“No importa sufrir, sino volver a casa”

Recuerdos de una niña secuestrada por el grupo terrorista Boko Haram

14-1-2365086.JPG

Fotografía que muestra a Grace hace varios años cuando su familia y la escuela eran su mundo cotidiano. Foto: Agencia EFE

 

Desirée García

redacció[email protected]

EFE

Una sola idea le mantuvo viva durante los ocho años que duró su cautiverio, una única esperanza que ahora transmite a las menores nigerianas: “No importa cuánto sufras, lo importante es volver a casa”.

Sin noticias aún de las 200 menores raptadas hace casi tres meses en una escuela de Chibok, Grace, en una entrevista por teléfono con Efe, recuerda los paralelismos de su experiencia con los rebeldes ugandeses.

Antes de las “niñas de Chibok” hubo miles de menores arrebatados de sus familias para ser convertidos en soldados o esclavas sexuales en el avispero de milicias que sacude el centro de África, donde convergen Uganda, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo (RDC).

Grace fue una de las “niñas de Aboke”, un grupo de 139 escolares secuestradas en esta pequeña localidad del norte de Uganda en 1996. Era el Día de la Independencia -el 9 de octubre- y, al caer la noche, Grace y sus compañeras estaban ya acostadas en uno de los dormitorios del St. Mary's College, un prestigioso internado regentado por monjas italianas.

Luces de linternas y el sonido de cristales rotos las despertaron ya de madrugada. “Están aquí”, avisó el vigilante a la directora de la institución, la hermana Michela Fassera.

Apenas niños

Era un grupo de chicos, algunos de no más de diez años y secuestrados por Kony tan solo unos días antes. Llegaban para llevárselas. “Habíamos oído hablar de ellos -los rebeldes del LRA-, pero jamás imaginamos que pudiera ocurrirnos a nosotras”, asegura.

Aquella noche sin luna, 139 niñas emprendieron descalzas un viaje con distinta suerte: 109 serían liberadas al día siguiente gracias a las negociaciones de Fassera con los rebeldes, pero las otras 30 pasarían años retenidas.

Catherine Ajok, la última “niña de Aboke”, volvió a casa en 2009 con un hijo de Kony.

Grace logró escapar antes, en septiembre de 2004. Una mañana en el bosque se atrevió a dar unos pasos fuera del camino; sus guardas la miraron curiosos, preguntándose si se habría despistado, porque había pasado demasiado tiempo con ellos como para pensar que querría huir. “Estaba sufriendo, quería volver a casa, a la escuela”, recuerda.

Y se perdió en la espesura, con la espalda cargada de torturas, hambre, violaciones y dos hijos del comandante Kenneth Banya, al que entregaron como esposa: uno muerto a los cuatro años en un ataque del Ejército ugandés y una niña viva, Mercy, de 13 meses.

Grace logró escapar cuando casi había aceptado lo que era su vida desde los 15 años: “Llega un punto en que, cuando estás segura de que no hay salida, tienes que encontrar la manera de vivir de esa forma”.

Tormento diario

Siempre hambrienta, con los pies destrozados por las caminatas, forzada a servir al número dos del LRA, cuando no violada, maltratada u obligada a torturar a otras víctimas. “Llegas a un claro -en la selva-, miras al cielo y ves un avión... y en seguida se va. Y vuelves a la realidad”, comenta entristecida, recordando las primeras semanas del cautiverio en Sudán del Sur.

“Tienes que vivir, la vida sigue adelante”, insiste con voz jovial, en mitad ya de la treintena.

Incluso en el infierno de Sudán del Sur, uno de los puntos más calurosos del planeta y adonde las llevaron porque Kony tenía allí su campamento base, ya que este país financió y armó al LRA en represalia por el apoyo de Uganda a los rebeldes sudaneses.

A Kony -a quien persigue la Corte Penal Internacional por haber matado, torturado y secuestrado a decenas de miles de personas-, acudían no solo sus fieles, sino también las niñas, admite Grace.

Grace tiene un mensaje para las 200 niñas que hoy reviven su infierno en Nigeria: “Sé que están sufriendo, pero deben ser pacientes. Seguir vivas es lo más importante. No deben preocuparse por las torturas que inflijan a sus cuerpos, deben mantenerse fuertes para lo único que importa: volver a casa y con sus padres”, sostiene. Grace volvió a Uganda, ha tenido dos hijos más (Lorna y Joshua) y pudo graduarse en Estudios de Desarrollo gracias a la ayuda de Children of Hope Uganda (COHU), una fundación que también financia los estudios de los 18 hijos de 12 “niñas de Aboke”, todos ellos nacidos en cautividad. Lorna Pitcher creó COHU tras conocer en 2010 a la líder de las “niñas de Aboke”, quien se quejó de que tras su terrible experiencia nadie estaba dispuesto a ayudarlas.

Grace Acan teme que las niñas secuestradas por Boko Haram pierdan su infancia en los bosques del norte de Nigeria, como ella enterró la suya en las selvas de Uganda presa del Ejército de Liberación del Señor, la terrible milicia de Joseph Kony.

La fuga

  • Sesenta y tres mujeres secuestradas por la secta islámica Boko Haram hace dos semanas en el estado de Borno, en el norte de Nigeria, lograron escapar de sus captores. Las 63 mujeres huyeron de los terroristas cuando éstos abandonaron el lugar donde se escondían para atacar a militares del Ejército nigeriano. Un agente de seguridad de Maiduguri, que pidió no ser identificado, confirmó la fuga de las mujeres al rotativo nigeriano “Premium Times”. “Las mujeres y niñas consiguieron escapar cuando los hombres armados estaban atacando Damboa. Dejaron a unos pocos cuidadores para vigilarlas y ellas aprovecharon para huir cuando éstos dormían”, relató.