Revista “La Balandra”

En su número 8 la revista La Balandra está dedicada a los concursos literarios, a preguntarse en principio si sirven para algo, para lo cual distintos autores porteños o residentes en Buenos Aires rememoran sus inicios y cuentan anécdotas, en general reconociendo el valor de los concursos para satisfacer los móviles más inmediatos de un escritor, por lo menos en los inicios de su carrera: ser publicado y ser leído. Entre los personajes consultados están el agente literario Guillermo Schavelzon, la editora Julia Saltzmann, la gestora cultural Analía Hounie y escritores como Pablo de Santis y Franco Vaccarini.

Luego, seis escritores que en algún momento de su carrera merecieron algún premio importante, cuentan lo que tal reconocimiento significó en su vida y en su carrera. Así Patricia Suárez cuenta con su gracia habitual los pormenores que antecedieron al Premio Clarín que mereció su novela Perdida en el momento.

Claudia Piñero escribe, desde su experiencia como jurado de concursos literarios, sobre el difícil trabajo que significa elegir, sobre la responsabilidad que implica y sobre la relación con los otros miembros de un jurado.

Por su parte, Elsa Drucaroff escribe sobre “La transparencia en los concursos literarios”, una transparencia a menudo puesta en dudas, sobre todo a partir de algunos escandalosos casos flagrantes que en algún caso vio como protagonista a uno de los más “prestigiosos” escritores del medio. Drucaroff se refiere a temas como el seudónimo obligatorio u optativo, y sobre todo a los problemas -a veces muy graves- que significa “la moda de la preselección”, que “alivia trabajo a los jurados y permite a los concursos modestos pagarles poco honorario pero obstaculiza la transparencia por su gran poder para elevar un puñado de obras donde se puede manipular cuál sobresaldrá”.