Murió Roberto Telch, tenía 70 años...

Aquella cabeza enrulada y esas piernitas que dormían la pelota

Fue un símbolo de San Lorenzo, pero el hincha de Unión lo recuerda por esos cuatro años inolvidables que pasó en el club, donde fue un gran referente de la gran campaña del Nacional de 1979. Se hizo un minuto de silencio, antes del partido de ayer, en su memoria.

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Con la de Unión

La “porra” y lana inconfundible de Roberto Telch, a quien no hace falta explicar porqué lo apodaron “Oveja” en el fútbol argentino. Jugó con la rojiblanca 186 partidos y marcó 3 goles. Llegó con Urben Farías como DT, debutó contra Quilmes y su último partido fue ante Colón en 1980. En la foto, con Nery Pumpido y Hugo López (4) de espaldas

Foto: Archivo El Litoral

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a San Miguel de Tucumán)

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La muerte siempre duele pero golpea mucho más cuando se trata de un hombre cuyo paso ha dejado huellas. Y es el caso de Roberto Telch, a quien el mundo futbolero argentino lo recuerda por sus 13 años militando en San Lorenzo, con cuatro títulos y 415 partidos con la azulgrana, y no tanto por haber sido un hombre clave y vital en aquél segundo lustro de la década del 70, cuando Unión estuvo tan cerca de alcanzar la cima de la gloria.

Telch había nacido el 6 de noviembre de 1943, vistió 415 partidos la camiseta azulgrana, lo que lo transformó en el segundo jugador de mayor presencia después de Sergio “El Sapo” Villar (445). Entre 1962 y 1975, lapso en el que jugó profesionalmente en Boedo, ganó cuatro títulos locales: los Metropolitanos de 1968 y 1972 y los Nacionales de 1972 y 1974.

“La Oveja”, apodo que adoptó por su cabellera ensortijada, integró equipos como “Los Carasucias” y “Los Matadores”, pertenecientes a una etapa memorable para los hinchas de San Lorenzo. Fue compañero, entre otros, de Héctor “Bambino” Veira, Narciso “El Loco” Doval, Fernando “Nano” Areán, José Albrecht, Victorio Cocco, Rodolfo “Lobo” Fischer, Alberto “Toscano” Rendo, Carlos “Toti” Veglio y el “Sapo” Villar.

Por aquellos tiempos, Unión había conseguido el ascenso a Primera y se desarmaba ese equipo de 1975 que tantas alegrías y recuerdos trajo de la mano del Toto Lorenzo. Se llevó a varios de ellos a Boca y otros dejaron la institución. Así, se produjo una especie de renovación en la que surgió un nombre por encima de todos: el de Roberto Telch.

A la “Oveja” le costó en los primeros tiempos. Es que Unión comenzó a sufrir y en 1977 estuvo peleando por no descender. Con escasos recursos y la necesidad de una buena campaña, el escribano Rubén Neme se hizo cargo del club en su carácter de síndico y produjo una acertada renovación. A la experiencia de Biasutto le agregó la juventud de Pumpido, vino el Chango Cárdenas, tuvo continuidad Mazzoni, se agregaron Hugo López y Regenhardt, se trajeron dos jugadores tremendamente valiosos para sumarlos al circuito futbolero de Telch, como Pitarch y Ribeca, apareció la fuerza y potencia del recordadísimo Mario Alberto, más los goles indispensables del Turco Alí.

Unión fue protagonista del Metropolitano de 1978, mantuvo una racha de 24 partidos sin perder y llegó así el recordado Nacional de 1979, cuando aquél equipo de Reynaldo Volken estuvo a un paso —a un gol en realidad— de hacer historia y ganarle al River dirigido por Labruna, que tenía a varios campeones del mundo recientes como Fillol, Alonso, Passarella y Luque, entre otros.

Roberto Telch tenía unas piernitas flacas que poco tenían que ver con esa imagen aguerrida y de fuerza que tienen, generalmente, los volantes centrales. Pero se las ingeniaba para ganar siempre, en cada pelota dividida o en cada cruce, porque si algo distinguió a la “Oveja” era su tremenda inteligencia para estar siempre bien ubicado.

Era un jugador que ordenaba adentro de la cancha, que bajaba las pelotas que venían de alto “durmiéndolas” en la punta de su botín, obligándolas a someterse como si se tratara de su amo y señor. Era fino pero fuerte a la vez. No necesitaba pegar, no recurría a la infracción, pero recuperaba como el mejor, abastecía siempre al compañero mejor ubicado y a pesar de su andar cansino, estaba siempre en el lugar indicado.

Reynaldo Volken tuvo la fortuna de tener una prolongación suya adentro de la cancha. Telch advertía cosas que nadie veía. Y las acomodaba, casi a su gusto y placer. Y daba eso, gusto y placer, verlo mandar a sus compañeros, organizándolos y señalándoles a los pocos minutos de qué manera y cómo había que jugar el partido. Un estratega, pensante, inteligente, sagaz y muy vivo, respetado por propios, rivales y árbitros, porque Telch era un señor.

Tuvo después un paso por Colón fugaz, de apenas un año. Y no se recuerda en Santa Fe que haya sido tan traumático como ocurrió con otros jugadores que vistieron las dos camisetas. Seguramente por ese respeto que todo el mundo futbolero, los propios y extraños, profesaban por este enorme profesional y jugador.

La vida se llevó a Roberto Telch que allá andará, en el cielo, juntándose con Mario Alberto para recordar anécdotas de aquellas inolvidables “batallas” de esos años finales de la década del 70. Se lo llevó la vida, pero el fútbol siempre lo devolverá al recuerdo noble, agradecido y permanente de los hinchas de Unión. Y cada vez que alguien baje la pelota que llegue endiablada por el aire, utilizando la puntita del botín para dormirla y someterla como un amo y señor, allí aparecerá la imagen de esa cabeza enrulada y esas piernas flacas que identificaban a un “pedazo de jugador”.

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Con la de Colón

Jugó 29 partidos con la rojinegra y llegó de la mano del “Gitano” Miguel Antonio Juárez. Su último partido en Colón marcó la despedida del profesionalismo: el 5 de noviembre de 1980 con una derrota de 5 a 1. Nunca fue amonestado ni expulsado. En la foto, al lado de Carlos Santos Mazzoni antes de arrancar un clásico en 1980, el año de su retiro. Foto: Archivo El Litoral