El arte de Kokoschka

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“La tragedia del hombre”, de Oskar Kokoschka.

 

Maite Rodal

(EFE)

El museo Boijmans de Rotterdam ha presentado una muestra cuyo eje son los retratos del pintor austríaco expresionista Oskar Kokoschka, que con su afán de plasmar la psicología de sus modelos rompió con la tendencia realista y decorativa predominante a principios del siglo XX.

“Con sus retratos psicológicos, Kokoschka se atrevió a enseñar la fealdad, que a su entender también pertenecía a las personas, y eso era nuevo en ese momento”, explicó la conservadora de la muestra, Beatrice von Borman.

Con cerca de 150 dibujos y pinturas, la exposición hace un recorrido por la variedad de estilos que Kokoschka (1886-1980) aplicó en su trayectoria, en la que combinó los trazos gruesos con acabados difuminados, siendo la riqueza de colores -sombríos o más ligeros según el estado de ánimo- un denominador común en las figuras y en los fondos.

El enorme “OK” con el que Kokoschka firmaba sus obras destaca prominente en todos los lienzos, desde los primeros retratos de la élite vienesa hasta la serie de retratos de niños, pasando por los conocidos cuadros de animales -con “El Mandril” (1926) como arquetipo-, o las alegorías políticas.

La muestra empieza con el primer autorretrato dibujado en 1906 por un joven Kokoschka y se cierra con el último autorretrato pintado 1970 a la avanzada edad de 86 años. Mientras que el primero, que nunca antes había sido exhibido en un museo, fue hecho en blanco y negro en formato de tarjeta postal para enviar a un amigo, el segundo adquiere grandes dimensiones y representa una alegoría de la muerte.

En Viena, Kokoschka retrató a gran parte de los intelectuales de la época, entre ellos el diplomático Herman Schwarzwald o el arquitecto Adolf Loos, que fue uno de los principales promotores del artista, cuyo maestro, el pintor Gustav Klimt, lo calificó como “el gran talento de las nuevas generaciones”.

Con frecuencia representaba a sus modelos “poco atractivos”, más viejos de lo que realmente eran y extraordinariamente expresivos, de tal manera que muchas veces quedaban sin vender. Pintaba animales con la misma línea expresiva que las personas, como puede contemplarse en los veinte retratos de “bestias” que incluye la exposición, entre ellos “El Mandril” (pintado en el zoo de Londres fuera del horario al público) y una serie de pinturas de gatos, uno de los animales más recurrentes en su obra.

El horror de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) tocó de lleno a Kokoschka, que tras alistarse como voluntario resultó herido de gravedad en dos ocasiones. Era la época en la que sus cuadros mostraban la tristeza de su ruptura sentimental con Alma Mahler, de cuya separación nunca llegó a recuperarse.

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) despertó en Kokoschka, un lector voraz, su lado más contestatario, que se representa en sus alegorías políticas con dibujos de ratas simbolizando la amenaza bélica.

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“Doble retrato de Carl Georg Heise y Hans Mardersteig” (1919), de Oskar Kokoschka.