Algo más sobre una diva

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María Callas y Pier Paolo Pasolini durante la filmación de “Medea”.

Foto: Archivo El Litoral

 

por Nidya Mondino de Forni

Reconocido es que María Callas (María Ana Sofía Cecilia Kalogeropulos) soprano estadounidense de origen griego, se ha convertido en un mito que sobrepasa el estrecho vínculo de los amantes de la ópera. Contribuye a ello su potentosa voz, capaz de los matices y colores más insospechados y su personal forma de abordar la interpretación de los personajes en escena. Con su estilo verista, sensual y moderno revolucionó los usos y costumbres de los grandes divos y divas de su época. Ayudó a gestar el mito su desdichada vida privada y su prematura muerte. Dentro de los treinta y siete personajes que encarnó del repertorio belcantista y romántico para soprano, su personificación de “Norma” de Bellini en Florencia (1948) acabó por consagrarla como la gran soprano de su generación y una de las mayores del siglo. Mas, indudablemente, detrás del mito está la mujer común y para descubrirla apelamos a Dacia Maraini (1): “Conocí personalmente a María cuando Pasolini me la presentó en una cena en una trattoria romana. Ya la conocía como artista y la admiraba muchísimo”. Opina luego que personalmente se la había imaginado distinta. Sobre el escenario parecía una pantera; en privado era tímida, sin nada de diva. Su carácter estaba entre complicado y al mismo tiempo simple, para nada intelectual, pues no había leído mucho y en cierto modo se avergonzaba por ello. Con poca inteligencia racional pero extremadamente sensitiva, se confiaba mucho en el instinto. Más amor que razón. Ante Pasolini estaba como temerosa y aceptaba con respeto y humildad las correcciones que a menudo le hacía a su vocabulario. Ambos se amaban pero en diferente modo. Pensaba, hasta un poco cómicamente “convertirlo” si se hubiera casado con él, mas el amor de él era casto, casi fraterno o paterno.

Era ingenua en ciertos aspectos, parecía una niña, como al demostrar su admiración por una joya o un vestido fastuoso. Reconocía haberse equivocado con los hombres, que había amado mucho a Onassis. Estaba siempre muy preocupada por su aspecto personal; su cuerpo no le agradaba. Cuidaba muchísimo su voz, siempre tenía cerca un escharpe, aunque hiciera calor. Curiosamente, nunca se la escuchó cantar fuera del escenario, ni siquiera una canción.

Con respecto a los viajes, junto a Moravia y Pasolini, a África y Yemen, expresa la escritora que al llegar y ser descubierta se transformaba en una reina. Venían los jefes de Estado a saludarla poniéndole a su disposición aviones, automóviles de lujo, mas ella no los aprovechaba. Habituada a los hoteles de lujo, se adaptaba rápidamente a los albergues de menor categoría.

Cuenta Maraini que en una oportunidad, cuando subió a su habitación para avisarle que la cena estaba lista, la encontró delante de la radio. Pensó que escucharía un aria de ópera, pero para su sorpresa, Callas escuchaba embelesada una canción de Nilla Pizzi (2). Ante el público no tenía dudas, ni timidez, ni miedos; era segura, “sublime”, no así frente a las cámaras de filmación. En “Medea”, su única incursión en el cine, dirigida por Pasolini, no logró —según Maraini— aquel maravilloso abandono que tenía cuando cantaba, le faltaba naturalidad. Su relación con ella terminó cuando acabó su storia d'amore con Pasolini. Supo de su muerte por radios y diarios, sintiendo una especie de vacío; no había sido su amiga, pero sí habían compartido gratos y afectuosos momentos. Le quedaron los discos, grabaciones, el cine, las fotografías, biografías...

Cuando se le preguntó si había escrito algún personaje pensado en ella confesó que, aún teniendo un contexto diferente, la historia otra, los lugares lejanos, el carácter de la protagonista de “Verónica Franco, ramera y escritora”, tenía algo de indomable y al mismo tiempo ingenuo y aniñado de María.

“Su voz vuela con la perfección de un pájaro, que conoce todos los secretos y las corrientes de aire, las nubes y el viento” (D. Maraini).

“Antes de cantar una frase tienes que prepararla con la cara y ofrecérsela al público. Hay que tenerla preparada en la mente. Piensas en la frase, la preparas con la cara y luego la interpretas. Ésa es la belleza del bel canto. Ofrecerla al público y hacer que el público la lea en tu mente y luego la escuche”. (María Callas, 1923-1977).

(1) Dacia Maraini, italiana, nacida en Fiesole (Firenze) una de las voces más importantes de la narrativa contemporánea. Escritora, periodista, autora de teatro y directora artística..

(2) Nilla Pizzi (Addonilla Negrini Pizzi 1919-2011) cantante italiana ganadora de la primera edición del Festival de San Remo y considerada su reina por sus múltiples éxitos logrados en él.