UN DOCUMENTAL QUE NACIÓ TRAS LAS REJAS

“Mi fuga diaria”: el valor de educarse en la cárcel

El trabajo audiovisual fue realizado por alumnos de la Eempa de la cárcel de Las Flores, con apoyo del Museo Histórico de la UNL. Allí, los propios presos rescatan a la escuela como un camino hacia la reinserción.

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Las fotos obtenidas por los propios alumnos de la Eempa Nº 1316 que integran el fotodocumental, se exponen actualmente en el Museo Histórico de la UNL.

Foto: Gentileza Museo Histórico UNL

 

Juan Ignacio Novak

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“Vengo a la escuela para estar más humano, para no estar tan carcelario. Para que no se te pegue la reja”. El testimonio, estremecedor pero a la vez preñado de esperanzas, pertenece a Marcelo, uno de los alumnos de la Escuela de Enseñanza Media para Adultos (Eempa) Nº 1316 que funciona en la Unidad Penitenciaria Nº 2 Las Flores. Cuyos testimonios quedaron plasmados en el documental “Mi fuga diaria” que se presentó recientemente y fue realizado por los propios alumnos de esa institución con el apoyo del Museo Histórico de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).

Aunque vio la luz recién ahora, este trabajo se gestó en el seno de las actividades que se desarrollan en la línea de acción Museo y Escuela, que integra el proyecto Cultura y Desarrollo, enmarcada en el Plan de Desarrollo Institucional Hacia la Universidad del Centenario (2010-2019). Al respecto, la muestra patrimonial sobre el Instituto de Cinematografía que funcionó en la UNL entre 1956 y 1976, titulada “Ojo del mundo”, constituyó el primer contacto del Museo Histórico de la UNL con la Eempa Nº 1316.

A partir de esa experiencia (desarrollada en 2012), nació la propuesta de que los alumnos realicen un fotodocumental que incluya escenas cotidianas de su rol de estudiantes dentro de la unidad carcelaria. Esta iniciativa se amplió y derivó en el proyecto del documental, que estuvo acompañado por las dos instituciones. Valeria Ansó -referente del Museo y docente del Eempa- y Osvaldo Gutiérrez -ex alumno del Instituto de Cinematografía- fueron los encargados de tutelar el trabajo.

Hacia el cambio

En el momento de extraer conclusiones, lo que señala con mayor énfasis Valeria Ansó es que para los participantes “el espacio de la escuela es valioso, por eso se pueden comprometer en una tarea que nada tiene que ver con los contenidos curriculares”. Algo muy difícil de lograr en un ámbito con las características de una cárcel.

También destacó que pudieron poner en marcha los procesos necesarios para rescatar aquellos aspectos más positivos. “Mencionaron lo bueno que es para ellos ir a la escuela, estar en contacto con los docentes y la posibilidad que les otorga eso para hacer proyecciones a futuro. De ocupar el tiempo y poder pensar que un cambio es posible”. En síntesis, “ellos consideran seriamente que la educación es el camino para mejorar”, aseguró Ansó.

El resultado del proyecto tuvo efectos inesperados para los propios realizadores, en varios sentidos. Por un lado, no imaginaron que el trabajo audiovisual podía llegar a tener la muy buena recepción que finalmente tuvo. Y por el otro -según relató Ansó al manifestar sus reflexiones en dialogo con El Litoral- aunque ellos mismos eran los protagonistas, a los presos el conjunto final les resultó conmovedor e impactante.

“Estaban sumamente conformes y contentos con el trabajo hecho. Porque para ellos es un motivo de orgullo estar en la escuela. Lo valorable es que son personas privadas de su libertad, pero que pueden procesar esa situación y mostrarse, en ese contexto y su transición, el cambio deseado”, consideró y concluyó que “en función de ver esto, uno puede creer en la educación como motor de cambio”.

Protagonistas

Aunque contaron con la colaboración de profesionales a partir del “puente” institucional que se tendió entre la Eempa de la cárcel de la Flores con la UNL, el documental fue realizado íntegramente por los propios alumnos, quienes tomaron también las decisiones. Ellos debieron definir los roles dentro del grupo, autogestionarse y cumplir los plazos. Todo eso formó parte de los objetivos que se trazaron para regir el trabajo, que consumió muchas horas extracurriculares. “Algo que fue muy complejo de lograr”, admitió Ansó.

El hecho de asignarles esta responsabilidad y la potestad para que determinen la asignación de roles derivó en un clima que los entusiasmó y que los llevó a trabajar con gran eficiencia, al punto de que los tiempos fueron mucho menores que los pautados. “Lo que terminaron mostrando de la escuela, es que para ellos es justamente un punto de fuga dentro de la realidad carcelaria”, finalizó Ansó.