No hay nada más lindo que una mamá orgullosa y feliz

“Lloró tanto que lo trajimos”

Isabel, la mamá de Pablo Cuevas, viajó desde Formosa para sorprender a su hijo después del partido contra Ferro, el que marcó el debut del defensor en la primera de Colón.

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Un sueño cumplido. Isabel y su hijo menor, Miguel. La mamá y el hermanito de Pablo Cuevas, el juvenil formoseño que recién se enteró de que estaban en la cancha después de haber debutado el domingo con la casaca rojinegra para enfrentar a Ferro.

Foto: El Litoral

 

Alberto Sánchez

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Algo más de media hora faltaba para el inicio del cotejo que debía disputar Colón ante Ferro el domingo a las cinco de la tarde. En la cabina de prensa escrita del Brigadier nos preparábamos para observar el crucial choque que el elenco rojinegro debía emprender para acariciar el ansiado ascenso. El enfrentamiento marcaba el debut de Reynaldo Merlo como técnico en el estadio de barrio Centenario, ante la gente que prácticamente colmó las tribunas.

Pero para una familia formoseña también se trataba de un partido muy especial. Es que un joven nacido en la capital de Formosa iba a vestir por primera vez la camiseta número “4”. “Mostaza” Merlo se decidió por el juvenil Pablo Cuevas para ocupar la posición del lesionado Luis Castillo (el defensor original) y del suspendido Yamil Garnier (el “muleto”). Si bien “Cuevitas” ya formaba parte del plantel profesional, nunca había firmado planilla oficial alguna.

Lo curioso es que una mujer, acompañada por Miguel, un “pibito” de unos 10 años, y algunos familiares, apareció en nuestra cabina y con una bandera en la mano, dijo sencillamente a modo de presentación: “Soy la mamá de Cuevas”. Imaginarán la sorpresa experimentada, pero no tanta como la que, seguramente tras el cotejo, habrá vivido el propio jugador: “Mi hijo no sabe que estoy acá, en la cancha. Hace dos días que le estoy mandando mensajes y no me los contesta, debe ser porque no lo dejan en la concentración”.

“Estoy muy feliz y emocionada porque vine desde Formosa a ver el debut de mi hijo. Para mí es un sacrificio muy grande viajar hasta Santa Fe, pero es un gran logro de parte de Pablo. A los 13 años se fue de nuestra casa pero siempre apoyamos sus decisiones”, contó con lágrimas en los ojos la orgullosa madre.

“Es una alegría inmensa, tanto para Pablo como para toda la familia, y te aseguro que todo Formosa está pendiente de él, por eso agradezco a todos los que hicieron posible que yo pueda estar, junto a mi hijo más chico, Miguel, en la cancha de Colón. La próxima vez vendrá la familia completa”, agregó Isabel.

—¿Son muchos?

—¡Uff...! Somos muchos, la familia es numerosa. Pablo quería que su abuela esté presente cuando llegue el día del debut, pero no pudo venir porque está en Buenos Aires. Quería verlo por televisión, pero no lo televisan, así que tengo que mandarle toda la información con mensajes por celular.

—¿Qué sintieron en el momento en el cual Pablo resolvió separarse de ustedes?

—Cuando decidió empezar a jugar al fútbol le dijimos que no porque justo había empezado el octavo año en la escuela, y nosotros queríamos que terminara los estudios, pero se puso muy mal, lloró tanto que no tuvimos más remedio que decir que sí. Primero fue a Rosario a probarse en una escuelita de fútbol, estuvo ocho meses. Después lo probaron en San Lorenzo y en Colón. Pero nos dijo que si no quedaba en Colón o en San Lorenzo, se volvía a Formosa.

—¿Cómo es Pablo fuera del ámbito del fútbol?

—Es una muy buena persona. Es un chico muy callado y nunca le va a faltar el respeto a nadie. Desde chico fue así, me acuerdo que si le decíamos sentate ahí, él iba y se sentaba, y hablaba si se lo pedíamos, nada que ver con Miguel, el hermano más chico (risas). Es un chico muy humilde y aunque no esté en Formosa durante casi todo el año, cuando llega sigue siendo el mismo chico que fue toda su vida. Además siempre nos dice que el fútbol no lo va a cambiar, que siempre va a ser el mismo.

Casi siete años pasaron desde aquel día en que Pablo decidió que el fútbol iba a ser, luego de su familia, su razón de vivir. Siete años de sacrificio, tanto para “unos” como para “otro”, pero Isabel encontró algo positivo: “Notamos un cambio en él. Ahora está más ordenado que cuando era chico. Hasta se lava la ropa, algo que nunca había hecho, eso se lo enseñaron acá, quizás porque estaba obligado a hacerlo, pero estamos muy orgullosos de que sea así. Hasta nos limpia la casa cuando va para allá (risas).

—¿Sueñan en Formosa con un descendiente del “Negro” Ibarra?

—¡Ojalá!, es nuestro sueño. Sería un orgullo para la familia y para toda Formosa. Pablo lo conoció a Ibarra cuando fue a Boca a probarse.

—Faltan pocos minutos para el debut oficial de Pablo, pero si le pregunto por lo que pueda pasar en el futuro, ¿qué me respondería?

—Que el futuro de Pablo es lo que le está pasando ahora. Para nosotros también, no pensamos en lo que pueda pasar mañana. Lo mejor es que disfrute de este presente, lo tiene merecido después de tanto sacrificio. Empezó a jugar a los seis años allá en Formosa, y nunca se quejó del frío, del calor o de hambre, venía de la escuela y lo primero que hacía era sacarse el uniforme y agarraba la bicicleta para ir a entrenar. Siempre quiso ser jugador de fútbol y por eso estamos muy felices de que haya llegado a jugar en la primera de Colón.

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Los consejos de “Mostaza”. El técnico optó por el juvenil Pablo Cuevas y no se equivocó, fue una de las figuras del triunfo ante Ferro. “La oportunidad se la dieron en Colón y la supo aprovechar. La verdad es que esperábamos la buena noticia de que algún día pueda debutar. Sabíamos que estaba entrenando con el plantel de primera, pero jugaba en la Liga o en las inferiores de AFA”, dijo Isabel, la madre del lateral formoseño que quiere ser el “nuevo Ibarra”.

Foto: Manuel Alberto Fabatía