La cuasi novela de la bordadora

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Marta Ortiz. Foto: Luciana Giacomelli.

 

Por Tona Taleti

Marta Ortiz, “Colección de arena”, de Marta Ortiz. Editorial Fundación Ross. Rosario, 2013.

En el año 2006, Marta Ortiz publicó EL vuelo de la noche, libro de cuentos, y en el año 2009, su primer libro de poesías al que denominó Diario de la plaza y otros desvíos. Colección de arena, su nuevo trabajo, se muestra como una selección de cuentos, una serie narrativa, pero, su título -colección- subraya la idea de unidad, de completud.

Accedemos a una obra que aparenta ser una sucesión de narraciones aunadas por elementos que habilitan la noción de fusión. Desde la superficie, quedan expuestos indicadores que muestran la coherencia textual y el enlace entre cuento y cuento. Estas marcas indiciales dejan entrever la interioridad de la estructura que los unifica. Desde esta mirada, podemos considerar que Colección de arena se instala, con fragilidad, en el terreno de la novela, se constituye en una cuasi novela, sostenida por una voz narradora que se despliega en distintos soportes de la enunciación.

El punto de vista prioriza una posición de interioridad del sujeto que lo sostiene desde donde es posible construir un monólogo que evalúa aquello que la mirada del personaje rescata del espacio circundante y reconstruye con lenguaje poético. El relato parcelado en cuentos, más que descripciones de personajes o acciones, erige en centro de atención a la voz narradora que se desplaza, aunque a menudo privilegia mimetizarse con el tono de algunas mujeres que transitan estas historias. Una suma que dibuja un perfil femenino de clase media que viste sus sueños con trajes de moaré para cubrir con suavidad sus inseguridades. Un mundo adulto, inestable, incierto, contrapone la dureza de lo externo con una interioridad sensible, confirmada en lecturas. La voz narradora puede variar de género, varón o mujer, pero nunca renuncia a un rasgo de identidad que los unifica: el de ser lectores.

Abundan los capítulos, cuentos, que establecen un entorno social pudiente, adinerado, cuyos miembros, con una rápida mirada detectan al advenedizo, con más facilidad, con más saña si se trata de una mujer. La narradora señala la desdicha de la no ubicuidad, la desdicha de sentirse “apartada del cielo de la rayuela”. El tema de la no-pertenencia, de la exclusión es traído a escena en episodios diversos, donde los sujetos están presentes exteriormente pero, con el pensamiento en otro lugar, en otro momento, como molestos por la situación en la que se encuentran, como si estuvieran en el lugar no deseado del que se huye hacia recuerdos de infancia.

Colección de arena es un homenaje a los libros leídos, a las obras de arte contempladas, a la música preferida, a las películas vistas, en síntesis: una enciclopedia cultural que tamiza la construcción de los personajes y sus historias. De la biblioteca que es posible conformar en la lectura de esta obra se destaca En busca del tiempo perdido de Marcel Proust como soporte modélico, cañamazo que permite a Marta Ortiz, bordadora aplicada, transitar Por el camino de Swann, para dejar sobre la superficie expuesta un pulcro y delicado diseño, mientras el envés con sus nudos ata: “... la sensación de ausencia a medias, de aquello que percibo como imprescindible pero que nunca estuvo o que estuvo a medias y que por alguna razón debo reponer en algún sitio, la ausencia que cada día me empuja al papel blanco (a la pantalla) como forma del vacío a rellenar...”.

Desde los epígrafes, la autora enlaza significantes para construir una nueva acepción: la arena, escritura, es vida ficcionalizada. La vida convertida en relato encuentra algún sentido y final que la organiza y justifica, y aunque “nada nuevo latía bajo el sol, nada que contar en realidad”, se insiste en el bordado, en el tejido, en arropar, en escribir, porque “me había quedado solo, como quien acaba de leer una novela hospitalaria en cuyo mundo logró perderse y el imprevisto final lo arroja nuevamente al vacío”.

En el último cuento o capítulo final, el personaje protagónico, voz narradora, emerge del caos y logra el final feliz de El cielo que propone toda rayuela. Alcanza, en un mundo futuro, el deseo expresado a lo largo de tantos renglones: accede desde el espacio-bar que lo contiene a la “alucinación, el vértigo y la fantasía... que le brinda leer y escribir” y que le confieren una identidad que no puede consolidar fuera de las páginas de un libro.

Marta Ortiz, en Colección de arena, ha desafiado la partición en géneros literarios y con su propuesta reactiva la discusión sobre esta temática.

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Fotos de Cecilia Lenardón para la tapa y la contratapa de “Colección de arena”.