Informe de la Fundación Mediterránea

Fin de fiesta

La Argentina -y Brasil- se beneficiaron con precios altos de materias primas. Pero elevaron tanto sus gastos que, con la caída de los precios, la solución no llegaría “ni con una lluvia de dólares”.

 

De la redacción de El Litoral

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Ieral/Fundación Mediterránea

Jorge Vasconcelos propone que si llovieran 30 mil millones de dólares para que las fábricas no suspendan su actividad por falta de insumos, para que se levante el cepo o incluso que algunos jubilados puedan cobrar sus juicios, el país no podría sostener la solución a sus problemas.

“La economía no muestra capacidad anticíclica: los gobiernos no ahorraron en la época de las vacas gordas y los sectores productivos menos dependientes de las materias primas no tuvieron las condiciones como para invertir y mantenerse plenamente conectados al mercado mundial y a las cadenas globales de valor”, dice el economista de la Fundación Mediterránea.

“Los dos principales miembros del Mercosur están encontrando grandes dificultades para adaptarse al nuevo ciclo internacional, de dólar más fuerte y materias primas más débiles y, en buena medida, estas tribulaciones son la resaca de la ‘fiesta de las commodities’, donde no todos los países tuvieron conducta”.

Vasconcelos expone que entre 2004 y 2011 la economía argentina creció a un promedio de 6,6 % y se desaceleró al 0,5 % anual en el trienio 2012-14 (estima un -2,5 % para este año).

“Este cambio de andarivel de 6,1 puntos no tiene parangón en la región”. La merma de Brasil fue de 4 a 1,2 % y en América Latina el promedio de la baja fue de 4,9 a 3,7 %, haciendo abstracción de Venezuela. Advierte que la “fiesta de commodities” en Brasil y la Argentina no encontró la administración adecuada para evitar el retorno del déficit fiscal. “Los gobiernos se las ingeniaron para canalizar el grueso de los recursos originados en la mejora de los términos de intercambio”. “Hubo muy poca prioridad por la inversión (se estima que el 80 % del incremento de partidas fue a gasto corriente), y ahora esto se paga con un lastre más pesado para la competitividad, tanto en los sectores intensivos en recursos naturales como en el resto”.

Añade Vasconcelos que el “manejo fiscal hizo más errático el comportamiento de variables claves como el tipo de cambio y la inflación, afectando las decisiones de inversión de actividades que están fuera del núcleo de la agroindustria o la minería. Los gobiernos -con mayor o menor intensidad- fueron reaccionando con medidas discrecionales, tanto en el plano del mercado interno como del comercio exterior, lo que acentuó la incertidumbre”.

“La ‘borrachera’ de Brasil con el boom de commodities elevó el gasto público en 5 puntos del PIB entre 2003 y 2013. ¿Qué puede decirse de la Argentina, en donde se estima un aumento de 14 puntos del PIB para ese período?”.

Concluye advirtiendo que “no hay que extrañarse que aquí la resaca sea más fuerte, ni que el grado de discrecionalidad de las políticas haya llegado más lejos. Todo esto hizo perder exportabilidad a las economías, con un balance más negativo para nuestro país”.

Antítesis

  • Mientras el relato festeja la década ganada, Vasconcelos destaca que las exportaciones de Brasil duplicaban a las de Argentina hace quince años y ahora las triplican. “En la última década, en la Argentina, la participación de los sectores que producen bienes comercializables internacionalmente pasó de 32,7% a 28,4 % del PIB (a precios constantes) y la suma de exportaciones e importaciones se achicó de 31,5 % a 26,8 % del PIB (precios corrientes)”.

Proa a los arrecifes

  • “La economía argentina es como un barco varado en la costa de un río. Una inyección inesperada de divisas frescas serviría para sacar a esa embarcación de los bancos de arena pero, con poco combustible en los motores y el timón averiado, podría volver a encallar en el siguiente recodo”.

Vasconcelos advierte en su ensayo sobre la “lluvia de dólares” que “en términos económicos, las importaciones escalarían a un ritmo muy superior al de las exportaciones, por lo que el déficit de cuenta corriente (base caja) del balance de pagos, que hoy es de 1,7 puntos del PIB, rápidamente se duplicaría”.

“Iríamos a una situación como la de Brasil, que tiene un déficit de cuenta corriente de 3,8 puntos del PIB y encuentra dificultades para crecer pese a que tiene 380 mil millones de dólares de reservas”.

Dice que “el gasto público ha quedado en tal nivel que se consume los ahorros de la economía y esto lleva a una tendencia insostenible de las cuentas externas”. Y plantea que “los gobiernos tendrán que ingeniárselas para hacer más con menos en términos fiscales y confeccionar una hoja de ruta tan confiable como para inducir inversiones en los sectores que producen bienes y servicios exportables”.