“Quiero tomar tu mano”

Sobre los misterios del alma

Sobre los misterios del alma

Lo mejor de la obra escrita y dirigida por Mari Delgado es el elenco de actores y actrices de la propuesta. Foto: Mauricio Garín

 

Roberto Schneider

La historia de cualquier familia siempre contiene en potencia los temas de una novela: deseos que las costumbres prohíben y no se pueden cumplir sin atravesar un doloroso y en ocasiones trágico conflicto, secretos que se arrastran muchas veces toda una vida sin revelar, temores por situaciones que se suponen han ocurrido y no se confiesan, frustraciones por roles que se asignan y no se han querido, resentimientos o afectos con seres que hemos amado y que nunca pudieron ser puestos en palabras.

Las vetas que ofrece esta institución es pródiga y desde la antigüedad al siglo XXI el arte ha acudido a ellas para inspirarse y reflexionar sobre los misterios del alma, de la psiquis de los mortales. Los griegos fueron maestros en los procedimientos de iluminar el costado oculto que las pasiones humanas mostraban frente a las prescripciones de la ley, sobre todo en aquellos sectores de la sociedad unidos por lazos endógenos.

La excelente dramaturga y directora santafesina Mari Delgado no vacila tampoco en escudriñar uno de esos focos de tensión para armar una pieza teatral realmente atractiva. En este caso, el disparador de las tribulaciones del grupo familiar es “Nunca estuviste tan adorable”, la obra de Javier Daulte estrenada en el Ciclo Biodrama del Complejo Teatral de Buenos Aires en 2004, en la que retrataba la vida de su mamá, convertida en una de las protagonistas de la historia. En declaraciones previas al estreno, la autora sostuvo que 2004 es el año tomado como base para la adaptación que realizó de la obra de Daulte: la primera escena transcurre en diciembre de ese año. Se respetan los nombres originales de los personajes, pero se los trae a un contexto santafesino: al histórico Barrio Sur, con la mención directa de, por ejemplo, las dos confiterías de las más afamadas marcas de alfajores ubicadas en General López.

Las distintas situaciones se repiten y al mismo tiempo transmutan, bajo los aires de nuestra Santa Fe más cercana. Al igual que en el original, se presenta un salto temporal que llega hasta nuestros días, a este 2013 que estamos transitando.

Con mano diestra, Delgado se introduce con hondura en la interioridad de sus criaturas y no les ahorra alegrías, momentos de transición y hasta confidencias duras sobre sus personas, pero la ternura por ellos puede más y les da una oportunidad, les posibilita un respiro y un camino para no ingresar en la irracionalidad. No oculta, sin embargo, que la vida es áspera y choca a cada rato con escollos que hieren el corazón. La historia se centra en dos temas predilectos de la autora: el paso del tiempo y las relaciones familiares. La pieza, que transcurre entre las paredes de un piso de la burguesía capitalina, explica la historia de una misma familia en los dos tiempos mencionados.

Delgado, directora también de su propio texto, habla de las relaciones familiares, del rechazo a otras culturas, de prejuicios y, sobre todo, del miedo a lo desconocido. Lo hace con un lenguaje vivo y concreto, descaradamente escorado hacia el melodrama puro y duro, y a través de una arriesgada estructura dramática en la que las dos épocas se cruzan una y otra vez, formando un puzzle que sólo se completará en el sorpresivo final de la función, que abre una puerta a la esperanza y es también un tributo a varias vidas vividas. En esta forma de contar la historia hay habilidad y trampa.

“Quiero tomar tu mano” tiene una interpretación globalmente encomiable y arriesgada, que se traduce en lo mejor de la puesta en escena. Delgado ama a sus actores y eso se demuestra en su puesta, realista por donde se la observe. Guillermo Frick es el simple y sincero Salvador, un personaje resuelto muy bien en lo corporal y a partir de una mirada perdida en el tiempo; la bellísima Florencia Minen es Noe, una labor exacta, con indisimulable entrega; Gilda Mastromatteo es Marta, esa vecina atormentada a la que la actriz entrega una fuerte convicción; Exequiel Maya y Ariadna Bórtoli están correctos en sus respectivos personajes y una vez más ratifica sus excelentes dotes interpretativas Lucas Ranzani, mesurado y brillante al mismo tiempo, sobre todo cuando canta con pasión.

Párrafo aparte para Mirian Maza, una Blanca para el recuerdo. La actriz maneja los tiempos precisos para desplegar su manto impiadoso por sobre todos los personajes. Es una madre terrible, agazapada como una fiera dentro de una coraza de señora buena. Muestra registros y matices de una gran actriz. La escenografía de Osvaldo Pettinari es de bella realización, pero tiene visibles problemas de desplazamiento para los actores, en tanto su vestuario alcanza la corrección. Es muy buena la coreografía de Fabiana Sinchi y adquiere carácter protagónico la perfecta iluminación de Rubén von der Thüsen. La escena final con un preciso y bello video editado por Natalia Borssotto deja un agradable sabor tras apreciar una totalidad en la que sobresale la condición humana en toda su enorme fragilidad.