Sobre la poesía argentina contemporánea

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“Interior con vaso etrusco”, de Henri Matisse.

 

Por Raúl Fedele

“La poesía en el país de los monólogos paralelos”, de Pablo Anadón. Editorial Brujas. Córdoba, 2014.

La poesía en el país de los monólogos paralelos reúne escritos de Pablo Anadón redactados para distintos medios de España y de la Argentina (entre ellos, para El Litoral), o para libros y conferencias. Se trata en general de páginas destinadas a clavarse con certera, por momentos mortal precisión en el cansino panorama oficial de la poesía argentina actual, la que parece sobrevivir sólo merced a remanidas cátedras universitarias, premios politizados, repetitivos cánones periodísticos o prestigios sostenidos por viajes, festivales y publicaciones institucionales.

En líneas generales, el volumen está dividido en tres partes: en la primera se reúnen ensayos que interrogan, juzgan y plantean problemáticas vinculadas con la situación de nuestra poesía en las últimas décadas. “El título del libro, tomado de unas páginas de Seferis sobre las condiciones de la poesía en la Grecia de su tiempo, evidencia las dificultades de establecer un verdadero diálogo sobre lo que puede entenderse por poesía actual en la Argentina, una dificultad que sin duda hunde sus raíces en razones históricas y aun políticas en nuestro país, pero que excede asimismo las fronteras nacionales, para asumir más bien su carácter epocal”. La segunda parte indaga (sin pretender constituirse en canon) en la obra de distintas generaciones para estudiar el panorama de la lírica argentina, desde Enrique Banchs, pasando por Jorge Luis Borges y Juan Rodolfo Wilcock, a Ricardo H. Herrera (un poeta que, vale acotar, dirige la impar revista Hablar de poesía, autor de reflexiones sobre la poesía tan memorables como las que ofrece el libro que aquí nos ocupa). La tercera parte se ocupa de la traducción de poesía.

Este libro de Anadón encierra en cada página argumentos dignos de consideración, escritos además con un estilo de transparencia y gracia fuera de lo habitual en los grandilocuentes oscurantismos lexicales a los que nos han acostumbrado las investigaciones conicetistas y la crítica poética de nuestros lares. Por citar sólo algunos tramos, leemos, a propósito de las vías de la poesía argentina actual, que Anadón opone algunas rutas laterales a los “transgresores hijos del ‘golem’ neobarroco y los transgresores pero flemáticos objetivistas”, seguidos por los monstruitos (o “mostritos”, dada la predilección por la pronunciación “plebeya”) que Arturo Carrera recoge en su: Monstruos. Antología de la joven poesía argentina (2001), cuyo denominador podría resumirse en la declaración de Alejandro Rubio (“La lírica está muerta. ¿Quién tiene tiempo, habiendo televisión por cable y FM, de escuchar el laúd de un joven herido de amor?”).

Escribe Anadón: “A nuestro juicio, la poesía más intensa, arriesgada y perdurable de estos años no es la que ha transitado por el ‘camino de la desconfianza’ hacia las palabras, ni la que se ha propuesto la ‘novedosa’ transgresión de convertir la escritura en un registro de lo ‘superficial’, lo ‘digresivo’, lo ‘intrascendente’, lo ‘indiferenciado’, lo ‘superfluo’ ”. Poetas fuera del plantel oficial de esa autopista con aceitada máquina académica, periodística e institucional (Anadón cita expresamente al respecto la autopista Buenos Aires-Rosario), voces solitarias que, no es casual, suelen residir en el interior del país. Aunque justamente por ser voces aisladas es difícil encontrarles una común denominación, Anadón, recurriendo a Ramón López Velarde, los reúne en los términos de un “lirismo crítico”, en una lírica contemporánea con su propia tensión y originalidad, “que no necesita recurrir a la parodia de la tradición para formular una palabra inédita”. Ya no el poeta que está “de vuelta de todo”, con su tedio y desprecio, sino aquel que es fiel a lo que señalaba el gran poeta italiano Sergio Solmi: “La paradoja de la lírica moderna parece consistir en esto: una suprema ilusión de canto que milagrosamente se sostiene después de la destrucción de todas las ilusiones. El alma, despojada de sus sueños y de sus ídolos, constreñida a abrazar la ‘rugosa realidad’, a expresar la sustancia presente y amarga de la existencia, encuentra en esto su duro y necesario reconocimiento, un paradójico principio de música y de olvido. La fábula resurge sobre el mundo destruido como un espejismo en el desierto”. Y a continuación, Anadón se detiene en estudiar algunas de esas voces solitarias: Horacio Castillo, Rodolfo Godino, Alejandro Nicotra, Jacobo Regen...

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Pablo Anadón. Foto: Enrique Butti

En la sección dedicada a la traducción de poesía, Anadón propone el estudio detallado de este ejercicio en la Argentina y obtiene polémicas conclusiones a partir del análisis de una de las empresas de traducción y aggiornamento de la cultura poética más importante del país centrada alrededor de la revista Sur. Los grandes autores que en ella se ocuparon de la traducción (Borges, Victoria Ocampo, Girri, Wilcock, Revol) prefirieron la versiones literales y el verso libre y sin rima, incluso para los poemas escritos en su original con rigurosa métrica y resonante rima. “Mi conjetura”, escribe Anadón, “sobre el hecho de que la modalidad de traducción que no contempla las cualidades musicales habría influido en el modo en que se ha cristalizado, en nuestro país al menos, una imagen de la poesía moderna asociada exclusivamente con el verso libre y la informalidad compositiva [...] He presenciado numerosas expresiones de asombro y de incredulidad ante la observación de que autores fundamentales de la lírica moderna, como Kavafis, Yeats, Montale, Brecht, Auden Apollinaire, Pasternak, etc., recurrieron durante casi toda su obra a la métrica y la rima en sus composiciones -sin que ello disminuyera la modernidad ni el carácter innovador de las mismas-. Y debo aclarar que quienes manifestaban tal asombro e incredulidad no eran personas desprovistas de lecturas, sino más bien todo lo contrario: eran, en general, poetas muy informados sobre la lírica contemporánea en distintas lenguas”. Desde luego hubo y hay excepciones (incluso dentro de los traductores ligados a Sur hay quienes, como Silvina Ocampo, prestaron evidente atención al aspecto métrico): Raúl Gustavo Aguirre, Horacio Armani, Rodolfo Alonso, Ricardo H. Herrera o Alejandro Bekes, entre otros.

La posterior lógica deducción es que esto también debe haber influido en una muy presente tendencia en la poesía argentina a una defensa “empecinada” del verso libre (sin que a “nadie se le ha ocurrido atacar el verso libre en sí mismo”), y no sólo para el traductor sino también para el creador. “A mi entender, una cosa es valorar los servicios que el verso libre le ha prestado a la poesía moderna, y otra identificar sin más verso libre y poesía moderna, identificación que la historia de la poesía moderna claramente desmiente. Otra cosa también -peor cosa aún, a mi juicio-, es ensañarse con la dimensión musical de la lírica, que pareciera por momentos extenderse a una antipatía hacia todo lo que tenga que ver con el trabajo artesanal del verso”.

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