editorial

  • En la Argentina real, la Selección debió recluirse en el predio de AFA, porque las calles son demasiado peligrosas y la impunidad resulta asfixiante.

El país que recibió al Seleccionado

Los jugadores argentinos que llegaron desde Brasil luego de haber obtenido el subcampeonato del mundo, debieron recluirse en un pequeño y exclusivo acto realizado en el predio de la AFA, que contó con la presencia de la presidente Cristina Fernández y que fue transmitido por televisión.

“No fuimos al Obelisco porque, debido a los incidentes del domingo a la noche, nadie nos garantizó la seguridad para nosotros, ni para la gente que se acercó hasta ese lugar. Debido a esto, no quisimos poner en peligro la integridad física de nadie...”, escribieron los jugadores del Seleccionado, a poco de su llegada al país y luego de haber obtenido un logro importante el el torneo mundial de fútbol.

A primera hora del lunes, un escenario comenzó a ser montado junto al Obelisco, lo que atrajo la presencia de miles de personas deseosas de saludar a los jugadores. Sin embargo, el equipo nunca llegó. La fiesta tan esperada jamás se produjo.

Pocas horas antes, el país y el mundo habían sido testigos de cómo un puñado de delincuentes esparcía violencia y destrucción por el centro porteño, con la más absoluta impunidad. Por ese motivo, es comprensible que el Seleccionado haya decidido no llegar hasta la Av. 9 de Julio. Los jugadores debieron optar entre la desazón de la gente, o la probabilidad de algún hecho irreparable.

Ése fue el país que los recibió. El mismo país que, a pocas horas de finalizado el Mundial, tiene a encumbrados dirigentes del fútbol explicando lo inexplicable: ellos mismos vendieron entradas para los partidos y éstas terminaron siendo revendidas a precios siderales.

La Justicia brasileña y la Fifa investigan qué fue lo que sucedió. Sin embargo, cualquier argentino se los podría explicar con sorprendente claridad: en nuestro país, la dirigencia de los clubes y los negocios sucios suelen ir de la mano, pues saben que los protege la misma impunidad de la que gozaron los delincuentes que provocaron los destrozos en la 9 de Julio, a cara descubierta y a la vista de todos.

Según la Subsecretaría de Transporte de Buenos Aires, once semáforos resultaron dañados. Las estaciones de Metrobus más afectadas fueron las Obelisco Norte, Obelisco Sur y Gral. Perón. También fueron destruidos 60 contenedores de basura, 87 vidrios y varias pantallas de información al usuario.

La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) detalló que 26 comercios fueron saqueados y sufrieron daños en sus instalaciones. En el Teatro Broadway, los delincuentes que rompieron vidrios ocasionaron pérdidas de aproximadamente 34.000 pesos y se llevaron las cuatro computadoras de las boleterías, las bebidas y golosinas del quiosco.

Desde el Ministerio de Seguridad de la Nación se informó que, entre los detenidos, hay barrabravas de Independiente, Chacarita Juniors y Nueva Chicago. El secretario del área, Sergio Berni, atribuyó lo sucedido a acciones supuestamente planificadas y ejecutadas por violentos de clubes ligados a Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, sindicalistas opositores al gobierno.

A esta altura de las circunstancias, nadie sabe a quién creerle. Pero lo que sí quedó en claro, es que el país que recibió a los jugadores dista del cuento de hadas que describen los relatos oficiales.

En la Argentina real, la Selección subcampeona del mundo debió recluirse en el predio de AFA, porque las calles son demasiado peligrosas y la impunidad se torna asfixiante.

Los jugadores debieron optar entre la desazón de la gente, o la probabilidad de algún hecho irreparable.