Leandro Luis, el más chico de los Burtovoy...

Una pasión que se transmite de generación en generación

Hijo del inolvidable José Luis y hermano de otro que dejó su huella, José Pablo. Leandro tiene 31 años, es entrenador, viajó a Europa para ver y aprender, y ahora espera su oportunidad.

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Leandro Burtovoy, el más chico de una dinastía que respira fútbol. Foto: Manuel Fabatia

 

Enrique Cruz (h)

Es el menor de los hermanos Burtovoy. Todos siguieron el ejemplo de José Luis, ese inolvidable gran arquero (y gran tipo) que tuvieron Colón (en los ‘60) y Unión (en los ‘70). El mayor es José Pablo, todavía en actividad atajando en Brown de Adrogué; el que le sigue es Nicolás Antonio, que vive en México y el más chico es Leandro Luis, que con 31 años se apasiona por ser entrenador y tuvo la suerte de ver entrenamientos en Europa y de codearse con los mejores del mundo.

Pero vayamos por partes. Leandro hizo inferiores en San Lorenzo de Almagro, Unión y Chacarita. La pregunta se cae de maduro: ¿cómo surgió la posibilidad de ir a San Lorenzo?. “Me fui a los 14 años. Jugaba en Gimnasia de Ciudadela, de arquero, y con Matías Verón nos llevaron a una prueba. También fui a Gimnasia de La Plata y quedamos en los dos lugares. Decidieron que nos quedemos en San Lorenzo. Al año siguiente me vine a Unión, después a Chacarita, que entraba en los torneos de Afa porque había ascendido. Después fui a préstamo a Flandria en la B Metropolitana, luego a Los Andes que estaba en la B Nacional y allí tenía edad de contrato y surgió la chance de ir a Bolivia, con Copito Andrada y junto con mi hermano Nicolás. Estuve en Potosí y allí salió la posibilidad de hacer una prueba en México, Pablo atajaba en Pioneros de Obregón y yo me quedé en el DF entrenando con Atlante, el técnico era Negrete y no me fue bien. Ahí terminó mi carrera como futbolista”, cuenta Leandro.

Luego de una experiencia en México, ya trabajando como coordinador y hasta organizando una escuela de técnica individual, volvió a Santa Fe y comenzó a trabajar en Corinthians como manager y entrenador de arqueros. Luego dirigió la reserva y tuvo la chance de hacerlo en la Liga Esperancina. “Jugué dos finales, una con San Jerónimo y la otra, dirigiendo a Sarmiento de Humboldt, con Atlético Franck. El año pasado agarramos la coordinación en Sarmiento y terminamos quedando afuera por penales en la semifinal ante San Martín de Progreso, el equipo del Chueco Robledo”.

—¿Y lo de Europa?

—Fui a ver los entrenamientos de Real Madrid y Atlético de Madrid. Llegué el día antes de Atlético-Barcelona, fui a verlo, fue 0 a 0 por la Liga. Luego, por la Copa del Rey, ví Valencia-Atlético de Madrid en Madrid y fui a ver el trabajo de inferiores de Real Madrid y me sorprendió. Real está diagramado para la proyección de los chicos hasta desde lo edilicio. Amarillo para los chiquitos, azul para los del medio y blanco para los mayorcitos, cada cual con sus canchas y sus vestuarios. Llegué a las 3 de la tarde y me quedé hasta las 9 viendo entrenamientos.

—¿Qué te sorprendió?

—Futbolísticamente nada sorprendente, pero las cuestiones organizativas y la calidad de los jugadores le dan un nivel de entrenamiento muy alto. Ví los entrenamientos de Guti y de Santiago Solari, que tienen las categorías inferiores.

—¿Y en Atlético?

—Al otro día me fui al entrenamiento del Atlético. Charlé con el Cholo Simeone y el Mono Burgos. Como Germán lo conoce a Pablo, me presenté. Me impresionó mucho el trabajo de los arqueros. Es de otro nivel.

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Su padre, José Luis, ex arquero de Colón y Unión, también entrenador. Un gran referente del fútbol santafesino. Foto: Flavio Raina

—¿Te sirvió para analizar aspectos tácticos y sacar conclusiones?

—Muchísimo. Siempre que estuve en las canchas, traté de analizar los aspectos defensivos. Desde ese punto de vista, el Real le saca muchas ventajas al Barcelona. El Barcelona es un equipo bárbaro en el que todos pretenden salir jugando, pero me pareció muchísimo más efectivo el sistema defensivo de Real, los zagueros del Barcelona quedan muy abiertos y si presionan sobre Busquet en el sector central y le quitan la pelota, se les complica.

—¿Estuviste con el Torito Zuviría?

—Claro que sí, un fenómeno Rafael. El me dio la posibilidad de entrar al Camp Nou, me llevó a la Masía y ví los entrenamientos de las inferiores del Barcelona. También estuve con la banda de veteranos con la que se junta. Me divertí mucho con ellos, aunque me ponía nervioso porque hablaban en español y por allí empezaban a hacerlo en catalán y ya no entendía más nada.

—¿Qué equipos te gustan verlo jugar por lo que proponen sus técnicos?

—Guardiola revolucionó el fútbol y una de las dudas que había en el mundo futbolístico era si Guardiola era realmente bueno o si tenía el espaldarazo del Barcelona, pero lo demostró ahora en otro equipo... Me parece inteligente el juego de Simeone y también el de Ancellotti.

—¿Y acá?

—Los mellizos Barros Schelotto están armando un camino que ya lo había marcado Gareca, tratando de que el fútbol evolucione un poco más desde el juego.

Leandro es un apasionado que, se nota, le encanta ver fútbol, analizar tácticas y prepararse adecuadamente para un futuro inmediato como entrenador. Tiene una escuela de vida irreprochable —la de su padre y sus hermanos mayores—, se crió en un ambiente netamente futbolero y se dio el gusto de estar en la meca mundial. Con apenas 31 años de edad, el camino recorrido le ha dado una experiencia en todo sentido que está dispuesto a desarrollarla donde se siente feliz y completo: en una cancha y entrenando.

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José Pablo, su hermano mayor, de pasado trascendente en Colón, hoy en Brown de Adrogué. El tercero de los Burtovoy vive, desde hace tiempo, en México y también está vinculado al fútbol.

Foto: Matías Nápoli