Lengua Viva
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La deserción universitaria y el conocimiento

Es preocupante la deserción universitaria, cuya motivación puede estar dada por múltiples causales como: las dificultades que ostentan los alumnos en la lecto-escritura, tanto a nivel de expresión como de comprensión, a nivel textual y en situaciones comunicativas, en las que el diálogo está presente, la desorientación vocacional y la pérdida de la perspectiva intelectual que tienen, lo que hace que no dimensionen la importancia de los procesos cognitivos y su formalización a través de la palabra para ingresar a un mundo trascendente de pensamiento que sólo puede dárselo el “saber”; su vida, en general, se desliza por carriles materiales y utilitarios, lo cual es lamentable, pues pierden la perspectiva más rica: la de los valores.
El conocimiento como la justicia, el bien, la verdad, etc., es un valor que no sólo mejora al hombre desde lo más inherente a su naturaleza, sino que le da la posibilidad de crecer como persona, de abrir diferentes ventanas que le hagan ver otras realidades, otro mundo, el mundo del conocimiento, de ser un individuo libre, espiritual y mentalmente, una libertad que lo transporta a otras instancias, absolutamente necesarias, para el logro de su felicidad desde su individuación y como ser social.
Así, la preocupación de los responsables de la educación y culturización de nuestros niños-jóvenes hace que estén en la búsqueda de caminos que mitiguen el panorama planteado. Este problema no es privativo nuestro, se está dando en muchos países y en el mundo, por ejemplo España, en un intento de solución, tomó resoluciones que posibilitaran el destrabe del proceso académico-científico en la instancia del bachillerato.
Hasta ese momento, el máximo de materias previas permitidas para pasar al curso siguiente eran dos. La propuesta planteada por la Ley Orgánica de Educación (LOE) presentada por el Ministerio de Educación y Ciencia fue que habiendo aprobado más de la mitad de las materias (aunque queden pendientes más de dos) podían pasar a la instancia superior, es decir al cursado del segundo año del bachillerato. La propuesta tuvo que ser aprobada por las comunidades autónomas. Los docentes vieron con desconfianza los resultados de tal medida, por cuanto podía afectar al nivel educativo, lo que sería observable en el ingreso a la Universidad (selectividad). Por otro lado, vieron dificultosa su implementación en el ámbito institucional al producirse, inevitablemente, una multiplicidad horaria. Las opiniones de los padres fueron diversas, pues, mientras unos se adherían al temor de los docentes, otros pensaron en la posibilidad de que sus hijos pudieran avanzar a instancias superiores para ingresar a una carrera universitaria, aunque, tal vez, su debilidad científica los llevara, en un futuro, al fracaso universitario mencionado.
En nuestro país también estamos buscando caminos. Ya cambiamos la Ley Federal por otras, en las que vamos depositando nuestras expectativas con respecto a una mejora en la calidad educativa. La pregunta es ¿será suficiente? o ¿tendremos que pensar que la educación es el primer eslabón de una cadena que no puede desligarse de los otros eslabones, pues conforman un todo integrado, de tal suerte que si uno de ellos se debilita afecta a los demás irremediablemente? Me pregunto si no deben acompañar a estas nuevas perspectivas educativas otras de índole social, económica, etc. Es difícil pensar en enseñar la lecto-escritura a un niño con hambre y otras necesidades básicas insatisfechas ¿no? Tal perspectiva merece una reflexión y un debate entre todas las fuerzas educativas procedentes de distintos contextos y realidades.