Mirada desde el sur

Cristina y las alpargatas

Raúl Emilio Acosta

El discurso presidencial es una pieza distinta en los relatos históricos y es distintiva del relato K. Entre las deudas de los analistas políticos conviene agregar una, acaso de las más importantes. Repasar el primer discurso de Néstor Kirchner. El de “asunción”. Pocas cosas más reveladoras de la desconexión y el recorte de la sociedad que los dichos de esa pieza. En la cátedra de periodismo, los estudiantes deberían hacerlo. Vamos con lo básico ¿Qué es un discurso presidencial? Un discurso presidencial es el de alguien que manda. Quien preside dice pero, ¿para quién? Para todos aquéllos sobre quienes tiene mando. Ese mando es delegado. Excepto en las monarquías, en todos las otras formas de gobierno, el voto es decisorio. Directo o indirecto. (¡Cómo se añora el colegio electoral que frenaba la supremacía porteña, la frenaba! ¡Cómo y cuánto nos diferenciaría un parlamento y la obligación de “parlamentare”!). Convendría -ahora que todos los organismos de contralor del Estado definen cuál periodismo sí y cuál no- dejar claro lo siguiente. Estas mínimas especulaciones periodísticas refieren, de aquí en adelante, a un club de bochas, aunque no al mitológico Chanta 4, de la ciudad de Santa Fe, por la derivación de la palabra “chanta”, tan vapuleada hoy día.

El presidente del club de bochas Sudor y Esfuerzo hace su discurso. Sigamos por el caminito obvio. Habla para los bochófilos. Pero habla para todos los bochófilos, porque ha sido elegido presidente de todo el club Sudor y Esfuerzo. Es el triunfador en las elecciones, pertenecía al partido Bochofista. El presidente es un viejo militante de “Vivan las bochas, me quedo con las rayadas”. Viene de la fracción Lacan, la más antigua.

Para su primer discurso, aconsejan los viejos sabios. Usted no puede, si es presidente del club de bochas, decir: “Hablo para los que usan alpargatas blancas y no para los que usan alpargatas negras, porque los que usan alpargatas negras en este club de bochas son una porquería”.

Le recuerdan lo que fue su lucha. Base de cáñamo o yute, pero capellada de cualquier color. Si no había blancas, bienvenidas las alpargatas negras, o las azules con cordones. Alpargatas si, zapatos no. Lucharon tanto por eso... Todos pueden jugar. Todos.

Usted es presidente, le dicen, y los que usan alpargatas negras y alpargatas blancas juegan a las bochas. Y usted los dejó venir con esas alpargatas negras. Salimos a la calle y nos jugamos la vida para que cualquiera juegue a las bochas. De modo que usted no puede discriminar entre alpargatas buenas y alpargatas malas para jugar a las bochas en el club del cual usted es presidente.

Nada, que se tranca, se empaca, pone cara de malito, se le nota una arruga especial en mitad de la frente y se le estira el cuello de tortuga. Cuando se pone malo, es malo. Insisten. Si usted dice: “No, no voy a ser presidente, voy a seguir siendo el líder de las alpargatas blancas, estamos en pelea final y absoluta contra las alpargatas negras”. Bueno, dígalo, que detrás suyo se encolumnarán todas las alpargatas blancas, porque usted no es el presidente, usted es el líder de una fracción y estará en guerra. Enfrente estarán todos los bochófilos con alpargatas negras y tendrán su líder, que se enfrentará con usted. Usted no acepta como suyos a los que usan alpargatas negras, dice que son traidores y que no podrán jugar a las bochas. Que si quiere les saca el carné.

Ahora, le aclaran, en el instante que usted decide ser candidato a presidente para los de alpargatas negras y los de alpargatas blancas, si usted no habla para todas las alpargatas, usted es malo, usted está equivocado, usted es peligroso, usted no sirve como presidente, porque usted mantiene como presidente la disputa y la pelea partidaria.

Se lo aclaran ante escribano, lo hacen jurar por los Santos Evangelios y el libro redondo de Lisas y Rayadas. Si usted va a ser presidente de todos, de los que usan alpargatas blancas y también de los que calzan alpargatas negras -no hablemos de las alpargatas azules, floreadas y de diversos colores-, si usted va a ser presidente de todas las alpargatas, lo elemental es que usted no obligue a más peleas entre las alpargatas, que les pida que se abracen y pidan un vermú comunitario en el buffet. Si usted, como presidente del club de bochas Sudor y Esfuerzo, sólo tolera las alpargatas blancas y desde el púlpito de los discursos dice que los otros alpargatudos son infames traidores a la patria bochófila, pedazos de buitres mal nacidos, hijos de la corporación antibochas, sólo porque usted es un irascible que no soporta que sus alpargatas sean distintas a las que usted ostenta, entonces usted no es presidente, usted es un líder faccioso que quiere que se mueran las alpargatas distintas a las suyas. Eso es peligroso. Al club de bochas le hace daño, a la práctica mundial del juego entre lisas y rayadas también. A la historia. A la democracia. Y al buffet, que venderá sólo la mitad de los vermús por culpa suya.