Juventud ante el abismo

Fabricio Welschen

2_MARIANAENRIQUEZ_FOTO1_PAULHARPER.jpg

Entre los nombres que conforman la actual narrativa joven de la literatura argentina el de Mariana Enriquez (1973) es uno de los más consolidados. Perteneciente a la generación literaria que la década pasada ha sido denominada, en una movida editorial, como La Joven Guardia, Enriquez ha participado en numerosas antologías de cuentos como In fraganti (2007) o Uno a uno (2008), lo que constituye un claro indicio de la presencia de su nombre a la hora de conformar un panorama de la joven literatura argentina.

El caso que nos ocupa ahora es el de su primera novela, Bajar es lo peor, publicada originalmente en 1995 cuando la autora contaba con una veintena de años, y que ha vuelto a ser publicada en 2013 por la editorial Galerna.

En un muy interesante prólogo, única añadidura en esta nueva edición de la novela, la autora señala que este primer libro contó con la adhesión de un grupo de lectores que se sintieron identificados con gran parte de lo que ocurre en esa historia de ficción. La trama de la novela tiene como protagonistas a Facundo, Narval y Carolina Novak, jóvenes que conforman un triángulo amoroso y que se encuentran inmersos en un ambiente nocturno caracterizado por la droga, la prostitución, la delincuencia y otros tipos de excesos. En el transcurso de la narración, así como en la sucesión de varias peripecias, se irá perfilando el camino sin retorno hacia el abismo que emprenden estos jóvenes. La fatalidad se encuentra signada en el perfil de estos personajes desde sus primeras apariciones en la novela.

Precisamente, el núcleo compositivo principal de la obra es la figura del personaje Facundo. Facundo es el vértice superior del triángulo amoroso, atrayendo por igual a Narval y a Carolina, pero manteniéndose frío y distante con ambos debido a que por las noches trabaja prostituyéndose en las calles. Resulta interesante detenerse en cómo aparece representado este personaje, puesto que en él estriba la clave de la novela.

En primer lugar, Facundo es descripto como un ser de una belleza sobrenatural (en un pasaje es comparado con un ángel de belleza maldita). La descripción que de este personaje se hace en la primera página en la que aparece ayuda a intensificar esta característica: su indumentaria negra hace que su piel blanca parezca brillar, tiene los labios tan rojos que parecen pintados y más allá del estado en que se encuentre (drogado o sucio) siempre parece extremo, lejano y perfecto. El empleo del verbo “parecer” para describir la figura de Facundo en su primera aparición no es azarosa: Facundo, efectivamente, parece algo más que un humano; parece un vampiro. Pero, más precisamente, se parece a la figura moderna del vampiro que es representada en las novelas de género (Enriquez ha manifestado ser una asidua lectora de la literatura de género: desde el terror hasta la fantasía juvenil).

En segundo lugar, se puede ver cómo la composición de Facundo estriba parcialmente en dos puntos de influencias que son Cumbres borrascosas de Emily Brontë y Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. Enriquez misma explicita este vínculo al afirmar en el prólogo que éstos eran sus libros favoritos en el momento de escribir la novela. El misterio que rodea la figura de Facundo parece tomado de la Alejandra de la novela de Sábato (además del paralelismo que hay entre estos dos personajes por el hecho de que ambos portan dobles apellidos tradicionales: Vidal Olmos en el caso de Alejandra y Mora Acevedo en el de Facundo), en tanto que la impronta oscura parece provenir de Heathcliff, el protagonista de la novela de Brontë.

Al margen de que la figura de Facundo ocupa el primer plano, la novela cuenta con otros logros como la composición del personaje Mauricio Novak, joven noctámbulo y claustrofóbico que no logra conciliar el sueño y que, si bien aparece menos, resulta más interesante que el atormentado Narval cuyas alucinaciones producto de la droga le hacen creer que es perseguido por seres siniestros.

A pesar de lo anteriormente señalado, una parte de la crítica ha coincidido en señalar a este libro de Enriquez como una especie de radiografía del menemismo: los jóvenes al margen del sistema que protagonizan la novela serían consecuencia de un proyecto político-económico. Una lectura inadecuada, puesto que a lo largo de la narración no se transparenta en ningún momento un reflejo o una crítica hacia el contexto político (¿la mención a las vías abandonadas en las que se reúnen Facundo y Narval en el capítulo 30? No es suficiente). Por lo demás, los personajes y las situaciones que se narran bien podrían situarse antes o después de la década del noventa. Pero, a fin de cuentas, estos posicionamientos equívocos tienen sus derivaciones: bajo estas mismas lógicas, ¿no habría que considerar que Kryptonita (2011) de Leonardo Oyola es una radiografía del kirchnerismo?

4_IMG897.jpg

Mariana Enriquez. Foto: Paul Harper