Crónica política

¿Política para mañana o para hoy?

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Cristina Kichner y André Malraux.

por Rogelio Alaniz

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“La política es a veces como la gramática: un error en el que todos incurren es a veces reconocido como regla”. André Malraux

Los opositores deberían preocuparse más por 2014 que por 2015. Hablo de la oposición en el sentido más amplio del término, la oposición que incluye a políticos, empresarios, sindicalistas y ciudadanos. Las batallas hay que librarlas hoy, no mañana. El futuro se construye en tiempo presente y quien cometa el error de desconocer esta exigencia descubrirá a la vuelta del camino que se quedó sin presente y sin futuro.

El kirchnerismo fue derrotado en las urnas el año pasado, pero no fue una derrota contundente; tampoco destruyó su insaciable voluntad de poder. Animados por la victoria, los opositores empezaron a prepararse para 2015. Aparecieron los candidatos y con los candidatos las comprensibles pero desgastantes refriegas internas. Encandilados por 2015 empezaron a descuidar 2014. Se suponía que la Señora se resignaría a su derrota y se dedicaría a administrar el país hasta entregar el poder como manda la Constitución. El razonamiento hubiera sido válido en Chile, Uruguay y en cualquier país con un piso mínimo de cultura democrática. No en la Argentina. Y mucho menos con el peronismo en el poder.

La oposición nunca debería haber olvidado esta elemental lección de realismo político. Las lecciones de 2009 enseñaron que al kirchnerismo no se le gana por puntos, sino por knock out. Ellos no permiten otro tipo de desenlace. Son capaces de transformar el dolor, y hasta el luto y la muerte en una efectiva mercancía electoral. La viuda de ayer es la heroína antiimperialista de hoy y la líder plebiscitaria de mañana.

Todo se negocia y se trafica en el bazar de las ilusiones muertas, menos la voluntad indeclinable de ir por todo. A este objetivo, los K no renunciaron ni piensan renunciar. Es más, es el único objetivo que tienen en claro. No hago especulaciones en el aire, me limito a escuchar lo que dicen y a prestar atención a lo que hacen. Ellos no disimulan sus intenciones, pero los que deberían registrarlas las ignoran, las subestiman o están ocupados en discutir el postre cuando todavía no se sirvió el primer plato.

Por lo pronto, hay que saber que con el kirchnerismo no se pacta. Tampoco se le pone la otra mejilla. Los que quieran insistir en lo contrario que lo hagan. Pero que después no lloren ni se quejen. El kirchnerismo a su manera es transparente. No va a cambiar y el que espera que lo haga comete el peor de los errores políticos: la ingenuidad con un contendiente tramposo y desleal.

Mientras tanto, los muchachos tejen pacientemente su tela, creando todos los días las condiciones necesarias para quedarse en el poder. Como en toda estrategia de este signo, hay un plan mínimo y un plan máximo. El mínimo consiste en dejarle encendida una bomba de tiempo al próximo gobierno. Ello incluye un Estado colonizado con sus funcionarios. Como se dice en estos casos: dejan el gobierno pero seguirán controlando el poder. Un gobierno asediado por la crisis, con las instituciones copadas por sus adversarios y sin el control de los movimientos sociales es una cáscara vacía en medio de la tormenta.

A la variable de máxima se la podría calificar como la “solución Santa Cruz”: un plebiscito, un autogolpe o alguna maniobra parecida para quedarse en el gobierno. Es la más difícil pero la más tentadora. No serán los escrúpulos institucionales los que les impedirán hacerlo. Lo seguro es que lo van a intentar. Están trabajando en esa dirección y si logran alinear dos o tres variables, la dictadura plebiscitaria estará a la vuelta de la esquina.

Conocer la identidad íntima del kirchnerismo no es algo imposible. Todo está en la superficie y es demasiado visible, salvo para quien no quiere ver. La psicología y las conductas de sus líderes máximos no son indescifrables. Drácula podrá ser un personaje perverso y siniestro, pero la razón de ser de su existencia es de una evidencia palpitante y estremecedora. Con los K sucede algo parecido.

El kirchnerismo nunca fue ni más allá ni más acá de Santa Cruz. No saben hacer otra cosa. En Santa Cruz, también tenían las dificultades de una Constitución que les impedía quedarse para siempre en el poder. Lo resolvieron a su manera: asamblea constituyente y reelección por un mandato más. ¿Por qué no reelección indefinida? No pudieron. Ellos también conocen los límites de lo posible. Los aceptan, pero no se resignan. No pudieron garantizar la reelección indefinida con la Constitución, pero entonces se movilizaron para garantizarla por la vía del plebiscito. Ese tipo de consulta pampa no estaba permitido por la ley, pero ellos no son políticos que se detengan por semejantes nimiedades. Hicieron lo que se les dio la gana y a la funcionaria judicial que se le ocurrió hacer alguna objeción, la pasaron por arriba sin que se les moviera un pelo.

¿Alguien supone que no intentarán hacer lo mismo en la Argentina? ¿Alguien cree que si tienen la oportunidad de hacerlo van a renunciar a ello? ¿Alguien especula con el supuesto de que se van a quedar de brazos cruzados? A la oportunidad la buscan sin desmayos. El escenario no se les presenta fácil, porque para su desdicha, la Argentina no es Venezuela, aunque la Señora se parece cada vez más a Maduro.

El país no anda bien, pero con una oposición impotente o alineada con el oficialismo no van a tener muchos reparos en responsabilizar a esa oposición de todos los males que llueven sobre la patria. No hay que olvidar que desde sus orígenes, el peronismo ha sido una formidable máquina de crear consignas y opciones falsas orientadas a seducir “el crédulo amor de los arrabales”.

O democracia republicana o democracia plebiscitaria; o democracia fundada en el imperio de la ley o democracia sometida a la voluntad del líder o la líder. Por supuesto que entre estas opciones de hierro se registran tonos y matices, pero la complejidad de lo real no debe ser una coartada o una excusa para no distinguir lo fundamental de lo accesorio.

La ofensiva contra Clarín se inscribe en ese marco. A los Kirchner, no les importa la libertad de prensa, como tampoco les importa la justicia independiente o los controles parlamentarios. Si por ellos fuera el presidente de la Corte deberían ser Máximo o Zanini. Todo lo demás es molestia o conspiración. Se dice que la Señora no se quiere ir a su casa sin antes destrozar a Clarín. Es así, pero con una pequeña corrección: la Señora no quiere destrozar a Clarín para después irse al Calafate; lo que la Señora quiere es destrozarlo como condición para quedarse en la Casa Rosada.

¿Es tan así? Es así. No tengan ninguna duda de que si Clarín cae, cae la república. O para decirlo de otra manera: cae la principal trinchera opositora, la resistencia diaria y cotidiana a la expansión del kirchnerismo. ¿Tan bueno es Clarín? Clarín no es bueno ni malo. Tampoco es incorregible. En términos económicos es un grupo empresario que, como cualquier otro, busca ganancias y beneficios.

Clarín vale por lo que dice, pero por sobre todas las cosas vale porque junto con La Nación son los medios que a través de lo que informan y opinan le trazan límites al poder de los Kirchner. Si estos medios no existieran o si el oficialismo se las ingeniara para clausurarlos, como lo hizo el jefe mayor con La Prensa en 1951, el camino a la dictadura plebiscitaria quedaría abierto. ¿Y la oposición política? Por ahora, bien y gracias. Es verdad que les toca bailar con la más fea, pero no es menos cierto que están bailando en la pista equivocada.

Por lo pronto, los opositores deben empezar a preocuparse con lo que pasa hoy y no con lo que pasará pasado mañana. Más que programar candidaturas y otros jeroglíficos por el estilo, no vendría del todo mal constituir -por ejemplo- un gabinete en las sombras que dé respuestas a cada uno de los problemas que se presentan todos los días. Hoy, no necesitamos una oposición que nos diga lo que se debe hacer en octubre del año que viene, sino una oposición que nos diga que hay que hacer en octubre de este año.

 

Desde sus orígenes, el peronismo ha sido una formidable máquina de crear consignas y opciones falsas orientadas a seducir “el crédulo amor de los arrabales”.