por ejemplo. Y que esa formación esté orientada en un sentido de igualdad y equivalencia de género entre hombre y mujer. Y que esto se continúe con fuerza en la escuela primaria y en el colegio secundario.

Esto permitiría a la larga que haya cambios de perspectiva en el espacio universitario. Pero antes hay que empezar a replantear la educación básica y secundaria para formar personas con mayor integralidad respecto de género.

Este trabajo deberá darse en consonancia con la familia. En la familia, la pérdida de liderazgo de la madre respecto del padre juega una enseñanza que se perpetúa en el tiempo. Equilibrar el liderazgo familiar es otra tarea importante.

Hay que repensar el papel de la calle como centro de encuentro social. La calle es una organización invisible que cuando la pisas encuentras tus posibilidades y tus desencuentros con los otros. Sigue siendo el principal punto donde se advierten las desigualdades de género. Además, el Estado debe demostrar que está dispuesto a favorecer las equivalencias de género, con tomas acertadas de decisiones.