ENTREVISTA CON EL ESCRITOR FRANCISCO BITAR

“Cuando aprendés a escribir, volvés a aprender a leer”

16-IMG_7317.JPG

“La cuestión de los temas es lo más escurridizo en la literatura -dice Bitar-. Y es a lo que se llega al final, después de una larga meditación. Lo generacional, la amistad, las relaciones entre hermanos, están presentes en ‘Luces de Navidad’”. Foto: MANUEL FABATÍA

 

Estanislao Giménez Corte

[email protected]

http://blogs.ellitoral.com/ocio_trabajado/

I. DIARIOS (NO TAN) ÍNTIMOS

Pese a haber sido prácticamente criado en una librería (Atenea, que era de sus padres), el primer amor del escritor santafesino Francisco Bitar (33) no fue la literatura ni la filosofía, sino la música. El autor, distinguido este año con el Premio Provincial de Narrativa Alcides Greca por “Luces de Navidad”, lo recuerda ahora mismo, mientras dialogamos en uno de los hermosos ambientes de la librería “Del otro lado”, en la que dicta talleres. Dice, y se ríe, que con una misma energía y con un idéntico fanatismo se abrazó de niño y de adolescente a las causas más diversas, como las artes marciales (el kung fu), el fútbol y el básquet, antes de descubrir las maravillas de la guitarra y mucho antes aún de tropezarse con esa otra maravilla, la de las letras. “Vengo de una de esas familias que hacen que sus hijos hagan de todo -comenta-. Crecí rodeado de libros, pero cuando me di cuenta de que podía ‘sacar‘ canciones, tuve un deslumbramiento. A los 14 años, decidido, les planteé a mis padres que quería ser músico y me sacaron ‘carpiendo’. Mucho más adelante, se dieron cuenta de que quería ser escritor y ¿quién quiere tener un hijo escritor? Me tuve que ganar ese lugar”, dice. Pese a su juventud, Bitar ha conseguido desarrollar una importante producción publicada, que a la fecha cuenta con “Negativos” (poesía, 2007), “El olimpo” (novela, 2009), “Ropa vieja: la muerte de una estrella” (poesía, 2011), “Tambor de arranque” (novela, 2012, Premio Ciudad de Rosario) y el aludido “Luces...” (cuentos, 2014). Esto, sin contar sus trabajos como traductor ni su participación en compilaciones colectivas. Además, en 2013 obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes.

Francisco recuerda que su primer contacto con lo que podríamos llamar el hecho creativo se remonta a la infancia, a unos cuadernos, compuestos a modo de un diario íntimo. En ellos, dejaba anoticiados a padres y hermanos del desarrollo de competiciones de ping-pong y otras menudencias de la vida cotidiana. “No sé si eso despertó el resto (de mi vocación). Es un ejercicio que no volví a practicar, pero te forzaba a seguir lo que pasaba a lo largo de un día. Tendría unos 7 u 8 años. Tenían la particularidad de ser diarios mentirosos, porque yo necesitaba saber qué pensaban los demás acerca de eso”. Allí, entiende, había una suerte de trabajo “de cronista” y se origina posiblemente su interés “por el lector”. “A la noche le leía a mi vieja la descripción del partido. Eso nunca lo abandoné. Entiendo que ese lector forma parte del entorno. Yo me preocupo por él y creo que está cerca de mí”, dice.

II. RITMO, DISCIPLINA Y CLIMA

Las relaciones entre lo literario y lo musical se explican en el caso de Francisco a partir de una preocupación por el ritmo. “El oído es una clave en mi literatura. Mis poemas son narrativos, pero mis cuentos y novelas necesitan de ese ritmo. Ahora, ¿dónde encuentro yo el ritmo? Toda oración lo tiene, claro, pero para mí la unidad musical es el párrafo. Sobre todo necesito ese ritmo en los arranques. La música pervive ahí”, dice. Como a tantos, a Bitar lo deslumbró “en la adolescencia” la figura de Cortázar. Pero menciona también a dos autores que, muy diferentes en sus modos de vida -Faulkner y Hemingway- se acercan, dice, “en la disciplina”. En aquel tiempo juvenil “tenía como un acercamiento más a la figura del escritor que a su escritura. Me fascinaba el hecho de que algunos -como Kerouac- fueran tipos entrados en excesos, viajeros y a la vez grandes escritores. Pero después empecé a escribir dos o tres horas por día, y me acerqué más al proceso de la escritura”, añade.

Así el método o el procedimiento, cuestión cara a todo autor, se circunscribe en su caso “ante todo, a una cierta noción de disciplina. Como mínimo trato de escribir tres horas por día. Como dice Flannery O’Connor en un ensayo que es como una especie de amuleto para mí (“Para escribir cuentos”), ella se plantaba todas las mañanas a las 9 y hasta las 12. Y estaba ahí. Si salía algo lo escribía pero, si no, seguía estando ahí. En mi caso, las horas del día cambian: venía trabajando a la mañana, que es un momento alucinante: hay linda luz, uno está descansado. Ahora empecé a trabajar más a la tarde. Pero todo eso forma parte del encanto del trabajo: tenés que entrar en clima. El momento en que ya disponés tus cosas y empezás es extraordinario”.

III. INFLUENCIAS, CONTEMPORÁNEOS, CANÓNICOS

“¿Las influencias? Es una pregunta cuyas respuestas cambian de mes a mes. Mi primera influencia fueron mis viejos. Guardo la imagen de ellos leyendo. Eso me marcó. Estudiaban mucho. Eran profesores de filosofía. Luego, para mí Hemingway y Faulkner son pilotes. El primero con esa vida salvaje; el otro era lo contrario: tenía una vida muy restringida, pero que en sus novelas se disparaba ¡y cómo! Otra influencia es F.S. Fitzgerald. De los dos tenía lo peor (risas)”. De los argentinos, pasamos por los nombres obligados -Saer y Borges especialmente- pero Francisco prefiere nombrar “a mis contemporáneos. Como dice Martín Gambarotta ‘mi tradición son mis contemporáneos‘. Es una linda idea. Hay mucho que se teje con los que escriben codo a codo con vos. Luciano Lamberti, Federico Falco, la generación del noventa (Fabián Casas y otros), además son mis amigos. Nos formamos juntos”.

Bitar cita como un momento clave en su desarrollo como escritor la aparición de su primer libro “Negativos” (‘07), pero más aún el “contexto de ese libro”, dice. “Un poeta que yo admiro muchísimo, Daniel Durand, recomendó unos poemas míos. Eso fue muy importante para mí. Durand me enseñó a leer de una manera diferente: a observar otras cosas en los textos; a partir de una base más firme. Necesariamente, cuando aprendés a escribir, a la vez volvés a aprender a leer”. Francisco dice que se siente más “cerca” del cuento. “Siento que es un género que conozco. En el cual puedo incurrir sin cansarme a mí mismo. Avanzo y me siguen dando ganas de escribir (risas)”. Entiende que forma parte de “una generación del fragmento”, de la brevedad y propone “pensar en un tipo de escritura que favorezca la lectura rápida”. A futuro, concluye, planea “una gran saga con uno de mis personajes” pero, se sincera, “a veces uno proyecta con la cabeza que tenía entonces”.